El derecho ya no es lo que era. Группа авторов
publicó un artículo titulado «Empresas gigantes por encima de los estados» en el que se afirmaba que las 50 mayores empresas del mundo tenían un potencial económico mayor que los 150 estados más pobres. Ese texto resultó clave para darse cuenta del enorme poder político «privado»14 acumulado por las compañías y la imposibilidad de muchos estados de ejercer un poder soberano sobre ellas. Los acuerdos entre empresas y estados parecían más bien fruto de negociaciones diplomáticas que imposiciones unilaterales por parte del detentador del «monopolio de la violencia». Parte de este poder político privado se transmutaría en público como veremos al analizar las nuevas formas de regulación. Si el poder de las empresas individuales se agigantó, la capacidad de las empresas transnacionales de imponer su voluntad cuando actúan de consuno se volvió irresistible. La expresión más documentada de este poder conjunto fue la presión de las empresas multinacionales estadounidenses y europeas que condujo a la aprobación de los acuerdos ADPIC (Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio) en defensa de la propiedad intelectual en 199415. Por esta razón, Juan Ramón Capella incluye el poder estratégico conjunto de las transnacionales como uno de los nodos del «soberano supraestatal difuso»16.
Hay autores que hablan de la existencia de una auténtica «clase capitalista internacional»17 a la que en otros textos se denomina «mercadocracia»18, que comprendería no solo a los ejecutivos y grandes accionistas de las empresas multinacionales, sino también a sus «intelectuales orgánicos» ubicados en la academia, en los think tanks o en compañías que les proporcionan servicios jurídicos, así como a políticos y altos funcionarios de las instituciones estatales, europeas e internacionales. Eso significaría, en primer lugar, que las empresas transnacionales persiguen intereses distintos y divergentes de los de sus estados matriz. El estado español apoya a las eléctricas nacionales en su expansión por Latinoamérica, pero los objetivos que estas persiguen no tienen que ver con los intereses de España. Las transnacionales tienen, por tanto, intereses divergentes de los de los estados y los pueden imponer globalmente cuando actúan conjuntamente. La clase capitalista transnacional no sería únicamente una clase «en sí», sino una clase «para sí». Un estudio acerca de las relaciones que existen entre las empresas multinacionales partiendo de la composición de sus consejos de administración y de las participaciones cruzadas de unas compañías en otras demuestra que unas seiscientas personas controlan el 40 % de la economía mundial19. Esta y otras formas de concentración e interconexión son las que permiten a la clase capitalista transnacional actuar conjuntamente en defensa de sus intereses.
3. LA FINANCIARIZACIÓN DE LA ECONOMÍA
Los bancos comerciales y las actividades que realizan constituyen la parte del sector financiero con la que la población en general tiene un contacto más directo y en la que se suele pensar cuando se habla de economía financiera. Hay, sin embargo, muchos otros tipos de operaciones distintas de la toma de depósitos y la concesión de préstamos, así como otras clases de entidades que se inscriben dentro del sector financiero y que son diferentes de los bancos comerciales. Entre estas actividades se encuentran la participación en emisiones de valores y la prestación de servicios relacionados con las mismas (tareas propias de los bancos de inversión), la gestión de carteras individuales y colectivas, la suscripción y colocación de seguros, el cambio de divisas, la emisión y administración de tarjetas de crédito o la concesión de avales, entre otras.
Dos de las transformaciones de las empresas que identifica Capella en la tercera revolución industrial están relacionadas con el sector financiero: los cambios en la financiación empresarial y la desmaterialización de mercados20. Las características más sobresalientes de esta esfera económica en el mundo de la globalización fueron analizadas en un libro sobre la crisis del 2008 del que Capella es coautor21. Aquí vamos a ofrecer una visión sistemática del poder inédito de las entidades financieras en el mundo contemporáneo articulada en torno al concepto de «financiarización» de la economía.
3.1. Concepto de «financiarización»
Quienes acuñaron el concepto de «financiarización» y lo utilizan son generalmente autores críticos con la globalización económica, que trabajan desde perspectivas como el marxismo, el neokeynesianismo y la escuela francesa de la regulación22.
La financiarización de la economía consiste, cuando menos, en dos cosas: el predominio de los intereses del capital financiero sobre los de cualquier otro agente económico y el sometimiento del estado, las empresas no financieras y las economías familiares a la lógica financiera. Esta preponderancia del capital financiero se manifiesta con mucha claridad en el caso de EE UU: en primer lugar, se puede constatar una gran diferencia entre la rentabilidad (y tasa de beneficio) de las empresas financieras y las no financieras en favor de las primeras. En segundo lugar, el porcentaje de los beneficios de las entidades financieras en relación con el total de las ganancias empresariales ha ido creciendo constantemente a medida que avanzaba la globalización. En tercer lugar, las empresas no financieras han obtenido mayores beneficios de sus operaciones financieras que de las propiamente productivas. Puede constatarse también que el volumen de los activos financieros ha crecido de forma exponencial hasta alcanzar dimensiones inusitadas en relación con la economía real o productiva.
En el año 2006, las empresas financieras estadounidenses obtuvieron el mayor volumen de beneficios del siglo antes de la crisis, al ganar 380 000 millones de dólares, lo que suponía un 24 % del total de los beneficios obtenidos por las compañías estadounidenses, mientras que, en 1984, el porcentaje había sido únicamente del 7 %. Lo que ocurrió inmediatamente después de la crisis fue también muy significativo. En 2008 los beneficios del sector financiero se hundieron hasta los 60 000 millones, que eran menos de una sexta parte de los obtenidos en 2006 y que representaban únicamente un 6 % del total de los rendimientos de las empresas norteamericanas. Pero ya en 2009 los beneficios del sector financiero se incrementaron hasta 315 000 millones, acaparando un 28 % del total de las ganancias empresariales. Esa capacidad de recuperación tras la crisis pone de manifiesto el inusitado poder de las finanzas en el mundo contemporáneo. De acuerdo con las últimas cifras publicadas por el BEA (Bureau of Economic Analysis), el sector financiero estadounidense obtuvo 367 000 millones de dólares de beneficios en 2019, cantidad equivalente al porcentaje de 2006: 24 %23.
3.2. Las bases del poder financiero
Tres de los elementos en los que se basa el incremento de poder del sector financiero son los procesos de desregulación, informatización y cientifización que ha experimentado el mundo de las finanzas.
La actividad de los bancos y demás instituciones financieras se ha desregulado durante el proceso de globalización, es decir, han disminuido las restricciones que les imponía la ley y se han relajado o vuelto inoperantes los mecanismos de control de su actividad. Esta relajación de la regulación ha aumentado el margen de maniobra de las entidades financieras y ha facilitado la circulación de capitales por todo lo largo y ancho del mundo. Es especialmente relevante la difuminación de la distinción entre la banca de depósitos y la de inversión, así como la aparición en escena de numerosas entidades financieras que no son legalmente bancos por lo que no se encuentran sometidas a los controles que afectan a estos.
La eliminación o atenuación