Río torrentoso. Lawrence M. Friedman
a la brujería logró extinguirse, en Nueva Inglaterra y en otros lugares. En Inglaterra, la Ley de Brujería de 1735 (9 Geo. II, c.5) puso fin a los juicios de brujería y, de hecho, prohibió las acusaciones de brujería. Pero la creencia en diablos, demonios y brujas nunca desapareció; simplemente pasó a la clandestinidad. Muchas personas continuaron creyendo en estas “maravillas del mundo invisible”: fuerzas secretas y ocultas que pueden corromper las almas de los seres humanos e incluso poseerlas. En 1822, un hombre llamado Joseph Lewis, en el condado de Norfolk, Virginia, mató a tiros a un afroamericano, Jack Bass, porque sospechaba que este lo había hechizado a él y a su esposa. Antes del hecho, una adivina le había asegurado a Lewis que sus sospechas estaban bien fundadas. En 1905, un florista en San Francisco, Louis De Paoli (su especialidad eran las violetas) golpeó a su cuñada hasta la muerte con una silla. De Paoli y su esposa estaban convencidos de que la mujer los había hechizado a ellos y a sus hijos.35 Los sacerdotes católicos tienen la potestad para realizar ritos de exorcismo, que son métodos utilizados para expulsar al diablo de personas poseídas por espíritus malignos. El exorcismo todavía existe, al menos en teoría; aunque la Iglesia rara vez lo usa. Desde el año 1999, la arquidiócesis de Chicago nombró a un “exorcista a tiempo completo”; año en el que también el Vaticano emitió un “rito católico autorizado para el exorcismo”. Los predicadores evangélicos también realizan “ceremonias de limpieza espiritual.”36 Las brujas, históricamente, fueron consideradas malvadas; pero en la actualidad, los ‘wiccanos’ y los ‘aquelarres’ de brujas han formado una especie de religión, aunque los pactos con el diablo y la conspiración satánica no forman parte de su repertorio; parecen, en general, ser devotos inofensivos de alguna forma de neopaganismo.
Para la mayoría del resto de nosotros, la creencia en las brujas parece ridícula, incluso primitiva. La brujería es tratada como una broma, una excusa para disfrazarse en Halloween, y nada más. Esto ya era así, por supuesto, en el siglo XIX. Sin embargo, la historia del Dr. Jekyll y el Mr. Hyde puede verse, entre otras cosas, como una historia secular de brujería. El Dr. Jekyll usó la ciencia, y no el diablo, para transformarse y liberar su ser oculto y malvado. Drácula de Bram Stoker (1897) introdujo en la literatura y el folklore una de las figuras más siniestras y perdurables: Drácula, el vampiro de Transilvania.37 Este monstruo del mal a veces tomaba la forma de un murciélago gigante. Dormía durante el día en un ataúd; la luz del día era su enemiga; acechaba a sus víctimas de noche; y su único alimento era la sangre humana. No solo bebía la sangre de sus víctimas, sino que sus mordidas, si duraban mucho, las transformaban en vampiros, convirtiéndolas en miembros del ejército de muertos vivientes, criaturas como el propio Drácula.
El libro de Stoker tenía fuertes connotaciones sexuales. Drácula parecía preferir la sangre de mujeres jóvenes, atractivas (y vírgenes); su mordida podía ser vista como una especie de iniciación sexual, que les robaba a estas mujeres su inocencia primaria, conduciéndolas a una vida más pecaminosa, malvada y sexualizada. Transilvania, donde Drácula vivía en un castillo oscuro y misterioso, era (para los ingleses) un lugar remoto y exótico, envuelto en misterio, un lugar de leyendas siniestras que formaban parte del folklore. Drácula fue escrito en forma de un diario, con relatos del día a día. Comenzaba con los relatos diarios de Jonathan Harker, un joven inglés que viajó al castillo de Drácula por negocios inmobiliarios. En el libro de Stoker, Drácula tiene un plan (que lleva a cabo) para abandonar su hogar ancestral en los Balcanes; se transporta en un barco (y en un ataúd) a Inglaterra, junto con cincuenta cajas de tierra de Transilvania. Su plan en Inglaterra era encontrar nuevas víctimas y sangre fresca (no se explica por qué no podía hacer ello en Transilvania). Drácula logra deslumbrar (con sus dientes) a una joven, Lucy Westernra, que muere (aunque luego vuelve a la vida como una mujer vampiro). Harker y los otros héroes del libro, buenos y valientes ingleses, se dan cuenta del secreto de Drácula; aprenden a dominar las técnicas antivampiros para frustrar sus planeas malvados. Logran salvar la vida y el alma de la heroína del libro, la esposa de Harker. Finalmente, Drácula intenta (sin éxito) escapar, para regresar a Transilvania con su única caja de tierra rumana restante (todos las demás habían sido destruidas por los héroes). Pero, mientras yace en su ataúd, le cortan la garganta y su cuerpo se convierte en polvo.
Drácula, la novela, fue un gran éxito. Ha fascinado a los lectores desde que se publicó; llegó a inspirar una película clásica (1931), protagonizada por Bela Lugosi como el Conde. Tiene una evidente afinidad con los viejos cuentos de brujería, maldad y lo sobrenatural. Está vinculado a un género específico de la literatura inglesa, la novela gótica, que se puso de moda un poco antes de su publicación. Las historias de fantasmas fueron muy famosas en la literatura victoriana. Al insertar a su siniestro vampiro en Inglaterra, Stoker invocó la dualidad victoriana: la sociedad inglesa era, en apariencia, apacible y próspera, pero tenía un trasfondo oscuro y misterioso. En resumen, Drácula tenía un cierto parentesco con el Mr. Hyde, con Jack el Destripador y con todas las personalidades ocultas y duales de la literatura victoriana. Simbolizaba la oscuridad bajo la superficie de la gran metrópoli. Además, el subtexto oculto del libro insinuaba la sexualidad secreta de la sociedad victoriana: un aspecto de la identidad social que fue rigurosamente censurado y reprimido. Volveremos a este tema.
Stoker nunca esperó que su lector realmente creyera en el Conde Drácula, el vampiro de Transilvania. La emoción de una historia de terror no proviene de una creencia verdadera.38 A lo largo del período moderno, persistió una especie de clandestinidad psicológica: grupos reducidos en la sociedad, personas que todavía creen en brujas, o en extraterrestres, en grandes conspiraciones, engaños gigantes y fuerzas siniestras que permanecen reprimidas y ocultas a la vista. Las redes sociales son una herramienta vital para todos estos grupos. Quienes creen en temas como aquellos pueden comunicarse entre sí; pueden formar grupos virtuales; pueden encontrar personas de ideas afines; y pueden reforzar sus fantasías más paranoicas. Internet abre la puerta a almas afines que creen, desde el fondo de sus corazones, que el mundo es plano, no redondo; que el alunizaje nunca tuvo lugar; que la Fuerza Aérea estadounidense mantiene cautivos en el desierto a los extraterrestres. Algunos creen, como si fuera el evangelio, en los Protocolos de los sabios de Sión; una falsificación antisemita; o en conspiraciones para destruir la hegemonía de los ‘blancos’. Otros practican cultos que predican mensajes sobre un próximo Armagedón. Uno cuantos están seguros de que el fuego o la destrucción sobrenatural está a punto de acabar con la vida en el planeta tal como la conocemos, y que después de este cataclismo, solo unos pocos elegidos sobrevivirán. Todo ello muestra que la creencia en las ‘maravillas del mundo invisible’ nunca ha terminado. Tal vez ha disminuido, pero se sigue considerando como una fuerza a tener en cuenta. Y la continua ambigüedad sobre la identidad personal —el hecho de que realmente no podemos saber quiénes son estas otras personas, las que vemos todos los días; que no podemos estar seguros de que la realidad externa refleja la verdadera realidad interna: todo esto permite que ‘el mundo invisible’ continúe sumando creyentes.
18 Simon A. Cole, Suspect Identities: A History of Fingerprinting and Criminal Identification (2001), p. 3. Como Judith Flanders señala en The Invention of Murder: How the Victorians Revelled in Death and Detection and Created Modern Crime (2011), p. 295, la urbanización “había creado un mundo donde un gran número de extraños vivían uno al lado del otro en la ignorancia de la naturaleza real de los demás”.
19 Al respecto, ver L. Perry Curtis, Jr., Jack the Ripper and the London Press (2001).
20 La bibliografía sobre el caso Lizzie Borden es extremadamente amplia. De un interés particular es el análisis sobre el significado del caso en Cara W. Robertson, “Representing ‘Miss Lizzie’: Cultural Convictions in the Trial of Lizzie Borden,” Yale J. Law and the Humanities 8:350 (1996); Robertson a abordado exhaustivamente el juicio en The Trial of Lizzie Borden: A True Story (2019); ver también Joseph A. Conforti, Lizzie Border on Trial: Murder, Ethnicity, and Gender (2015); A. Cheree Carlson, The Crimes of Womanhood: Defining Femininity in a Court of Law (2009), pp. 85-110; Sarah Miller, The Borden Murders: Lizzie Borden and the Trial of the Century (2016).