Elementos para una (re)interpretación de las convenciones internacionales de drogas. Francisco E Thoumi

Elementos para una (re)interpretación de las convenciones internacionales de drogas - Francisco E Thoumi


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amerindios masticadores de coca y demostraron que no necesitaban esta sustancia para vivir en regiones altas (Gagliano, 1994, p. 122). Adicionalmente, un movimiento “indigenista” contra la coca, liderado por Carlos Paz-Soldán, argumentó la necesidad de asimilar a los indígenas dentro de la sociedad occidental, afirmó que eran víctimas de un “cocaísmo indígena” tóxico y coincidió en que la masticación estaba “degenerando la raza indígena” (Gootenberg, 1999, pp. 56-57, y 2008, pp. 168-169).

      Después que Valdizán se incapacitara en 1929, otro médico, Carlos Ricketts introdujo un proyecto de ley en la Cámara de Diputados para establecer un monopolio nacional de coca con el objetivo de eliminar el hábito de masticar coca entre los indígenas y regular el uso inmoderado del alcohol. Este proyecto fue apoyado por Augusto Leguía, presidente conservador de línea dura entre 1919 y1930, quién argumentó que la producción de hojas de coca debía limitarse a satisfacer los requisitos médicos y científicos. A pesar de este apoyo, la oposición de los hacendados ganó y el proyecto no fue promulgado (Gagliano, 1994 pp. 126-131). Este esfuerzo fallido conformó la primera propuesta para crear un monopolio gubernamental de coca en Perú y para controlar sus usos.

      A finales de la década de 1920, Perú producía y exportaba tanto hojas de coca como “cocaína cruda”22. Paz-Soldán comenzó a abogar por la industrialización de la coca y la producción de cocaína para exportaciones. “Una admiración por la cocaína científica y pura, combinada con un disgusto por la coca indígena primitiva (ahora una patología), fue una forma medicalizada de la intensificación de la esquizofrenia nacional en torno a la coca” (Gootenberg, 1999, p. 58). Los esfuerzos de Paz-Soldán por propiciar la producción de cocaína generaron una “sorprendente actividad internacional encubierta [...] Maywood Chemical [...] intentaría que los peruanos volvieran a hablar con la Sociedad de Naciones, durante los próximos años ‘para proteger su venta legítima de coca’” (Ibídem, p. 59). Durante la década de 193023, la opinión pública en Perú apoyó el proyecto de la industrialización de la coca y la solicitud de mayores “cuotas de cocaína de exportación” en la Sociedad de Naciones, bajo la creencia errónea de que la Sociedad asignaba tales cuotas. “Extrañamente, pocos peruanos dudaron de la mayor promesa de esta campaña: que un mercado sustancial de cocaína lícita estaba en algún lugar por ahí escondido, pero listo a responder a una acción peruana” (Ibídem, p. 61).

      Maywood Chemical ha sido la única empresa autorizada por el gobierno estadounidense para importar coca utilizada en la producción de Coca-Cola. El gobierno se interesó por mantener un suministro barato, estable y seguro de hojas y trabajó con Maywood y los productores de su agente saporífero con tal fin:

      […] durante cuatro décadas desde 1920 hasta 1960, reinó un pacto político entre Coca-Cola y la FBN relacionado con la coca y la cocaína. Esta fue una relación ampliamente documentada en los archivos del FBN. En esta área, el personal y las prácticas de Maywood y Coca-Cola se volvieron indistinguibles. [...] Los funcionarios de Maywood frecuentemente espiaban e informaban sobre los vendedores y compradores descarriados de coca. Coca-Cola y Maywood aprovecharon sus clientes extranjeros para recopilar datos sobre cultivos de coca o cambios de política codiciados por Anslinger, quien se convirtió en un gran conocedor de la cocaína peruana. Maywood trabajó para persuadir al Estado peruano de la sabiduría de las políticas de drogas al estilo estadounidense; mientras que los abogados de Coca-Cola participaban en conferencias mundiales de drogas y misiones andinas, ofreciendo asesoría técnica e inteligencia política sobre la evolución de los temas de la coca. [...] A cambio, el FBN de la era Anslinger prestó atención constante a las necesidades de Coca-Cola en su país y en el extranjero. (Gootenberg, 2008, p. 202).

      Fue así como, por ejemplo, el FBN se opuso a los intentos peruanos por establecer un monopolio estatal de la coca, y “facilitó un buen estatus estratégico para Maywood y le asignó parte de los escasos recursos de transporte marino durante la Segunda Guerra Mundial, una era dramática para la expansión global de Coca-Cola” (Ibídem, p. 204). El interés de Coca-Cola quedó garantizado por el artículo 27 párrafo 1 de la Convención Única de 1961:

      Las Partes podrán permitir el uso de hojas de coca para la preparación de un agente saporífero que no contenga ningún alcaloide y, en la medida necesaria para tal uso, podrán permitir la producción, importación, exportación, comercio y posesión de dichas hojas. (UNODC, 2013, p. 30).

      Mientras tanto, Bolivia siguió un camino diferente. No producía “cocaína cruda” y sus exportaciones de coca fueron principalmente hacia zonas fronterizas con Argentina y Chile, donde residían comunidades que mascaban coca (Gootenberg, 2008, p. 117). La falta de exportaciones significativas fuera de la región hizo que la masticación de coca en el país fuera menos controvertida internacionalmente que la de Perú. Los gobiernos bolivianos reconocieron que la masticación representaba una forma en la que la coca había sido “domesticada” dentro de las comunidades amerindias y abogaron por la tolerancia de sus usos culturales tradicionales.

      La postura audaz, pero desconocida de Bolivia en pro de la coca durante los fugaces debates sobre materias primas de la Sociedad de Naciones a mediados de la década de 1920 surgió del cabildeo de su elitista asociación de productores de coca, la Sociedad de Propietarios de Yungas (SPY). (Ibídem, p. 214).

      El Congreso boliviano ratificó la Convención Internacional del Opio de 1925 con reservas que rechazaron los límites a la producción de coca y al uso de la coca entre la población indígena24. El consumo humano de coca fue tan importante para las comunidades campesinas y mineras que, en 1940, se incluyó en la lista de productos básicos del gobierno disponibles en los almacenes de las minas y en las estaciones ferroviarias (Quiroga, 1990, p. 12). “El lugar social de la hoja de coca en la cultura boliviana, tanto entonces como ahora, desafió los silogismos del control de drogas” (Gootenberg, 2008, p. 216).

      A finales de la década de 1930, los países esperaban una nueva guerra y aumentaron la demanda de cocaína, lo cual se materializó al empezar la Segunda Guerra Mundial. No obstante, el bombardeo japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 puso fin a cualquier posible exportación legal peruana de cocaína hacia Alemania y Japón. A pesar de ello, durante los años 40, Perú experimentó un resurgimiento de las exportaciones de cocaína que alcanzó los 3.000 kilos en 1943. Para asegurar el suministro de cocaína en caso de guerra, Anslinger también promovió proyectos piloto de Maywood en Puerto Rico y Hawái (Gootenberg, 1999, p. 64; McAllister, 2000, pp. 130-131) aunque nunca se materializaron25.

      Los visitantes europeos a Perú, a finales del siglo XIX y principios del XX, tenían una opinión favorable sobre el hábito de masticar coca. Algunos lo consideraron “un estimulante indispensable para los indígenas de la sierra” (Gagliano, 1994, p. 117). Esta idea fue seguida por Carlos Monge, quien comenzó a estudiar la biología de zonas de gran altitud en la década de 1920 y “ganó reputación internacional por su teoría de que los habitantes de los Altos Andes representaban un nuevo tipo biológico” (Ibídem, p. 136). Monge identificó el síndrome clínico de enfermedad crónica de montaña o mal de altura, también conocido como enfermedad de Monge26. Además, “aunque dudaba que el uso de coca produjera una forma de adicción para la mayoría de los masticadores, sugirió que era más que probable su contribución a una aclimatación exitosa en altitudes andinas extremas” (Ibídem, p. 137).

      Sin embargo, los estudios emblemáticos de Luis Sáenz en 1938 sobre la toxicomanía peruana “redujeron el consumo de coca en todas las formas a una intoxicación con alcaloides de la nación indígena” (Gootenberg, 1999, p. 66). Esto fue seguido por una serie de obras anticoca escritas por Carlos Gutiérrez-Noriega, que enfatizaron los efectos negativos de la coca y la cocaína, atrayendo elogios estadounidenses (Ibídem). Tanto Monge como Gutiérrez-Noriega formaron parte del movimiento indigenista que comenzó en la década de 1910 en Perú y Bolivia, cuyos miembros revalorizaron la cultura amerindia y promovieron su bienestar. Sin embargo, tenían posiciones opuestas hacia la coca y se convirtieron en los principales actores en el intenso debate nacional sobre las consecuencias de la masticación de coca en la población. El movimiento indigenista atrajo algunos de los escritores más conocidos de la primera mitad del siglo XX como Ciro Alegría, quien destacó el papel del uso de la


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