Sociología de las organizaciones - Una visión latinoamericana. Tirso Suárez Núñez

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invertido y falseado, arbitrariamente fijados sus precios por los monopolios de hecho y de derecho? se pregunta Braudel y continúa diciendo que, si se admiten las virtudes competidoras del mercado, es importante reconocer, en principio, que el mercado es un nexo imperfecto entre producción y consumo, en la medida de que es parcial y remata diciendo: “creo de hecho en las virtudes y en la importancia de una economía de mercado, pero no en su reinado exclusivo” ( Braudel, 1986).

      Si bien los economistas, desde hace más de cincuenta años, instruidos por la experiencia, ya no defienden las virtudes automáticas de la mano invisible del mercado, el mito sigue presente en el ámbito de la opinión pública y de las discusiones políticas actuales.

      Capital, capitalismo y capitalistas

      Capitalismo es un término que se acuño de manera relativamente reciente, aparece por primera vez en la edición de 1902 del libro del historiador alemán Werner Sombart: “Capitalismo Moderno¨. De manera previa Karl Marx se refirió siempre al capital, sin embargo, es Braudel ( 1986) quien explica la relación estrecha entre capital, capitalismo y economía de mercado. El capital, según él, son los medios fácilmente identificables para desarrollar actividades económicas; todo aquello capaz de aumentar la capacidad del hombre para ejecutar trabajo económicamente útil, dice Heilbroner (1964). El capital puede ser: i) monetario o, ii) físico, este a su vez, puede ser: a) tangible (terrenos, inmuebles, bienes de capital como máquinas y equipo) y b) intangible (propiedad intelectual y conocimiento). En la actualidad algunos autores del management se refieren a capital humano, jugando con la acepción más amplia del termino capital, que se refiere a lo importante, de allí la capital de una región es la ciudad de mayor rango, o un tema que se considera de gran interés, se dice que es de capital importancia, etc. pero casi siempre hay mucha retórica detrás de la expresión: “las personas son lo mas valioso en esta organización”.

      El capitalista es la persona que preside o intenta presidir la inserción del capital en el proceso incesante de producción al cual se ven obligadas todas las sociedades; mientras que el capitalismo es una forma particular –que se distingue porque la utilidad es el motor o motivo principal – de llevar a cabo este juego de inserción de capital en los procesos de económicos. Se pueden identificar dos tipos de capitalismo, en un tipo que se denomina A, se incluyen los intercambios cotidianos, los tráficos locales o de corta distancia, donde las reglas del juego son conocidas e iguales para todos, un mercado de competencia perfecta en términos de los economistas (Braudel 1986).

      El otro tipo de capitalismo denominado B, es aquel dónde los intercambios son desiguales y en los que la competencia —ley esencial de la economía de mercado— desempeña un papel mínimo, son los casos de largas cadenas comerciales en los que el mercader ha roto las relaciones entre el productor y el destinatario final de la mercancía y las operaciones se escapan de reglas y controles. Es este el escenario donde emerge el proceso capitalista crudo, que como en casi todos los países se distingue porque es manejado por un grupo de grandes negociantes que destacan claramente por encima de los mercaderes y este grupo es más limitado y muy ligado al comercio exterior o de larga distancia. Los grandes beneficios que se logran derivan en considerables acumulaciones de capital, tanto más cuanto a que el comercio a larga distancia, solo se reparte entre pocas manos, pues no cualquiera entra en él.

      En resumen, hay dos formas de operar la sociedad de mercado, una elemental, competitiva y transparente; la otra superior, sofisticada y dominante. No son ni los mismos mecanismos ni los mismos agentes los que rigen estos dos tipos de actividad, y no es el primero sino en el segundo, donde se sitúa la esfera del capitalismo avasallador.

      En los términos de Zaid (2016), el capitalismo no es el mercado sino el control del mercado y nace en el Renacimiento, en las cumbres de la sociedad: entre las grandes familias que tienen recursos, relaciones, prestigio, audacia y sueños de grandeza para organizar mercados al mayoreo, mercados de capitales, mercados de voluntades, alianzas de voluntades, alianzas políticas, matrimoniales, eclesiásticas, que rebasan el mercado local e irradian todos los confines del mundo. Si de ordinario no se hace una distinción entre capitalismo y economía de mercado es porque ambos han progresado a la vez, desde la Edad Media hasta nuestros días.

      Habiendo emergido la sociedad del mercado, avanza con paso firme junto con quienes salían beneficiados con ella: mercaderes y banqueros, que ganaban más y más poder hasta finalmente controlar el Estado; la Revolución Francesa de 1789 fue el inicio de un nuevo sistema económico, social y legal denominado capitalismo donde el mercado y la empresa privada eran las piezas clave para resolver la pregunta ¿qué y para quien producir? Pero debe de quedar claro que antes de la revolución industrial, existía el capital y el capitalista, pero no el capitalismo, al menos no con el esplendor que alcanzó posteriormente en el siglo XX, con los Estados Unidos como su asiento principal (Braudel, 1986)

      De manera sencilla se puede decir que el fin de la antigüedad y el principio de la modernidad es marcado por el inicio de la revolución industrial y con ella el surgimiento de su establecimiento emblemático: la fábrica, antes de ella, es cierto, existieron importantes centros de producción altamente organizados como los telares en Flandes o los astilleros en Venecia, sin embargo, aun cuando la manufactura había comenzado a adquirir proporciones respetables, no se le reconocía oficialmente su contribución en la economía nacional, la agricultura seguía siendo considerada como sinónimo de riqueza y el comercio era algo muy valioso, sobre todo cuando los comerciantes coronaban sus esfuerzos con un excedente de oro. La industria en todo caso, se consideraba un auxiliar de los primeros en la medida que contribuía al comercio con productos o apoyaba a la agricultura con herramientas o insumiendo sus productos, la indiferencia se explica porque aún no existía una producción industrial de gran escala, eso va a ser posible con la maquinización de los procesos de manufactura de la denominada Revolución Industrial (RI) (Heilbroner,1964).

      La manufactura y la primera revolución industrial

      Fue una compleja concatenación de causas que, en Inglaterra, a partir del año 1750 de nuestra era, dieron lugar a lo que ahora se conoce como RI, que a su vez generó inmensas transformaciones sociales que se divulgaron por el mundo occidental para dar lugar a la modernidad y al capitalismo. En aquel tiempo Inglaterra tenia las siguientes condiciones que favorecieron a la RI (Heilbroner,1964):

      1.Era la nación más rica del mundo, producto de su superioridad marítima que facilitó el tráfico de esclavos, comercio, guerra y piratería, así como de la explotación de las tierras comunales como consecuencia de lo que se denominó: cercamiento.

      2.La riqueza en Inglaterra había permeado en la sociedad dando lugar a una burguesía comercial y a un pujante mercado de consumo.

      3.Era el centro de un entusiasmo singular por la ciencia y la ingeniería, por ejemplo, en 1660 se fundó la Academia Real de la que Newton fue presidente, y resultó un foco de gran animación intelectual, que impulsó los inventos y un sistema de patentes para estimularlos.

      4.Contaba con inmensas reservas de carbón y mineral de hierro, fuentes de energía para las maquinas.

      5.Era cuna de Inventores, Empresarios y Hombres de Negocios (Businessmans) que trajeron consigo una energía nueva, cuya conducta —guiada por el interés económico, algunas veces político y otras poco ética— puede ser calificada de revolucionaria. Los casos más celebres, fueron los de James Watt y Mathew Boulton quienes formaron la primera empresa fabricante de máquinas de vapor las cuales cuando se acoplaban, por ejemplo, a molinos de harina, elevaban la producción y la productividad de manera importante. Otro caso emblemático de esa época, fue la fábrica de máquinas de hilar fundada por Arkwright y sus socios capitalistas Samuel Need y Jedemiah Strutt .

      Este último punto, es motivo de controversia hasta la fecha, Giddens (1991) llama la atención sobre la borrosa frontera entre el bandido y el hombre de negocios (“businessman”), mientras que Schumpeter (2017) y más recientemente Shultz (1992), señalan la diferencia clara entre el inventor y emprendedor. En términos generales un hombre de negocios es un individuo con capital en busca de ideas, su conducta es oportunista y en el extremo poco ética; mientras que un emprendedor tiene ideas innovadoras, algunas


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