Historia constitucional de Chile. Fernando Jiménez Loosli

Historia constitucional de Chile - Fernando Jiménez Loosli


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el espíritu revolucionario. En una primera fase se buscó una mayor autonomía gubernativa la que posteriormente se transformó en una aspiración a una independencia total en que se consideró el uso de la rebelión y la fuerza como medio necesario para el logro de esos objetivos. Este periodo se extiende aproximadamente desde la prisión y destierro del monarca español Fernando VII en el año 1808 con motivo de la invasión de Napoleón, hasta el año 1818 en que se produjo la derrota de los españoles en Maipú.

      El proceso de emancipación de los territorio o reinos de la Corona de España en América, comenzó a gestarse lentamente conforme al progreso de la mayor educación y bienestar económico logrado por sus colonizadores, lo que permitió la formación de pequeños círculos de intelectuales, comerciantes y agricultores todos los cuales consideraban que el carácter y sistema de limitación de las libertades existentes en sus territorios, constituían un obstáculo para un pleno desarrollo de sus actividades.

      Las primeras manifestaciones de estas inquietudes se expresaron en las colonias conforme a sus propias peculiaridades y, según las características en cada una de ellas, en general, su difusión comenzó a fines del siglo XVII en que los procesos estuvieron marcados por una participación de los principales núcleos aristocráticos y militares.

      En Chile se pueden encontrar muchos factores, hechos y circunstancias que favorecieron un ideal libertario, ya sea con motivo de la crisis de gobernabilidad, de conciencia de pertenencia social, de mayor desarrollo cultural, de obstáculos económicos, de atentados al comercio y otros.

      Todo lo anterior ha permitido que los historiadores hayan dado preeminencia a determinados antecedentes como gravitantes en el proceso de emancipación, formulando distinciones en sus causales, algunas indicadas como remotas de otras inmediatas, así como aquellas generadas como consecuencia del propio devenir de la colonia, de aquellas emanadas de otros continentes.

      Inspirados en esos estudios, distinguiremos, para estos efectos, en causas de carácter social, cultural, políticas y externas.

      La lenta formación de la población chilena iniciada con la unión del español con las mujeres peninsulares y con las indígenas, dio origen, entre otros, a un estamento social constituido por los criollos quienes, paulatinamente, comenzaron a tener conciencia de su rol en la sociedad chilena y su gravitación en las actividades de la colonia, de modo que se fueron apegando más a su tierra y a su cultura con lo cual cultivaron sentimientos de orgullo y honor.

      Sin embargo, la actitud generalmente despótica y despreciativa del peninsular con respecto al criollo, a quien consideraban de inferior nivel social, generó una mutua antipatía, no sólo en el ámbito social, sino en otros campos como el comercio, la milicia o los cargos públicos en que la preferencia estaba destinada al español.

      Estos hechos constituyeron fermento de un profundo antagonismo pues el criollo estimaba que el peninsular era un foráneo que, abusivamente, se apropiaba de las riquezas y ello generó el inicio de la idea de la emancipación.

      Al finalizar la colonia, descendientes de españoles, principalmente de origen castellano vasco, dedicados al comercio y a la agricultura dueños de la tierra del capital y de las industrias, constituían una fuerte clase social aristocrática, muy ligada entre sí, quienes también comenzaron a considerar la conveniencia, para sus intereses, de una mayor libertad y participación en el gobierno.

      El proceso cultural de la población chilena se inició en la colonia por obra de la Iglesia Católica con sus escuelas, colegios y universidades pontificias. La autoridad civil implantó medidas que permitieron el desarrollo de la enseñanza mediante la creación de establecimientos educacionales laicos y bibliotecas.

      Debido a esta política educacional, se formó un segmento social con mayor cultura y educación que expresó sus pensamientos en obras literarias y escritos en que exaltaron la riqueza y valor humano de la población así como del potencial económico del país, tales como Pedro de Oña, Alonso de Ovalle, Francisco Nuñez de Pineda, el abate Ignacio Molina, entre otros.

      Muchas familias pudientes enviaban a sus hijos a estudiar en Europa, donde se imbuyeron de las filosofías e ideologías libertarias, así como del conocimiento de sistemas políticos, formas de gobierno, formas de vida laica, alternando con políticos y filósofos que contrastaban con el imperante en el régimen colonial.

      Especial importancia tuvo en el proceso cultural las ideas de la ilustración, movimiento filosófico que se inició en el siglo XVIII en Europa, especialmente en Inglaterra, Francia y Alemania, y cuyos pensadores sostenían que el conocimiento humano era capaz de combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía. Comenzó así a formarse un espíritu crítico y reformista que fue alimentado con la llegada de libros tales como la Enciclopedia de Diderot y D´Alambert, el Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau, el Espíritu de las Leyes de Montesquieu, la Historia Filosófica y Política de las Dos Indias de Guillaume Thomas Raynal y otros que, aunque leídos por un número reducido de criollos, constituyeron un sustento de las ideas emancipadoras 47.

      El gobierno en América se sustentaba en el principio admitido y no discutido, de su pertenencia directa al dominio de la Corona de España y no al Reino del mismo y, por ello, con motivo de la invasión de Napoleón a la península en el año 1808, con la consecuente prisión y destierro del rey Fernando VII, se entendió que, no pudiendo éste gobernar, el poder político había vuelto a la comunidad, con lo cual la concepción de la autoridad del monarca se debilitó y perdió fuerza.

      Como consecuencia de ello, tanto en España como en América, se legitimó la instalación de gobiernos locales con autoridades electas por sus propios habitantes como ocurrió con la Juntas de Sevilla y Cádiz. La Junta Central instalada en Aranjuez y por orden impartida el 7 octubre 1808, exigió a las provincias de América el reconocimiento de su autoridad como depositaria del poder real mientras durase el cautiverio de Fernando VII. El 27 enero 1809 el cabildo de Santiago prestó declaración de reconocimiento al nuevo gobierno de la monarquía. Los demás cabildos del reino fueron haciendo unos en pos de otros, el mismo reconocimiento.48

      Sin embargo, a medida que se fue desarrollando la conciencia de la capacidad de auto gobierno, los criollos reclamaron otros derechos como el desempeño de los cargos administrativos, judiciales y las mayores libertades personales y de comercio rebelándose en contra del despotismo del gobierno de la corona.

      La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norte América efectuada el 4 julio 1776, constituyó para los criollos un importante ejemplo de emancipación, especialmente por la concepción de un gobierno surgido de la voluntad popular y la existencia de un poder político sustentado en la división tripartita propiciada por Montesquieu.

      La mayor libertad de comercio y navegación de las naves de Norteamérica, permitió a éstas arribar a puertos chilenos tanto por razón de comercio, como para autoabastecerse, como el caso de embarcaciones dedicadas a la caza de la ballena en el océano Pacífico. Ello facilitó que sus tripulantes alternaran con los habitantes e intercambiaran conocimientos de las realidades de sus países, estimulando así sus sentimientos de independencia. Muchas de estas ideas se encuentran incorporadas en instrumentos políticos de inicio de la República, como ocurre con el Reglamento Constitucional de 1812.

      Asimismo, Inglaterra con el afán de debilitar el poder de la autoridad de España en América que permitiera su expansión más allá del hemisferio norte y lograr un desarrollo mayor de su comercio marítimo, empleó medios materiales e intelectuales para propagar las bondades de la emancipación, para lo cual otorgó abundante ayuda a los revolucionarios de América, como es el caso de Francisco de Miranda, inspirador de Bernardo O’Higgins y otros próceres americanos.

      El


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