Del Estado al parque: el gobierno del crimen en las ciudades contemporáneas. Fernando León Tamayo Arboleda
Espacio público y eficiencia. La ambivalencia de las acciones de prevención y reacción
4. GEOGRAFÍA URBANA, REFORMA INSTITUCIONAL Y MULTIESCALARIDAD EN EL GOBIERNO DEL CRIMEN
CAPÍTULO III. EL SISTEMA PUNITIVO Y LA RECONFIGURACIÓN DEL ENCIERRO
1. EFICIENCIA, FUERZA Y CRIMINALIDAD CALLEJERA
Sistema punitivo y guerra
Proceso sumario y eficiencia penal
Flagrancia y control de la criminalidad callejera
La eficiencia autoritaria: la pena y el gobierno del miedo en la ciudad
Eficiencia, civilidad y violencia
2. ENCIERRO Y GOBIERNO DEL CRIMEN
El encierro al aire libre y la crisis del sistema de restricción de la libertad
Política criminal y crisis del sistema carcelario
Mecanismos locales de encierro y seguridad ciudadana: Bogotá en medio de la crisis del sistema de restricción de la libertad
3. PREVENCIÓN Y REACCIÓN: LA HIBRIDACIÓN PUNITIVA DE LO LOCAL Y LO NACIONAL
CAPÍTULO IV. ÉTICA Y ESTÉTICA DEL GOBIERNO DEL CRIMEN
1. ÉTICA DEL GOBIERNO DEL CRIMEN
Del enemigo político al incivilizado
El proyecto local de reforma moral
Mejoramiento de la institucionalidad y fortalecimiento de la civilidad
2. ESTÉTICA DEL GOBIERNO DEL CRIMEN
El proyecto de reforma urbana
La estética arquitectónica
La estética simbólica
La estética cartográfica
3. APRENDER A USAR LA CIUDAD: DISEÑO DE LA VIDA URBANA Y CONTROL DEL CRIMEN
CAPÍTULO V. EL GOBIERNO DEL CRIMEN EN LAS CIUDADES CONTEMPORÁNEAS
1. GOBERNANDO EL CRIMEN EN LA CIUDAD NEOLIBERAL
2. GOBERNANDO EL CRIMEN EN LA CIUDAD TARDOMODERNA
3. GOBERNANDO EL CRIMEN EN LA CIUDAD EN CONFLICTO
4. CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES: EL GOBIERNO DEL CRIMEN ENTRE LO GLOBAL, LO NACIONAL Y LO LOCAL
BIBLIOGRAFÍA
EL AUTOR
Nunca es fácil agradecer a todas las personas que contribuyen a la finalización de un proyecto de investigación —y de vida—como el que aparece a continuación, porque la memoria falla y el espacio escasea. Sin embargo, y adelantando una disculpa para aquellos que a pesar de haber contribuido quedan afuera de este pequeño mensaje, no puedo evitar escribir unas palabras para quienes estuvieron siempre presentes, resaltando que su orden de aparición tiene menos que ver con su importancia que con la velocidad de mi memoria, pues el solo hecho de aparecer aquí los hace imprescindibles en mi vida.
Sin duda, Libardo Ariza aparece como gran artífice de las virtudes del texto y como víctima principal de sus errores. Según creo, él me enseñó todo lo que pudo y de él surgieron las mejores cosas que aparecen en la investigación y, aunque a través de este escrito me tomo la libertad de declararlo culpable de mis faltas, también debo decir que él supo advertírmelas en su momento y fue mi terquedad —o falta de comprensión— la que me hizo persistir en ellas. Con todo, más que su enorme apoyo a nivel académico, le agradezco el haberse convertido en un amigo incondicional.
Este acompañamiento que encontré en Libardo fue replicado por muchas personas, que como profesores o colegas hicieron lo propio, escoltando mi aventura investigativa desde el punto de vista académico y personal. Entre los profesores que estuvieron siempre como guías y amigos debo destacar a Mariana Valverde, Juan Oberto Sotomayor, Manuel Iturralde, Juan Carlos Álvarez, Miguel Malagón y Farid Benavides. Así mismo, aunque su aparición fue más esporádica, no puedo olvidar a los profesores Isabel Cristina Jaramillo, Daniel Bonilla, Martha Zapata Galindo y Alfonso Cadavid. Entre los que han sido mis colegas existen tantas personas que es casi imposible mencionarlos a todos, pero por su apoyo incondicional, las discusiones académicas que tuve con ellos, y sobre todo por tolerarme, debo mencionar, por lo menos, a Olga Velásquez, Esteban Isaza, David Orrego, Rafael Tamayo, David Luna, Ricky Ortiz, Tania Luna, Norberto Hernández, Juan Carlos Martínez, Jorge Mario “El Canchero” Cárdenas, Juan Esteban Vásquez, Giancarlo “Fleet Commander” Fiorella, Fernando Ávila, Lu Ghiberto, Valentín Pereda, Gabriel Rojas, Olga Cabeza y Alma Beltrán.
Finalmente, no puedo cerrar esta corta misiva sin agradecer a mi familia —aunque muchos de los anteriores podrían ser incluidos en este rubro—, porque ella fue artífice de todo lo que soy y lo que hago. Mis padres (Fabio y Liliana), mi hermana (Ana María), mi abuela (Inés) y mi tía (Gloria) quienes ya vienen aguantándome hace tres décadas, y mi compañera (Lina María) quien, a su propio riesgo, asumió dicha labor desde hace un lustro y ha sido, además, lectora incansable y crítica salvaje. (Sin dejar de lado a mi familia de acogida en Mississauga: Carlos Mario, Zara, Camilo y Laura). A todos ellos, y a aquellos cuyo nombre no aparece en estas páginas, pero sí en mi vida, muchas gracias por hacer del mundo un lugar más agradable.
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