El Criterio. Balmes Jaime Luciano

El Criterio - Balmes Jaime Luciano


Скачать книгу
la hoz no siega si no es aplicada al tallo. Algunas veces se le ofrecen los objetos al espíritu sin que atienda; como sucede ver sin mirar, y oir sin escuchar; pero el conocimiento que de esta suerte se adquiere, es siempre lijero, superficial, á menudo inexacto, ó totalmente errado. Sin la atencion estamos distraidos, nuestro espíritu se halla, por decirlo así, en otra parte; y por lo mismo no ve aquello que se le muestra. Es de la mayor importancia adquirir un hábito de atender á lo que se estudia ó se hace; porque, si bien se observa, lo que nos falta á menudo no es la capacidad para entender lo que vemos, leemos ú oimos, sino la aplicacion del ánimo á aquello de que se trata.

      Se nos refiere un suceso, pero escuchamos la narracion con atencion floja, intercalando mil observaciones y preguntas, manoseando ó mirando objetos que nos distraen; de lo que resulta que se nos escapan circunstancias interesantes, que se nos pasan por alto cosas esenciales, y que al tratar de contarle á otros, ó de meditarle nosotros mismos para formar juicio, se nos presenta el hecho desfigurado, incompleto, y así caemos en errores que no proceden de falta de capacidad, sino de no haber prestado al narrador la atencion debida.

      § II

Ventajas de la atencion é inconvenientes de su falta

      Un espíritu atento multiplica sus fuerzas de una manera increible; aprovecha el tiempo atesorando siempre caudal de ideas; las percibe con mas claridad y exactitud; y finalmente las recuerda con mas facilidad, á causa de que con la continua atencion estas se van colocando naturalmente en la cabeza de una manera ordenada.

      Los que no atienden sino flojamente, pasean su entendimiento por distintos lugares á un mismo tiempo; aquí reciben una impresion, allí otra muy diferente, acumulan cien cosas inconexas que léjos de ayudarse mutuamente para la aclaracion y retencion, se confunden, se embrollan y se borran unas á otras. No hay lectura, no hay conversacion, no hay espectáculo, por insignificantes que parezcan, que no nos puedan instruir en algo. Con la atencion notamos las preciosidades y las recogemos; con la distraccion dejamos quizá caer al suelo el oro y las perlas como cosa baladí.

      § III

Cómo debe ser la atencion. Atolondrados y ensimismados

      Creerán algunos que semejante atencion fatiga mucho; pero se equivocan. Cuando hablo de atencion no me refiero á aquella fijeza de espíritu con que este se clava, por decirlo así, sobre los objetos; sino de una aplicacion suave y reposada, que permite hacerse cargo de cada cosa, dejándonos empero con la agilidad necesaria para pasar sin esfuerzo de unas ocupaciones á otras. Esta atencion no es incompatible ni con la misma diversion y recreo, pues es claro que el esparcimiento del ánimo no consiste en no pensar, sino en no ocuparse de cosas trabajosas, y en entregarse á otras mas llanas y lijeras. El sabio que interrumpe sus estudios profundos saliendo á solazarse un rato con la amenidad de la campiña, no se fatiga, ántes se distrae, cuando atiende al estado de las mieses, á las faenas de los labradores, al murmullo de los arroyos, ó al canto de las aves.

      Tan léjos estoy de considerar la atencion como abstraccion severa y continuada, que muy al contrario cuento en el número de los distraidos, no solo á los atolondrados sino tambien á los ensimismados. Aquellos se derraman por la parte de afuera, estos divagan por las tenebrosas regiones de adentro; unos y otros carecen de la conveniente atencion, que es la que se emplea en aquello de que se trata.

      El hombre atento posee la ventaja de ser mas urbano y cortes; porque el amor propio de los demas se siente lastimado, si notan que no atendemos á lo que ellos dicen. Es bien notable que la urbanidad ó su falta, se apelliden tambien atencion ó desatencion.

      § IV

Las interrupciones

      Ademas son pocos los casos, aun en los estudios serios, que requieren atencion tan profunda que no pueda interrumpirse sin grave daño. Ciertas personas se quejan amargamente si una visita á deshora, ó un ruido inesperado, les cortan, como suele decirse, el hilo del discurso: esas cabezas se parecen á los daguerreótipos, en los cuales el menor movimiento del objeto, ó la interposicion de otro extraño, bastan para echar á perder el retrato ó paisaje. En algunas será tal vez un defecto natural, en otras una afectacion vanidosa por hacerse del pensador, y en no pocas falta de hábito de concentrarse. Como quiera, es preciso acostumbrarse á tener la atencion fuerte y flexible á un mismo tiempo, y procurar que la formacion de nuestros conceptos no se asemeje á la de los cuadros daguerreotipados, sino de los comunes; si el pintor es interrumpido, suspende sus tareas; y al volver á proseguirlas no encuentra malbaratada su obra; si un cuerpo le hace importuna sombra, en removiéndole, lo deja todo remediado2.

      CAPÍTULO III

ELECCION DE CARRERA

      § I

Vago significado de la palabra Talento

      Cada cual ha de dedicarse á la profesion para la que se siente con mas aptitud. Juzgo de mucha importancia esta regla; y abrigo la profunda conviccion de que á su olvido se debe el que no hayan adelantado mucho mas las ciencias y las artes. La palabra talento expresa para algunos, una capacidad absoluta; creyendo equivocadamente que quien está dotado de felices disposiciones para una cosa lo estará igualmente para todas. Nada mas falso; un hombre puede ser sobresaliente, extraordinario, de una capacidad monstruosa para un ramo, y ser muy mediano y hasta negado con respecto á otros. Napoleon y Descártes son dos genios; y sin embargo en nada se parecen. El genio de la guerra no hubiera comprendido al genio de la filosofía; y si hubiesen conversado un rato, es probable que ambos habrian quedado poco satisfechos, Napoleon no le habria exceptuado entre los que con aire desdeñoso apellidaba ideólogos.

      Podria escribirse una obra de los talentos comparados, manifestando las profundas diferencias que median aun entre los mas extraordinarios. Pero la experiencia de cada dia nos manifesta esta verdad de una manera palpable. Hombres oimos que discurren y obran sobre una materia con acierto admirable; al paso que en otra se muestran muy vulgares, y hasta torpes y desatentados. Pocos serán los que alcancen una capacidad igual para todo; y tal vez pudiérase afirmar que nadie; pues la observacion enseña que hay disposiciones que se embarazan, y se dañan recíprocamente. Quien tiene el talento generalizador no es fácil que posea el de la exactitud minuciosa; el poeta que vive de inspiraciones bellas y sublimes, no se avendrá sin trabajo con la acompasada regularidad de los estudios geométricos.

      § II

Instinto que nos indica la carrera que mejor se nos adapta

      El Criador, que distribuye á los hombres las facultades en diferentes grados, les comunica un instinto precioso que les muestra su destino: la inclinacion muy duradera y constante hácia una ocupacion, es indicio bastante seguro de que nacimos con aptitud para ella; así como el desvío y repugnancia que no puede superarse con facilidad, es señal de que el Autor de la naturaleza no nos ha dotado de felices disposiciones para aquello que nos desagrada. Los alimentos que nos convienen se adaptan bien á un paladar y olfato, no viciados por malos hábitos ó alterados por enfermedad; y el sabor y olor ingratos nos advierten cuáles son los manjares y bebidas que por su corrupcion ú otras calidades, podrian dañarmos. Dios no ha tenido ménos cuidado del alma que del cuerpo.

      Los padres, los maestros, los directores de los establecimientos de educacion y enseñanza, deben fijar mucho la atencion en este punto, para precaver la pérdida de un talento, que bien empleado, podria dar los mas preciosos frutos, y evitar que no se le haga consumir en una tarea para la cual no ha nacido.

      El mismo interesado ha de ocuparse tambien en este exámen; el niño de doce años tiene por lo comun reflexion bastante para notar á qué se siente inclinado, qué es lo que le cuesta ménos trabajo, cuáles son los estudios en que adelanta con mas facilidad, cuáles las faenas en que experimenta mas ingenio y destreza.

      § III

Experimento para discernir el talento peculiar de cada niño

      Seria muy conveniente que se ofreciesen á la vista de los niños objetos muy variados, conduciéndolos á visitar establecimientos donde la disposicion particular de cada uno pudiese ser excitada con la presencia de lo que mejor se le adapta. Entónces, dejándolos abandonados á sus instintos, un observador inteligente formaria desde luego diferentes clasificaciones. Exponed la máquina de un reloj á


Скачать книгу

<p>2</p>

Pág. 10. – Los hombres mas insignes en el mundo científico se han distinguido por una gran fuerza de atencion; y algunos de ellos por una abstraccion que raya en lo increible. Arquimedes ocupado en sus meditaciones y operaciones geométricas, no advierte el estrépito de la ciudad tomada por los enemigos. Vieta pasa sin interrupcion dias y noches absorto en sus combinaciones algebráicas y no se acuerda de sí propio, hasta que le arrancan de tamaña enajenacion sus domésticos y amigos; Leibnitz malbarata lastimosamente su salud, estando muchos dias sin levantarse de la silla. Esta abstraccion extraordinaria es respetable en hombres que de tal suerte han enriquecido las ciencias con admirables inventos; ellos tenian verdaderamente una mision que cumplir, y en cierto modo era excusable que á tan alto objeto sacrificaran su salud y su vida. Pero aun en los genios mas eminentes no ha estado reñida la intensidad de la atencion con su flexibilidad: Descartes estaba elaborando sus colosales concepciones entre el estruendo de los combates; y cuando cansado de la vida militar se retiró del servicio en que se habia alistado voluntariamente, continuó viajando por los principales paises de Europa. Con semejante tenor de vida, es muy probable que el ilustre filósofo habia sabido enlazar la intensidad con la flexibilidad de la atencion, y que no seria tan delicado en la materia como Kant, de quien se dice, que el solo desarreglo ó cambio de un boton en uno de sus oyentes era capaz de hacerle perder el hilo del discurso. Esto no es tan extraño si se considera que el filósofo aleman jamas salió de su patria, y que por tanto no debió de acostumbrarse á meditar sino en el retiro de su gabinete. Pero sea lo que fuere de las rarezas de algunos hombres célebres, importa sobre manera esforzarse en adquirir esa flexibilidad de atencion que puede muy bien aliarse con su intensidad. En esto como en todas las cosas puede mucho el trabajo, la repeticion de actos, que llegan á engendrar un hábito que no se pierde en toda la vida. Acostumbrándose á pensar sobre cuantos objetos se ofrecen, y á dar constantemente al espíritu una direccion seria, se consigue lentamente, y sin esfuerzo, la conveniente disposicion de ánimo, ya sea para fijarse largas horas sobre un punto, ya para hacer suavemente la transicion de unas ocupaciones á otras. Cuando no se posee esta flexibilidad, el espíritu se fatiga y enerva con la concentracion excesiva ó se desvanece con cualquiera distraccion; lo primero, á mas de ser nocivo á la salud, tampoco suele servir mucho para progresar en la ciencia; y lo segundo inutiliza el entendimiento para los estudios serios. El espíritu como el cuerpo ha menester un buen régimen; y en este régimen hay una condicion indispensable: la templanza.