Juramento Vaquero: Parte Tres. L.G. Castillo
Huh. ¿Y quién comenzó la pelea? —Baker garabateo en su libreta.
—Bueno, estaba ocupado con un par de clientes, y no vi realmente quien dio el primer golpe. Lo único que vi fue a Cody en el piso y a Dillon tratando de patearlo.
—Él le pegó a Chase, papá —Balbuceo Dillon, sus palabras apenas se entendían. Levantándose, escupió sangre y gruñó. —Creo que perdí un par de dientes.
—Suena como defensa propia para mí —dijo Baker mientras cerraba su libreta abruptamente— Bo, ponle las esposas a Cody y enciérralo.
—Ahora, espere un momento sheriff —Travis levanto su mano— Tus hijos estaban lanzando puñetazos a Cody. Difícil decir que fue defensa propia cuando son tres contra uno.
Hubo un murmullo de voces que provenían de El Dixie. Un par de hombres asintieron de acuerdo con Travis. Sus murmullos me dieron esperanza de que tal vez Baker me dejaría ir.
—Los chicos Baker llegaron muy lejos esta vez. Deben haber hecho algo muy grave para poner así a Cody.
—Escuche que Seth tenía su ojo puesto en Cassie desde hace un tiempo.
—Mi esposa escuchó que Seth embarazó a la hija del pastor Dan. Ella se encargó de ese problema muy rápido…si entiendes lo que digo.
—Las re-elecciones se acercan. No se ve bien para el sheriff.
Los labios de Baker se presionaron formando una línea fina mientras miraba a Travis. Esperaba que él no se metiera en problemas por tratar de salvar mi trasero.
—Ya que no viste quien comenzó esto —dijo él, poniendo su mejor sonrisa de campaña— tendré que hablar con algunos de tus patrones para entender la secuencia de eventos. Mientras tanto, encerraremos a Cody y a mis hijos.
—¡Pero, papá! —Chase y Dillon gritaron al unísono.
Seth gruñó mientras se levantaba y miraba a su padre.
—¡Cállense! —Gritó Baker— Primero, necesitare llevar a los chicos al hospital para chequearlos —continuo— Es protocolo estándar para alguien que ha sido lastimado.
—¿Qué hay de Cody? Él también está lastimado —Dijo Mike.
—Se ve bien para mí. Lo limpiaremos luego de arrestarlo.
Acero frío golpeo mis muñecas mientras Bo me colocaba las esposas. Travis se encogió de hombros y articuló “Lo siento” mientras me escoltaban a la patrulla.
—Te sacaré tan pronto como pueda, Cody —Había duda en la voz de Mike. Ambos sabíamos que había poca chance de que tuviese una audiencia justa. De alguna manera, Baker encontraría a alguien en El Dixie que dijese que yo comencé la pelea, ya que era la verdad. Él probablemente también haría que el juez pusiese una fianza tan alta que Mike no sería capaz de juntar la plata…no es que alguna vez fuese a dejar que gastase un peso de su plata para sacarme. Solo esperaba que no tuviese que quedarme en prisión por mucho tiempo.
—No te preocupes por mí. ¡Cuida de Cassie! —Grité mientras Bo me metía en su patrulla y cerraba la puerta de un portazo.
A través de la ventana cubierta de polvo, vi como Bo ayudaba a Seth y Dillon a subir al auto de Baker. Seth hacia una mueca con cada paso que daba. En ese momento, me sentí un poco satisfecho.
El sentimiento desapareció cuando pensé en Cassie. Me apoye en el asiento, exhausto. Mientras Bo conducía en silencio hacia la prisión del condado, el remordimiento me golpeó. No por lo que le hice a Seth y sus hermanos. Ellos merecían lo que les di y más. Mi único arrepentimiento era que no iba a poder estar ahí para Cassie. Y recé porque ella me perdonase por no estar ahí para ella cuando más me necesitaba.
Capítulo 3
Cassie
La sombra de Seth se cernía sobre mí. Él estaba aquí. ¡Seth todavía estaba aquí!
—Aléjate de mí —Mi voz era un susurro frenético.
El aliento caliente de Seth golpeaba mi cara. Gemí, luchando para liberarme. ¡No! No otra vez. No lo sobreviviré.
La risa de Dillon y Chase hacía eco en la habitación.
El cuerpo transpirado de Seth presionado sobre mí. Luego sentí a alguien tirando de mis brazos.
—¡No! —Me retorcí, respirando en cortos y dolorosos borbotones. Yo estaba en mi habitación. Estaba vacía.
Presionando mis palmas sobre mi cara, trate de borrar el recuerdo de lo que me había hecho Seth. Todavía podía sentir la manera en que sus manos y sus labios trepaban sobre mi cuerpo. Su colonia barata y su transpiración se aferraron a mí. ¿Por qué todavía podía olerlo? Necesitaba tomar una ducha para lavar su olor, para olvidar.
Con esfuerzo forzado, me senté y todo comenzó a girar. Hice una pausa, esperando que la habitación dejase de girar. Cuando finalmente me paré, no había sensación en mis piernas. Era como si no hubiese nada manteniéndome parada, y caí al piso.
—Chile, ¿estás bien ahí dentro? —El golpeteo del bastón de Willa Mae sonó desde la otra habitación.
Una sombra oscura se deslizo dentro de la habitación. Manos callosas tocaron mis brazos. Grité.
No era un sueño. ¡Seth está de vuelta! ¡Él volvió!
—¡No me toques! —Mi mano amoratada golpeó su pecho musculoso. Luché contra la piedra inamovible que me abrazó, desesperada por escapar. Un par de crueles ojos grises me miraron hambrientos. Me golpeé contra él, arañé el rostro ensombrecido, desesperada por escapar.
—Cassie soy yo —Los brazos de la voz aflojaron su agarre.
—¡Aléjate de mí! —Traté desesperadamente de escapar de la sombra, pero mis piernas no se movían.
—Soy yo. Mike. Cariño, mírame —Una mano me alcanzó, tocando mi mejilla. Lloriqueé.
—Está bien, Chile. Estas a salvo ahora —Hubo un clic y la luz inundó el dormitorio. Junto al interruptor de la luz estaba Willa Mae.
Parpadeé, y la sombra desapareció, reemplazada por ojos azules amables.
—¿Mike? —Rompí en llanto.
—Shh, todo está bien ahora. Nosotros te vamos a cuidar —dijo él— Déjame ayudarte a levantarte. ¿Puedo poner mi brazo alrededor de tu cintura para que te apoyes en mí?
Asentí con la cabeza.
Él me estudió, midiendo mi reacción mientras lentamente colocaba su brazo alrededor de mi cintura. Agarrándolo por el hombro, cojeé hasta la cama, haciendo una mueca ante las mil agujas que pinchaban mis piernas al despertar.
Mike se tomó su tiempo para ponerme cómoda, colocando un par de almohadas detrás de mi cabeza. Él me miró, con la cara arrugada por la preocupación. Sus ojos se detuvieron cuando tomaron mis brazos y mis muslos. Tragó saliva a la vista.
—Necesitamos llevarte a un hospital —Se atragantó.
Eché un vistazo a las marcas rojas con forma de huellas de manos en mis brazos y piernas. Había una delgada línea de sangre seca que viajaba por mi muslo interno hasta mi rodilla.
Mi cara se puso caliente de vergüenza. Rápidamente, alcancé la sábana, tirándola sobre las piernas que parecían estar siendo usadas como un saco de boxeo. Los movimientos me hicieron estremecer de nuevo. Incluso mi cara dolía.
Me volví hacia el gran espejo del tocador y respiré por lo que vi. No reconocí los asustados ojos marrones que me devolvían la mirada. Con dedos temblorosos y manchados de sangre, toqué los verdugones rojos de mis mejillas y mis labios hinchados y magullados. Estaban hinchados y tiernos.
—Chile, vamos a llevarte al hospital.