Rebaños. Stephen Goldin

Rebaños - Stephen  Goldin


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      Garnna creó otra red, esta vez más pequeña. Recorrió todo el planeta con su mente, buscando señales de inteligencia. Su búsqueda tuvo éxito al instante. Luces empezaron a brillar durante la noche, indicado la presencia de grandes ciudades. Un gran número de ondas de radio, moduladas artificialmente, cruzaban la atmósfera por todas partes. Las siguió hasta su origen encontrando torres y edificios altos. Y encontró criaturas responsables de aquellas ondas de radio, de la construcción de los edificios y de las luces. Caminaban derechos sobre sus dos piernas con sólidos, sin ninguna armadura como los Zartic. Eran más bajos, quizás tan sólo la mitad que los Zarticku, y la mayor parte de su pelo se concentraba en sus cabezas. Observó sus hábitos alimenticios y se dio cuenta de que eran omnívoros. Para una raza herbívora como la Zarticku, tales criaturas parecían ser crueles y maliciosas por naturaleza, más peligrosos que otras especies. Pero por lo menos eran mejores que los feroces carnívoros. Garnna había visto un par de sociedades carnívoras, donde las matanzas y destrucción ocurrían a diario, y el mero pensamiento sobre ellos lo estremeció. Deseó que toda la vida en el universo fuera herbívora. Se suponía que sus prejuicios personales no debían interferir en sus obligaciones. Su trabajo ahora era el de observar aquellas criaturas durante el período de tiempo que le permitiera volver en un futuro estudio.

      Tomó nota sobre estas criaturas, especificando que parecían tener el instinto de rebaño más que el actuar como individuos solitarios. Se congregaban en grandes ciudades y parecían hacer la mayoría de cosas en multitudes. Tenían el potencial de poder vivir solos, pero no lo utilizaban mucho.

      Se concentró otra vez a fin de prepararse para realizar observaciones con más detalle. Hizo zoom en la superficie de aquel mundo. Sin duda, las criaturas eran diurnas o si no, no hubieran necesitado luces en sus ciudades, por lo que se fijo en un lugar del hemisferio de día para observar. No le importaba ser visto por los nativos; el método Zartic de exploración del espacio se encargaría de protegerlo.

      Básicamente, ese método separaba por completo el cuerpo de la mente. Se tomaban sustancias para ayudar con la disociación, mientras el Explorador permanecía tranquilo en la máquina. Cuando la separación ocurría, la máquina se encargaba de todos los aspectos mecánicos de las funciones del cuerpo —el latir del corazón, la respiración, la nutrición, etcétera. La mente, mientras tanto, era libre de vagar a su gusto.

      Pocos límites habían sido descubiertos. La velocidad en la que se podía “viajar” —si, de hecho, se podía ir a alguna parte— era tan rápida que no se podía medir; teóricamente´podía ser incluso infinita. Cualquier mente podría concentrarse hasta el tamaño de una única partícula subatómica, o expandirse para cubrir amplias áreas del espacio. Podría detectar radiación electromagnética en cualquier parte del espectro. Y lo mejor de todo desde el punto de vista de un Zarticku, es que no podía ser detectado por ningún sentido físico. Era un fantasma el cual no podía ser visto, escuchado, olido, probado o tocado. Todo ello lo hacía el vehículo ideal con el que explorar el universo más allá de la atmósfera de Zarti.

      Garnna se detuvo en un lugar donde la tierra estaba preparada para el cultivo. Las granjas eran variadas, pero en las pocas sociedades en las que había investigado, tanto la forma como las funciones eran siempre las mismas. Aquellas criaturas araban el campo con herramientas sencillas llevadas por un herbívoro de dos cuernos a su servicio. Aquel estado primitivo de agricultura no parecía coherente con una civilización que podía producir tales ondas de radio. A fin de resolver aquella paradoja, Garnna decidió entrar en contacto con uno de los nativos.

      Había otra ventaja de aquel sistema. Parecía que tenía la habilidad de “escuchar” los pensamientos de otras mentes. Se trataba de telepatía, pero en un sentido restrictivo ya que trabajada tan sólo en un sentido. Garnna era capaz de escuchar los pensamientos de los otros, pero él resultaba indetectable.

      Aquel fenómeno no resultó de tanta ayuda como era pensado. Los individuos inteligentes pensaban parcialmente en palabras de su propio idioma, pero también en conceptos abstractos y en imágenes visuales. Los pensamientos llegaban muy rápidamente y desaparecían para siempre. Diferentes especies poseían distintas formas de pensamiento primitivos según las diferencias en sus inputs sensoriales. Y dentro de una misma raza, cada individuo tenía su propio código privado de símbolos.

      La lectura de la mente, por lo tanto, tendía a ser algo meticuloso y muy frustrante. Garnna tenía que superar montañas de impresiones sinsentido que lo bombardeaban a un nivel insoportable en cada idea. Con suerte, podría leer algunas emociones generales y aprender unos pocos conceptos básicos que existían dentro de la mente contactada. Tenía experiencia en aquel procedimiento, y no tenía miedo del trabajo duro si era por el bien del Rebaño, por lo que se metió de lleno en ello.

      Tras varios intentos y conjeturas varias, Garnna fue capaz de ajuntar cada una de las pequeñas piezas de aquel mundo. Tan sólo había una raza inteligente en ella, pero estaba dividida en varias culturas. Varios patrones constantes emergieron en casi todas ellas. Allí los grupos generalmente consistían de unos pocos adultos, normalmente relacionados entre ellos o sus parejas, y sus hijos. El propósito de aquellos grupos estaban más orientados hacia la educación de los jóvenes que la de proporcionar seguridad a cada uno de sus miembros. Parecía que habían algunos individuos que sobrevivían sin ningún grupo. El Rebaño era un concepto más abstracto que en Zarti.

      Aprendió, también, que algunas culturas del planeta eran más ricas que otras. El más rico podría encontrarse en el lado nocturno del planeta. En aquella particular cultura, muchas de las cosas hechas a mano en realidad lo eran por máquinas, y se suponía que tenía que haber comida para todos. La idea que una porción del Rebaño podía estar sobrealimentada mientras que otra pasar hambre resultaba cruel para un Zartic. Intentó reprimir sus emociones una vez más. Estaba ahí solamente para observar, y debía hacerlo lo mejor posible.

      Decidió investigar aquella cultura ultra rica. Evaluando aquellas criaturas como una amenaza en potencia para el Rebaño, sus superiores tan sólo estarían interesados en sus capacidades superiores. No importaría en absoluto lo que hicieran las culturas más pobres si el rico poseía un método de viaje interestelar con objetivo militar.

      Con tal velocidad de pensamiento, Garnna pasó volando por una enorme extensión de océano y llegó al hemisferio nocturno. Encontró enseguida varias grandes ciudades costeras con luces que resplandecían ante él. Aquellas criaturas debían ser diurnas, pues sin duda no les gustaba el efecto de la oscuridad en sus vidas. Había partes de las ciudades que brillaban como el día, y un lugar en una de las ciudades donde una multitud de criaturas se habían reunido sobre unos asientos para ver algo que ocurría en una zona mientras un número menor de criaturas se movías por un campo alargado. La forma era parecida a lo que había visto en numerosos otros mundos, en especial donde omnívoros y carnívoros eran dominantes y en una constante competición. En lugar de dividirse en lo que hubiera supuesto una ventaja para el Rebaño, tal como se hubiera hecho en Zarti, aquellas criaturas se juntaban para competir, donde los vencedores lo ganaron todos y los perdedores nada. Aunque lo intentó Garnna no pudo comprender del todo lo que aquella competición significaba para aquellas criaturas.

      Siguió. Observó los edificios de los nativos y los encontró mejores que los de Zarti en muchas maneras. Las máquinas para transporte también eran avanzadas, siendo tanto eficientes como capaces de viajar a grandes velocidades. Pero se dio cuenta que quemaban carburantes químicos para moverse. Por eso, aunque fuera temporal, hizo que quitara esas criaturas de la lista de amenazas. Obviamente no usarían dichos carburantes químicos si hubieran descubierto métodos más eficientes para utilizar la energía nuclear, pues ninguna raza sería capaz de viajar a través de las estrellas utilizando tan sólo carburantes químicos. Estas criaturas deben conocer la existencia de la energía nuclear —de hecho, a juzgar por su amplia tecnología, Garnna se habría sorprendido si no la conocieran— pero era un salto demasiado grande desde donde se encontraban hasta los viajes interestelares; los Zarticku no necesitan preocuparse de esta raza en un futuro próximo. Incluso si los Zarticku no hubieran perfeccionado todavía los viajes interestelares.

      Pasó la mayor parte del tiempo recogiendo materiales que necesitaría para su informe. Como siempre, había una sobreabundancia


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