La ciencia y los monstruos. Luis Javier Plata Rosas
en ese entonces, para los noruegos, las brujas eran tan comunes como lo son para nosotros los encuentros con ángeles y extraterrestres.
Gracias al diligente trabajo de Hans Hanssen Lilienskiold, funcionario público responsable de la administración del distrito de Finnmark entre 1684 y 1701, sabemos con lujo de detalle todo lo concerniente a los juicios de brujas. Lilienskiold reunió todos los testimonios, las confesiones, las sentencias y los demás datos relativos a cada una de los cientos de mujeres acusadas de brujería en un libro escrito a mano e ilustrado al que tituló Speculum Boreale. Esta obra fue presentada a Federico IV de Dinamarca, por ese entonces rey de Noruega, y publicada después por distintos editores, incluida una impresión reciente en 1998.
En nuestra historia, lo más relevante es que el manuscrito de Lilienskiold proporcionó la evidencia a partir de la cual el botánico Torbjørn Alm, en el año 2003, pudo concluir que una enfermedad causada por el consumo del hongo Claviceps purpurea tuvo un papel primordial en los embrujos y maleficios que aquejaron a los finmarqueses.6
El cornezuelo Claviceps purpurea es un hongo negro de tipo ascomiceto, lo que significa que se reproduce a través de las esporas que se forman dentro de una estructura en forma de bolsa llamada ascus, a diferencia de los basidiomicetes, que las producen en un basidio, como los champiñones y otros típicos hongos con “sombrero”. Este cornezuelo infecta el centeno y, en menor medida, el trigo y otros granos, cuyas semillas son entonces suplantadas por el esclerocio del hongo. El esclerocio es una masa endurecida de micelios, formados a su vez por un conjunto de hifas o filamentos en forma de tubo que contiene nutrientes y que el hongo forma para sobrevivir ante condiciones ambientales adversas.
¿Visiones religiosas o posesiones diabólicas? Ergolina, LSD y el “fuego de san Antonio”
Es un poco como los juicios de brujas en Europa, cuando aquellas que perecían al ser mantenidas bajo el agua eran consideradas inocentes porque no tenían suficiente poder de bruja para salvarse, mientras que las que sobrevivían estaban, por cierto, poseídas fuertemente y necesitaban ser sumergidas de nuevo.
El esclerocio tiene la peculiaridad de contener un gran número de sustancias conocidas como alcaloides, algunos de ellos muy venenosos y todos en alguna medida psicoactivos. En otras palabras, esto quiere decir que afectan el funcionamiento del sistema nervioso inhibiendo el dolor, alterando nuestros estados de ánimo o provocando alucinaciones. Una pequeña muestra de algunos famosos alcaloides, como la que sigue, nos permitirá ubicar rápidamente a qué nos referimos con esto: cafeína, cocaína, morfina, nicotina, quinina y marihuana. Menos famosos que los anteriores, algunos de los alcaloides de este hongo son la ergotamina, la ergosina, la ergocriptina, la ergocristina y la ergocornina; por lo tanto, su ingestión puede ocasionar un envenenamiento conocido como –¿a que no adivinan?– ergotismo, del que existen dos tipos:
1. Ergotismo convulsivo. Provoca alteraciones neurológicas, convulsiones y ataques epilépticos. Sus síntomas típicos son los siguientes: sensaciones de hormigueo –que en medicina se conocen como “formicación” (no confundir con “fornicación”), del latín formica (“hormiga”)– en la piel y en las extremidades, vértigo, dolores de cabeza, contracciones musculares dolorosas, problemas gastrointestinales, vómito y diarrea y perturbaciones en los sentidos y en las percepciones. Los efectos mentales pueden incluir psicosis, melancolía o delirio.
2. Ergotismo gangrenoso. Los síntomas son prácticamente iguales a los del primer caso dado que, de hecho, se trata de la misma enfermedad. Sólo hay que añadir una complicación: la presencia de vasoconstricción o estrechamiento de los vasos sanguíneos de las extremidades, lo que puede ocasionar que se gangrenen y que sea necesario amputarlas en un plazo de veinticuatro horas o menos.
Actualmente se sabe que la diferencia entre ambas formas de ergotismo es causada por la presencia de diferentes niveles de vitamina A en el sujeto afectado: si tuvo la mala suerte de consumir muchas zanahorias como parte de su dieta y contar por ello con niveles altos de esta vitamina en su cuerpo, será aquejado por la modalidad gangrenosa.
Tras conocer estos síntomas podemos notar que describen bastante bien lo que le pasaba a Regan/Linda Blair en The Exorcist (1973), sin necesidad de intervención satánica alguna; quizá su madre le preparó un sándwich con pan infectado por este hongo y la siguió envenenando sin saberlo durante toda la película. Imaginémonos entonces la facilidad con la cual un campesino de la Edad Media aquejado de ergotismo concluía que había sido embrujado por su vecina más cercana, o incluso por su esposa (uno nunca sabe). Sobre todo si consideramos que de la ergolina, una de las sustancias psicoactivas contenidas en el cornezuelo, se obtiene uno de los alucinógenos favoritos de nuestros tiempos: la dietilamida de ácido lisérgico, mejor conocida como LSD.
Algunos científicos atribuyen al ergotismo la lentitud con que en la Europa de la Edad Media, luego de sobrevivir a la mayor epidemia de todos los tiempos –la peste negra–, se recuperó la tasa de crecimiento poblacional. Tan sólo en Francia se estima que, en el año 994 de nuestra era, alrededor de 40 000 personas murieron por ergotismo. El envenenamiento causado por esta enfermedad era identificado en esa época con el latinajo ignis sacer, que se traduce como “fuego sagrado”, y la Iglesia católica no tardó en encontrar un santo patrono para defender a los suyos del mal: san Antonio.
Según las descripciones disponibles provistas por sus contemporáneos, san Antonio experimentó en carne propia esa enfermedad. Las alucinaciones del santo varón –a diferencia de cuando el enfermo era mujer– se interpretaron como visiones celestiales en lugar de posesiones demoníacas. En homenaje al santo varón, el “fuego sagrado” fue también conocido como “fuego de san Antonio”.
En el siglo XII, los enfermos de ergotismo peregrinaban al monasterio en Viena donde supuestamente se guardaban las reliquias de san Antonio y, tras pasar un tiempo allí, varios mostraban signos de recuperación o se sanaban por completo. Y antes de atribuir a la fe de los peregrinos tan milagrosa curación, algunos investigadores –ya sabemos que la ciencia nunca pierde la oportunidad de meterse donde no la llaman– proponen una explicación alternativa: posiblemente, durante la estancia de los peregrinos en el monasterio, los monjes los alimentaran con pan de centeno no contaminado por el hongo, lo que les daría la oportunidad de sanar al dejar de ingerir al causante de su mal.
Cómo ser una bruja en una lección: pan, cerveza y esclerocios
La mayoría de los libros sobre brujería te dirán que las brujas trabajan desnudas. Esto se debe a que la mayoría de los libros de brujería fueron escritos por hombres.
Una característica sobresaliente en las acusaciones de brujería durante los juicios de Finnmark es que la gran mayoría de los denunciantes mencionan que los síntomas que hemos identificado con el ergotismo ocurrieron tras ingerir pan o alguna comida que –no nos extraña– contenía centeno o algún otro grano, o bebidas como cerveza y leche, susceptibles también de ser contaminadas por el hongo. La cerveza, en especial, podía convertirse en una poción digna de ser enseñada a Harry Potter por el profesor Severus Snape, con un poderoso efecto alucinante al elaborarse a partir de malta proveniente de centeno infectado.
La esposa del sacristán del lugar, por ejemplo, confesó haber aprendido brujería gracias al consumo de gachas que contenían objetos negros –posiblemente fragmentos de esclerocio–. Tres semanas después de haber ingerido este alimento, Satanás la visitó en la forma de un gato. Otra mujer atribuyó sus habilidades de hechicería al consumo de leche con algo negro en el fondo. Una tercera acusada afirmó que Satán la reclamó para su servicio luego de beber una cerveza que le dio una mujer en el poblado de Nordland; esa misma mujer trató de obligarla a comer algo que, en vez de ello, dio a un perro, el cual de inmediato se volvió loco, corrió hacia el mar y se ahogó. Una de las sentenciadas a muerte aseguró que, luego de tomar una cerveza preparada por otra de las acusadas, podía volar por los aires a cualquier parte que quisiera… El resto de los testimonios se asemejan mucho a los
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Torbjørn Alm, “The witch trials of Finnmark, Northern Norway, during the 17th century: evidence for ergotism as a contributing factor”,