La ciencia y los monstruos. Luis Javier Plata Rosas
Vibrio anguillula [se refiere al género que hoy en día conocemos como Amoeba], son vistos en gran abundancia.
Y más adelante, Darwin afirma que: “Aun las partículas orgánicas de animales muertos pueden, cuando están expuestas a cierto grado de calor y humedad, retener algún grado de vitalidad”. Por un lado, tenemos el Vorticella, y, por otro, la generación espontánea y la pasta con animáculos. Lo que pasó entonces fue que Mary Shelley confundió Vorticella con vermicelli y mezcló esta pasta con la generación espontánea, lo que podría haber tenido resultados negativos si hubiera sido estudiante de Erasmus, pero que tuvo consecuencias inmejorables para la literatura.
El último elemento que empleó Mary Shelley para ensamblar su propio monstruo fue la mención del trabajo del físico italiano Luigi Galvani. Este científico había mostrado que, al estimular con una corriente eléctrica los nervios de las ancas de una rana muerta, estas extremidades comenzaban a moverse como si su dueña cobrara vida de nuevo y empezara a saltar. Shelley escribió: “Quizá un cadáver podría ser reanimado; el galvanismo había dado pruebas de tales cosas”.
La hora de las brujas y los íncubos: alucinaciones, parálisis y experiencias extracorpóreas
Roncar mantiene los monstruos a distancia.
Luego de escuchar tan inspiradora conversación, Mary Shelley prosigue diciéndonos:
Anocheció mientras se hablaba, e incluso había ya pasado la hora de las brujas antes de que nos retirásemos a descansar. Cuando puse la cabeza en la almohada no dormí, tampoco podría decirse que estaba pensando. Mi imaginación, desatada, me guiaba y poseía, dotando a las sucesivas imágenes que surgían en mi mente de una viveza que sobrepasa con mucho los normales límites del ensueño. Vi, vi con los ojos cerrados, pero con aguda visión mental, al pálido estudiante de artes sacrílegas de rodillas junto a la cosa que había ensamblado.
La “hora de las brujas”, o witching hour en el original, se refiere a la medianoche, el mejor momento, de acuerdo con las creencias populares para todo tipo de conjuros y ritos que involucren magia negra y encuentros con monstruos de toda índole. No reproducimos aquí la introducción entera, pero en las líneas que siguen a lo arriba escrito por Mary Shelley, ella describe cómo, en ese estado de somnolencia que precede al sueño, vio en su mente el momento en que el monstruo cobra vida.
Los científicos que estudian el sueño, sus fases y características, reconocerían en las palabras de Shelley la descripción de una alucinación hipnagógica. Se trata de una transición entre la vigilia y el sueño en que la persona cree que está despierta, pero en realidad, si deseara moverse, no podría hacerlo y tendría que esperar durante algunos segundos, incluso unos minutos, a despertar por completo. Durante ese estado de inmovilidad, conocido como “parálisis del sueño”, la persona ve imágenes estáticas o en movimiento, como si se tratara de fotos o cortometrajes en los que ella es una simple espectadora; estas imágenes están asociadas por lo general con situaciones vividas muy poco tiempo antes, casi siempre durante el día o en días inmediatamente anteriores.
Las alucinaciones no necesariamente son sólo de tipo visual; pueden ser también auditivas, acompañadas de sensaciones de miedo y de que algo o alguien está presente; esto podría deberse a que, según los estudiosos de sueño y soñadores, el cerebro se encuentra en un estado de hipervigilancia. Algunos científicos señalan que quien sufre –verbo nunca mejor empleado– una experiencia hipnagógica, en ocasiones, puede sentir presión en el pecho, dificultades para respirar y dolor. A estas características las han englobado y etiquetado con el más que apropiado nombre de “factor incubus” (un íncubo es un demonio que, según los demonólogos, se sienta encima de nosotros mientras dormimos).
Tampoco es rara la presencia de un tercer factor, conocido como “experiencias corporales inusuales”, que consiste en sentir que flotamos, felices, fuera de nuestro cuerpo. En términos neurológicos, esto tendría su explicación en que nuestro cerebro, en ese estado, interpreta de manera conflictiva los estímulos internos y externos que le informan comúnmente sobre la posición, la orientación y el movimiento de nuestro cuerpo. Si, al contrario de Shelley, entramos en este estado intermedio de sueño/vigilia no cuando estamos a punto de dormirnos, sino a punto de despertarnos, la experiencia y las alucinaciones asociadas a ella se conocen como “hipnopómpicas”.
Buena parte de las personas que han sufrido alucinaciones hipnagógicas las recuerdan, igual que Mary Shelley, como algo atemorizante. Algunos científicos creen que la ocurrencia de ellas estaría detrás de las supuestas experiencias paranormales que aseguran haber tenido diferentes personas.11 Según las creencias de cada una de ellas y de qué tan populares sean estas en el lugar donde viven, los protagonistas de la alucinación y culpables de nuestra parálisis temporal pueden ser extraterrestres intentando abducirnos e incluso demonios poseyéndonos al estilo de Linda Blair en The Exorcist
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