Segundas oportunidades (Una semana contigo 2). Monica Murphy
a que parezca que no puedo manejar el trabajo. Tampoco quiero decirle lo que ha pasado, ya que podría preguntarme por qué se estaban peleando y cómo me he visto implicada.
Así que me encojo de hombros.
—Los hombres dan asco.
Su expresión cambia a la de pura comprensión.
—Sí, dan asco. Oye, descansa unos minutos y cálmate. Parece que estés a punto de explotar.
—Pero acabo de tomarme un descanso…
—Te cubriré. Tienes cinco minutos. —T sonríe, me da una palmadita en el brazo y se dirige a la fiesta privada.
Yo salgo afuera a por el más que necesitado pitillo.
Capítulo 5
Ninguna de tus cicatrices puede hacer que te ame menos.
Anónimo
Drew
Se ha ido. Hace un momento estaba en la misma sala que yo, respirando el mismo aire, y entonces Ty Webster actúa como un cerdo asqueroso y la insulta. A la chica a la que amo. La chica con la que no he estado desde hace tiempo y que solo con verla me falta el aire y me duele el corazón.
Así que he hecho lo que cualquier chico habría hecho para defender a su chica. He ido a por Ty. Estaba preparado para machacarlo hasta que todos los compañeros de equipo se han acercado y nos han separado. Y Fable. Mirándome, agarrándome e intentando separarme de él. La he mirado directamente a los ojos y he escuchado sus suaves súplicas. He dejado en paz a Ty por ella.
También le habría dado una paliza por ella. Aunque ya no sea mi chica.
¿Y de quién es la culpa?
—Tío, tienes que pedirle disculpas a Ty. —Logan está frente a mí. Parece un poco más sobrio. Creo que la pelea ha despertado a muchos—. No puedo consentir que mis amigos se peleen en mi fiesta de cumpleaños.
—Dile que se disculpe con Fable y luego hablaremos.
Sacudo la cabeza. El puntillo ha desaparecido totalmente. Un asco, porque me ayudaba a olvidar, aunque fuera solo un rato.
Pero entonces, tuvo que entrar en la sala. Hermosa y sexy y todo lo que siempre he deseado. Aunque estaba algo distinta. Parecía mi Fable, pero… no lo era.
—¿Quién cojones es Fable? —Logan frunce el ceño.
—La camarera a la que ha llamado puta.
Casi no puedo pronunciar la palabra de lo enfadado que estoy.
Logan suspira.
—Ya sabes cómo es. Las tías no significan nada para él.
—Ya, bueno, tiene que aprender a respetarlas.
Antes de sentirme tentado a volver y terminar lo que empecé con Ty, salgo de la sala y recorro el estrecho vestíbulo, donde veo una puerta que da a la parte de atrás del restaurante. Necesito tranquilizarme. Ordenar mis pensamientos. Tal vez largarme directamente.
Estoy seguro de que ahora nadie quiere que esté aquí. Traté de pelearme con uno de mis compañeros de equipo por una chica que consideran una guarra y eso me pone enfermo. Colegas antes que putas y todas esas gilipolleces.
Aunque ya no estemos juntos, Fable siempre irá primero.
Abro la puerta de un empujón y me encuentro en un callejón estrecho. El inconfundible olor a tabaco está en el aire y miro a mi derecha. Fable. Está sentada en el borde de una caja gigante de plástico, exhalando una bocanada de humo como si fuera su salvación.
—Fumar mata.
Eso le dije la noche de la cena en el club de campo. La noche en que la besé por primera vez, la primera vez que la saboreé. Me encantó la forma en que la sentía bajo mis manos y el sonido de su respiración cuando se excitaba.
Me lanza una mirada fulminante acompañada de una bocanada de humo en mi dirección.
—Pues vete para que no tengas que respirar mi aire canceroso.
Me quedo inmóvil en el sitio. Temo acercarme a ella por miedo a que me mande a tomar por culo, lo cual merezco.
—Me alegro de haberte encontrado. Quería hablar contigo.
—¿En serio? —Arquea una ceja y el cigarrillo cuelga en sus dedos—. ¿Qué más podrías decir? Es decir, pillé el mensaje de forma clara y concisa después de no saber nada de ti.
—Tienes razón. Fue una gilipollez. Merezco toda tu rabia. —Respiro profundamente—. Escucha, sé que lo que hice estuvo mal. No debería haberme alejado de ti.
—No solo te alejaste. Te has quedado en la distancia durante dos meses. Probablemente habría sido más tiempo si no me hubieras visto esta noche, ¿no? ¿Ibas a evitarme toda la vida? —Se inclina y apaga el cigarrillo en la bandeja que está a sus pies.
Observo a Fable, abrumado por tenerla frente a mí después de no estar cerca de ella durante mucho tiempo. Está preciosa enfadada conmigo y tan… ¡Dios! Ni siquiera sé qué pensar. Verla otra vez es como tener un millón de impulsos eléctricos recorriéndome las venas, paralizándome y accionándome. Estoy… abrumado.
Lo único que sé es que la necesito. Ahora más que nunca.
—No sé qué iba a hacer —digo al fin.
—Típico. Me siento como una muñeca. Como una estúpida y bonita muñeca que no le importa a nadie, olvidada en una estantería. De vez en cuando, tú u otro quiere bajarme de la estantería y jugar conmigo durante un rato. Lo suficiente para darme esperanzas y hacerme creer que le importo realmente a alguien. Entonces me vuelven a dejar olvidada. Como si no existiera. —Inclina la cabeza hacia atrás y dirige la vista al cielo oscuro—. Mi madre acertó de pleno cuando me llamó Fable, ¿no? No me siento real para nadie.
—Eres real para mí —susurro.
Tan jodidamente real que duele no tocarla.
No tenerla entre mis brazos me mata.
Se levanta y cruza los brazos, lo que hace que se le levanten los pechos en ese sostén negro tan sexy que veo a través de la fina camiseta de encaje blanco que lleva puesta. Me encanta el conjunto. Me entran ganas de quitárselo y, al mismo tiempo, cubrirle los hombros con un abrigo para que ningún otro chico la vea así.
—No puedo, Drew. No puedo fingir que verte después de tanto tiempo no tiene importancia cuando en realidad se me parte el corazón en dos. —Se le escapa una risa, aunque carece de humor—. Creo que lo mejor es que estemos alejados. Tenerte frente a mí me duele demasiado.
Se me para el corazón. No puedo creer que haya dicho eso. Luchando contra el pánico que amenaza con arrasarme, me acerco a ella.
—Fable…
Da un paso atrás, asustada, como si no tuviera dónde ir, y me hace sentir una mierda.
—Deberías marcharte.
Doy otro paso adelante y ella retrocede de nuevo, chocando contra el muro que tiene detrás. Está atrapada, lo sabe y lo único en lo que puedo pensar es en dar gracias a Dios porque no pueda huir de mí.
—No quieres que me vaya.
—Sí que quiero. —Asiente con la cabeza con expresión firme, pero con la voz débil.
Me acerco hasta invadir su espacio personal. Su calidez y su aroma me envuelven, me intoxican y coloco las manos sobre la pared por encima de su cabeza, rodeándola con los brazos. La tengo completamente atrapada y, cuando agacho la mirada a su bonito y enfadado rostro, lo único que puedo pensar es en lo mucho que quiero besarla y correrle