Segundas oportunidades (Una semana contigo 2). Monica Murphy
un hazmerreír. Lo más extravagante que me he regalado es el maldito tatuaje con las iniciales de un hombre que me dejó. ¿Los zapatos caros que llevo? Un regalo de Drew. Los mismos que llevaba la noche de la cena en el club de campo cuando me besó la primera vez.
El mero recuerdo de sus labios sobre los míos me hace temblar.
—Fable, puedes ir a una de esas tiendas baratas del centro comercial y comprarte un collar de tres dólares. Otra opción es que vayas a Target o a Walmart. —Sacude la cabeza y empieza a alejarse—. Prepara esas mesas. ¡Las puertas se abren en quince minutos!
Jen y yo terminamos de poner las mesas, abrillantar los vasos, encender las velas y fregar el suelo de madera. Colin entra y le murmura algo a Jen que no puedo escuchar antes de cruzar su mirada con la mía y dirigirse hacia mí.
—Mucho mejor —dice. Se detiene directamente frente a mí y se cruza de brazos. Lleva una camiseta negra que se pega a sus amplios hombros y al pecho y unos pantalones también negros. La ropa oscura destaca el cabello dorado, la piel bronceada y los ojos verdes.
¡Ah! Odio darme cuenta de ello. Y odio lo seguro que parece. Y que la luz de aprobación en su mirada me complazca de forma secreta. Me dan ganas de ponerme en pie y pavonearme como una niña pequeña que lo ha hecho bien.
Es enfermizo y retorcido, lo sé.
—Estuviste ayer durante la transformación.
Tardamos horas. Al final salimos del salón de belleza después de las nueve. Como no tenía que trabajar y él es el jefe, podía aparecer en el restaurante cuando quisiera. Incluso me llevó a casa. Y ahora actúa como si anoche no hubiera visto los resultados.
Raro.
—Tienes razón, estuve allí. Pero verte aquí esta noche es distinto, estás en tu elemento. —Levanta la barbilla en mi dirección—. ¿Te gustan los uniformes nuevos?
Parecía ser el tema de conversación más comentado de por aquí.
—Transparentan un poco, pero sí, me gustan.
—Me alegro. —Estira el brazo y roza el mío cuando pasa—. Bonitos zapatos —comenta.
Dibujo una sonrisita en mis labios, levanto la vista y pillo a Jennifer mirándome con los ojos entrecerrados. Se da la vuelta y se marcha antes de que pueda decir nada. Se bate en retirada, y me pregunto de qué iba todo eso. Y en qué tipo de extraño triángulo amoroso puedo haberme metido.
Capítulo 4
Odio la idea de que otro te tenga.
Drew Callahan
Drew
Chillan y gritan mi nombre en cuanto entro a la sala privada de The District, el nuevo restaurante donde celebramos la fiesta de Logan. Todos mis compañeros de equipo ya están como una cuba y solo son las diez. Lo veo en las miradas desenfocadas y en las mejillas coloradas, y también lo escucho en las voces demasiado altas.
Pero, oye, al menos están contentos de verme. Imaginé que me habría convertido en el enemigo. El gilipollas que perdió la oportunidad en el último partido. Estuvimos cerca, tan cerca que cada uno de nosotros empezó a saborear el débil brillo de la victoria.
Entonces conocí a una chica, nos fuimos a casa juntos y dejé que todo lo que sucedió allí me volviera loco. Estúpido.
Logan se acerca y me da un abrazo con palmadita en el hombro. Apesta a alcohol y lo aparto, sobresaltado cuando Jace aparece a mi lado colocando una cerveza en mi mano y diciéndome que beba.
Obedientemente, hago lo que me dice, preparado para olvidarme de todo durante al menos unas horas. La visita de mi padre se puso tensa cuando insultó a Fable. Una locura, si tenemos en cuenta que ya no estamos juntos, pero no iba a quedarme ahí y dejar que echara mierda sobre ella. A decir verdad, está por encima de nosotros y me niego a dejar que la arrastre por el lodo, aunque solo sea en mi presencia.
Después del fiasco de almuerzo, tuvo que ocuparse constantemente de las continuas llamadas y mensajes de Adele. No necesitaba ese recordatorio, así que me mantuve alejado. Lo que significa que hemos estado muy apartados durante la visita hasta que finalmente esta mañana me ha dicho que tenía que volver a casa a atender «negocios».
Gilipolleces. Negocios era un código para referirse a Adele. No le dije nada, simplemente asentí con la cabeza, lo dejé marchar y le prometí que nos veríamos pronto.
Sí, claro. No creo que esa alegre reunión sea pronto.
—Te has estado escondiendo —dice Logan mientras se sienta a mi lado con una bebida en la mano. Le cuelga la cabeza como si no pudiera mantenerla erguida y yo sacudo la mía, soltando una risita mientras le doy un sorbo a la cerveza. Sierra Nevada, la cerveza preferida de esta ciudad, es prácticamente la única que puedo beber. El resto sabe fatal.
—He estado por ahí —replico encogiéndome de hombros—, pasando desapercibido. He cogido menos asignaturas este semestre. Necesitaba un descanso.
—Lo entiendo, tío. Lo entiendo. Y oye, no dejes que el entrenador te líe. No tuviste la culpa de nuestra espectacular derrota al final de la temporada. —La expresión de Logan es seria. Tan seria como puede si tenemos en cuenta lo borracho que está—. Todos la cagamos, ¿sabes?
Doy otro largo trago de cerveza. Lo necesito, ya que la conversación ha tomado un rumbo que me importa.
—¿Tú crees? —Me pregunto si me toma el pelo.
—Absolutamente. —Asiente con la cabeza todavía balanceándose—. Me alegro de que estés aquí, tío. Nunca sales con nosotros. Siento que soy especial o algo contigo apareciendo en mi cumpleaños y toda esa mierda. No todos los días un idiota como yo cumple veintiuno.
Nos reímos.
—Tienes razón. Eres un completo idiota.
En realidad no. Logan es un tío decente. Y, además, no podía quedarme sentado en casa a solas con mis pensamientos durante más tiempo. Me estaba volviendo loco.
Logan sonríe.
—Tienes que salir más con nosotros. Espera a ver a nuestras camareras de esta noche. Están jodidamente buenas. Todos conocen a una de ellas, una grupi rubia con un culo increíble. La otra es alta y morena. Parece modelo.
Una sensación de incomodidad me atraviesa ante la descripción de la rubia, pero la ignoro. ¿Qué tiene de extraño? Hay muchas grupis rubias del equipo por ahí.
—Guapas, ¿no? —digo para fingir interés.
—Guapas no es la palabra para empezar a describirlas. Son completamente diferentes y están absolutamente buenas. —Logan inclina la cabeza hacia atrás y se da un golpe con el respaldo de la silla—. Necesito echar un polvo —dice mirando al techo—. No he tenido sexo desde hace veintiún años. Creo que esta noche es perfecta para celebrarlo echando un polvo.
—Me sorprende que no haya chicas aquí.
Mis compañeros de equipo son famosos por hacer fiestas locas con chicas medio desnudas. Es parte de la razón por la que nunca voy, porque las mujeres medio desnudas acercándose me asustaban muchísimo.
Todavía me hacen sentir incómodo porque siempre, siempre, quieren algo que no puedo darles. Como por ejemplo mi atención o mi tiempo. Olvida esa mierda. Solo hay una chica medio desnuda a la que recibiría con los brazos abiertos si viniera hacia mí ahora mismo.
Y ella me odia.
—Oh, las chicas llegan más tarde. —Logan sonríe y cierra los ojos—. De hecho, iremos a verlas. Prométeme que vendrás con nosotros.
—Eh… —Parece una pesadilla.