Segundas oportunidades (Una semana contigo 2). Monica Murphy
apartamento. Apuesto a que Colin vive en un lugar increíble. Si su casa es la mitad de bonita que su restaurante, tiene que ser asombrosa.
Cuando bajo las escaleras, Colin está ahí, en un Mercedes negro y elegante con el motor ronroneando, un coche tan nuevo que todavía no tiene matrícula. Doy un paso atrás cuando abre la puerta y sale del coche. Parece un dios rubio con una sonrisa devastadora y unos ojos azules brillantes.
Rodea el coche y me abre la puerta del lado del copiloto con una floritura.
—Su carruaje espera.
Dudo. ¿Es un error meterme en el coche con él? No tengo miedo de Colin, pero sí de la situación en la que puedo estar metiéndome. Es un ligón, pero veo que flirtea con todas sus empleadas, y con las clientas. Aunque nunca se pasa de la raya; siempre es educado y sabe cuándo dar un paso atrás si es necesario.
¿Le estoy mandando señales contradictorias al permitir que me recoja para llevarme al trabajo? ¿Pasa cerca de mi apartamento para aparecer por aquí y recogerme? No lo creo.
Ni por asomo.
—¿Has venido expresamente para recogerme? —le pregunto en cuanto se monta en el coche y cierra de un golpe la puerta.
Se gira para mirarme, nuestros rostros están excesivamente cerca. El coche es bonito, pero pequeño, y el espacio es bastante íntimo. Él huele a perfume caro y a cuero y me pregunto por un instante si podría sentir algo por este chico.
Comprendo enseguida que no. Mi corazón todavía le pertenece a alguien. A alguien irreal.
—Eres muy directa, ¿no? —comenta Colin con los ojos brillantes en la penumbra del interior del coche.
—Mejor eso que decir un montón de mentiras, ¿no? —Arqueo una ceja.
Se ríe y sacude la cabeza mientras pone el coche en marcha.
—Totalmente de acuerdo. Es cierto que estaba por el barrio, Fable. Y recordé que vivías aquí, así que te escribí por eso. Sé que no siempre tienes acceso a un coche.
He trabajado en su restaurante tres turnos y ya conoce toda esa información sobre mí. ¿Eso es señal de que es un buen jefe o de que es un pervertido?
—Hoy tenía el coche de mi madre.
Nos ponemos en marcha y se incorpora a la carretera con una mano colocada de forma relajada sobre el volante y el otro brazo descansando en la consola central. Hay naturalidad en él. Lo hace sin esfuerzo. Parece como si pudiera conseguir todo lo que quiere de la vida y como si mereciera cada pedacito de ella.
Envidio eso de él. Es una seguridad que nunca podré tener.
—¿Quieres que dé la vuelta para que puedas conducirlo? —La diversión se nota en su profunda voz. Debe pensar que soy un chiste.
—No —suspiro. Es estúpido. ¿Qué estamos haciendo?—. Aunque no podré volver a casa en coche.
—Te llevaré.
No me molesto en contestarle.
Me quedo callada, quitándome las cutículas mientras conduce, los dos estamos en silencio. Tengo las manos secas y muchas pieles muertas y creo que las demás chicas del trabajo tienen una manicura y pedicura perfectas. Parezco una Cenicienta un tanto andrajosa a la que al final sacan del sótano para trabajar entre las brillantes y hermosas princesas. Puedo brillar, pero frótame un poco y verás cómo aparece el deslustre.
Me siento… inferior cuando estoy en mi nuevo trabajo y eso no me gusta.
—Una costumbre desagradable —dice Colin rompiendo el tenso silencio—. Deberías ir a que te hagan las uñas.
Vale, eso me molesta mucho. Sus conjeturas son groseras.
—No puedo permitírmelo.
—Te lo pagaré.
—Por Dios, no —gruño. Su oferta me molesta todavía más.
Colin me ignora.
—Y mientras estés allí, deberías ir a ver a un estilista. Lo pagaré también. Llevas el pelo demasiado decolorado y parece estropeado.
¡Qué descaro! Este tío es un imbécil. ¿Por qué acepté trabajar para él? Ah ya, por el dinero. La avaricia va a llevarse lo mejor de mí, lo sé. Ya he tomado dos decisiones realmente estúpidas por el dichoso dinero.
—¿Quién eres? ¿La policía de la moda?
—No, pero soy tu jefe y en The District tenemos ciertas directrices que hay que respetar.
—Entonces, ¿por qué no me despides? Sabías a quien estabas contratando.
—Vi tu potencial —dijo suavemente—. ¿Y tú, Fable? ¿Lo ves tú?
No puedo responderle porque la verdad no es lo que Colin quiere escuchar.
No.
Drew
Estoy en clase, aunque no quiero. Cogí menos asignaturas después de la cagada suprema del semestre anterior. ¿Por qué arriesgarme a suspender o a dejar las clases otra vez? Tendré que compensarlo en las vacaciones de verano haciendo algunos cursos extra, pero no me importa. ¿Dónde más podría ir?
A casa no, por supuesto.
Al menos mientras estoy en el campus me siento normal. Puedo olvidarme de mi padre, de Adele y de lo que me dijo. No he hablado con ella desde que la llamé para que me lo contara todo. Casi no he hablado con mi padre tampoco. Sabe que me pasa algo, pero no me presiona. Yo también sé que me pasa algo y tampoco me presiono. ¿Para qué? ¿De verdad quiero averiguar lo que me ocurre?
No.
Paso el día como un robot, conectándome y desconectándome. Cuanto más tiempo estoy solo, más me meto en mi cabeza. Recordar que le prometí a Jace que iría a la fiesta de cumpleaños de Logan este sábado me causa pánico. Pero tengo que hacerlo. La doctora Harris dijo que necesito volver a actuar como una persona de verdad y tiene razón.
Pero me asusta mucho.
Estoy en la clase de Comunicación, que es muy grande. También está la chica junto a la que me siento todos los días. Es menuda, con el cabello largo y rubio y me recuerda tanto a Fable que casi es doloroso verla.
Pero soy masoquista. Me gusta sentarme a su lado. Fingir que es otra persona, contener la respiración cuando gira la cabeza en mi dirección, siempre dispuesto a sorprenderme al ver que Fable está sentada junto a mí. Ocuparme de la decepción cuando me doy cuenta de la verdad. Ella no es quien quiero que sea. Nadie lo será.
El profesor está hablando, pero no le escucho. Saco una hoja de papel y empiezo a escribir. Una carta que nunca daré a cierta persona. Pero necesito expresar mis sentimientos por ella o voy a explotar. En cuanto el bolígrafo toca el papel, las palabras fluyen solas y no tengo ningún control sobre ellas.
Gran error fue el dejarte y no sé cómo hacer lo correcto.
El arrepentimiento que me invade todos los días,
Lentamente se acumula y me hace odiarme por
Añorarte. Por hacerte daño. Y quiero que sepas que…
Te extraño, que
Irremediablemente te quiero y
Ninguna otra persona puede cambiar el hecho de que
Ambos, tú y yo, estamos hechos el uno para el otro.
Me quedo embobado ante el estúpido poema que la chica a la que amo nunca leerá. Dibujo pequeños garabatos a su alrededor. Una F