Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson. Vincent Bugliosi

Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson - Vincent  Bugliosi


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conocido a nivel profesional por el nombre de Witold K.

      Teniendo presente la semejanza entre «Pic» y PIG, la palabra escrita con sangre en la puerta principal del domicilio de Tate, los inspectores hablaron con Witold K. Gracias a él se enteraron de que tras la partida de los Polanski a Europa, Wilson, Pickett, Madigan y un cuarto hombre, +Gerold Jones, fueron con frecuencia de visita al domicilio de Cielo. Según Witold, Wilson y Madigan proporcionaron a Voytek y Gibby la mayor parte de las drogas que consumieron, incluido el MDA que tomaron antes de morir. En cuanto a Jeffrey Pickett, cuando Gibby y Voytek ocuparon Cielo, él se trasladó a la casa de Woodstock donde vivían ellos antes. También Witold se alojaba allí. Una vez, en una discusión, Pickett intentó estrangular al artista. Cuando se enteró Voytek, le dijo a Pickett que se fuera. Enfurecido, Pic juró: «Los mataré a todos y Voytek será el primero».

      Muchos pensaban que uno o más de uno de ellos podía estar involucrado, y transmitieron sus sospechas a la policía. John y Michelle Phillips, antiguos miembros del grupo The Mamas and Papas y amigos de cuatro de las cinco víctimas del caso Tate, dijeron que en cierta ocasión Wilson le sacó una pistola a Voytek. Varios asiduos de Sunset Strip aseguraron que Wilson se jactaba a menudo de ser asesino a sueldo; que Jones era experto en cuchillos y siempre llevaba uno para lanzar, y que Madigan era «el camello» que suministraba cocaína a Sebring.

      Convencido más que nunca de que los homicidios del caso Tate eran consecuencia de un timo relacionado con drogas o de un mal viaje, el LAPD empezó a buscar a Wilson, Madigan, Pickett y Jones.

      Sharon Tate llevaba diez años buscando el estrellato. Lo alcanzó entonces en solo tres días. El 12 de agosto, martes, su nombre pasó de los titulares a las marquesinas de los cines. El valle de las muñecas se reestrenó en todo el país, en más de una docena de salas solo en la zona de Los Ángeles. La siguieron rápido El baile de los vampiros y otras películas en las que había aparecido la actriz, con la única diferencia de que ahora encabezaba el reparto.

      Ese mismo día la policía dijo a los periodistas que se descartaba de manera oficial cualquier relación entre los homicidios del caso Tate y los del caso LaBianca. Según Los Angeles Times, «varios agentes indicaron que se inclinaban a creer que los segundos asesinatos eran obra de un imitador».

      Desde el principio, las dos investigaciones avanzaron por separado, con inspectores distintos asignados a cada caso. Continuarían de ese modo, y cada equipo seguiría sus pistas.

      Tenían una cosa en común, aunque tal coincidencia ensanchó la distancia entre ellos. Los dos equipos operaban siguiendo una suposición básica: en casi el noventa por ciento de los homicidios la víctima conoce al asesino. En sendas investigaciones el foco principal estaba puesto ya en los conocidos de las víctimas.

      Al verificar el rumor de la mafia, los inspectores del caso LaBianca hablaron con cada uno de los socios conocidos de Leno. Todos ellos dudaron que los asesinatos pudieran atribuirse a la mafia. Un hombre dijo a los inspectores que si la mafia hubiera sido la responsable «probablemente me habría enterado». Fue una investigación minuciosa, y los inspectores comprobaron incluso si la empresa de San Diego donde Leno compró la lancha durante las vacaciones de 1968 estaba financiada por la mafia. No era el caso, aunque, según se decía, muchos otros negocios de la zona de la bahía de Mission sí que estaban financiados por «el dinero de la mafia judía».

      Hicieron preguntas incluso a la madre de Leno, que les dijo: «Era un buen chico. Jamás formó parte de la organización».

      No obstante, el descarte del posible vínculo con la mafia no dejó a los inspectores del caso LaBianca sin sospechoso. Al preguntar a los vecinos de la pareja, se enteraron de que la casa situada al este, el 3267 de Waverly Drive, estaba desocupada y llevaba así varios meses. Antes la habían frecuentado hippies. Los hippies no les interesaron, pero sí un inquilino anterior, +Fred Gardner, y mucho.

      Gracias a sus antecedentes y a conversaciones que mantuvieron, supieron que Gardner, un joven abogado, «ha tenido problemas mentales y afirma que pierde la conciencia durante periodos de tiempo y no es responsable de sus actos (…)». Durante una discusión con su padre, «cogió un cuchillo de mesa de la cocina y persiguió a su padre, diciendo que iba a matarlo (…)». En septiembre de 1968, solo dos semanas después de casarse, «sin razón aparente propinó una paliza brutal a su esposa, luego cogió un cuchillo de la cocina e intentó matarla. Ella desvió los golpes y logró escapar y llamar a la policía». Acusado de tentativa de asesinato, fue examinado por un psiquiatra nombrado por el tribunal, que declaró que «tenía ataques de agresividad descontrolados de dimensiones maniacas». A pesar de ello, el cargo se redujo a una simple agresión. Lo pusieron en libertad a prueba, y volvió a ejercer de abogado.

      Desde entonces habían detenido a Gardner varias veces, acusado de estar bebido o drogado. Después de la última detención, por falsificar una receta, lo pusieron en libertad bajo fianza de novecientos dólares, y se largó inmediatamente. Se dictó una orden de detención el 1 de agosto, nueve días antes de los asesinatos del caso LaBianca. Creían que estaba en Nueva York.

      Cuando los agentes hicieron preguntas a la antigua esposa de Gardner, ella les dijo que recordaba siete ocasiones distintas en las que Gardner fue a visitar a los LaBianca, y todas ellas volvió con dinero o whisky. Cuando ella le preguntó por aquello, supuestamente él le contestó: «No te preocupes. Los conozco y más les vale que me lo den».

      ¿Acaso Gardner, con su inclinación por los cuchillos de cocina, había intentado chantajear a los LaBianca, y en aquella ocasión la pareja se había negado? Los policías se pusieron en contacto con un agente del FBI de Nueva York para ver si podía determinar el paradero actual de Gardner.

      QUERIDA ESPOSA DE ROMAN

      SHARON TATE POLANSKI

      1943 1969

      PAUL RICHARD POLANSKI

      SU BEBÉ

      El miércoles fue un día de funerales. Más de ciento cincuenta personas asistieron al de Sharon Tate en el cementerio de Holy Cross. Entre los presentes se encontraban Kirk Douglas, Warren Beatty, Steve McQueen, James Coburn, Lee Marvin, Yul Brynner, Peter Sellers, John y Michelle Phillips. Roman Polanski, con gafas negras y acompañado de su médico, se vino abajo varias veces durante la ceremonia, igual que los padres de Sharon y sus dos hermanas pequeñas, Patricia y Deborah.

      Muchas de esas personas, entre ellas Polanski, asistieron después al funeral de Jay Sebring en la capilla de Wee Kirk o’ the Heather, en Forest Lawn. Entre otros famosos más estaban Paul Newman, Henry y Peter Fonda, Alex Cord y George Hamilton, todos ellos antiguos clientes de Sebring.

      Hubo menos gente, y menos flashes, cuando, al otro lado de la ciudad, seis compañeros de instituto cargaron con el féretro de Steven Parent desde la pequeña iglesia de El Monte donde se celebró el funeral.

      Abigail Folger fue enterrada cerca de donde creció, en el norte de California, en la península de San Francisco después de una misa de réquiem en la iglesia de Nuestra Señora de Wayside, que levantaron sus abuelos.

      El cuerpo de Voytek Frykowski permaneció en Los Ángeles hasta que unos familiares de Polonia pudieron tramitar su repatriación para enterrarlo.

      Mientras sepultaban a las víctimas del caso Tate, la policía intentaba reconstruir sus vidas, sobre todo el último día.

      Viernes, 8 de agosto.

      En torno a las ocho de la mañana, la Sra. Chapman llegó a Cielo. Lavó los platos que había y luego empezó las tareas habituales de la casa.

      Hacia las ocho y media de la mañana llegó Frank Guerrero, para pintar el extremo norte del domicilio. Iba a ser la habitación del niño. Antes de empezar, quitó las telas mosquiteras de las ventanas.

      A las once de la mañana telefoneó Roman Polanski de Londres. La Sra. Chapman oyó por casualidad la intervención de Sharon en la conversación. Sharon estaba preocupada por que Roman no volviera a casa a tiempo para su cumpleaños, el 18 de agosto. Al parecer le aseguró que volvería el 12 de agosto, como estaba planeado, porque Sharon se lo dijo después a Chapman.


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