Helter Skelter: La verdadera historia de los crÃmenes de la Familia Manson. Vincent Bugliosi
de ninguna queja por parte de los inspectores. No todos los días tenían la oportunidad de hablar con jóvenes actrices aspirantes a estrellas, modelos y una chica que había salido en el póster central de Playboy… Incluso con una bailarina del espectáculo del Lido de París que se alojaba en el Hotel Stardust de Las Vegas.
Había otro barómetro del miedo: la dificultad de la policía para localizar a la gente. Haberse mudado unos días después de un crimen, en circunstancias normales, podría considerarse sospechoso. Pero en este caso no. De un informe que no era poco representativo: «Preguntada por el motivo del traslado justo después de los asesinatos, contestó que no sabía bien, que como todo el mundo en Hollywood tenía miedo, sin más (…)».
DEL 16 AL 30 DE AGOSTO DE 1969
Aunque la policía dijo a la prensa que «no había novedades», hubo algunas de las que no se informó. Después de analizarlos para ver si contenían sangre, el sargento Joe Granado dio los tres trozos de empuñadura al sargento William Lee de la Unidad de Armas de Fuego y Explosivos de la SID. Lee no tuvo ni que consultar los manuales, con un vistazo supo que la empuñadura era de una pistola Hi Standard. Telefoneó a Ed Lomax, gerente de la firma propietaria de Hi Standard, y acordó una cita con él en la Academia de Policía. Lomax también hizo una identificación rápida. «Solo un arma tiene una empuñadura así —dijo a Lee—, el revólver Hi Standard Longhorn del calibre veintidós.» Conocida popularmente por el nombre de «Buntline Special» —modelada sobre un par de revólveres que el autor de novelas del Oeste Ned Buntline había encargado para el alguacil Wyatt Earp—, el arma tenía las siguientes especificaciones: capacidad, nueve balas; cañón, veinticuatro con trece centímetros, longitud total, treinta y ocho centímetros; empuñadura de nogal, acabado en azul; peso, un kilo; precio recomendado de sesenta y nueve dólares con noventa y cinco centavos. Era, en palabras de Lomax, «un revólver bastante especial». Se lanzó en abril de 1967 y solo se habían fabricado dos mil setecientas unidades con ese tipo de empuñadura.
Lee obtuvo de Lomax una lista de tiendas donde se había vendido el arma, además de una fotografía del modelo, y el LAPD empezó a preparar un folleto que planeaba enviar a todos los departamentos de policía de Estados Unidos y Canadá.
Unos días después de la reunión de Lee con Lomax, DeWayne Wolfer, un criminalista de la SID, fue al 10050 de Cielo para realizar pruebas de sonido y ver si podía verificar o desmentir la afirmación de Garretson de que no había oído ni gritos ni disparos. Utilizando un medidor genérico de nivel de sonido y un revólver del calibre veintidós, y reconstruyendo de la forma más rigurosa posible las condiciones existentes la noche de los asesinatos, Wolfer y un ayudante demostraron, uno, que si Garretson estaba dentro de la casa de los invitados, como sostenía, no pudo haber oído de ninguna manera los disparos que mataron a Steven Parent, y dos, que si tenía puesto el equipo estereofónico, con el volumen en el cuatro o bien en el cinco, no pudo haber oído ni gritos ni disparos procedentes de la parte delantera o el interior de la vivienda principal36. Las pruebas que hicieron respaldaron la versión de Garretson, según la cual no oyó ningún disparo aquella noche.
Sin embargo, a pesar de los resultados científicos de Wolfer, en el LAPD había quienes seguían pensando que Garretson debió de oír algo. Era casi como si fuera un sospechoso tan bueno que les costara admitir que fuera inocente. En un informe sumarial sobre el caso realizado a finales de agosto, los inspectores del caso Tate observaron: «En opinión de los agentes que investigan el caso, y de acuerdo con la investigación científica llevada a cabo por la SID, es muy improbable que a Garretson le pasaran desapercibidos los gritos, los disparos y el alboroto que se produciría a consecuencia de un homicidio múltiple como el que tuvo lugar cerca de donde se encontraba él. No obstante, los resultados de la investigación no han descartado de manera terminante la posibilidad de que Garretson no oyera ni viera ninguno de los incidentes relacionados con los homicidios».
La noche del sábado 16 de agosto, Roman Polanski habló durante varias horas con el LAPD. Al día siguiente regresó al 10050 de Cielo Drive por vez primera después de los asesinatos. Iba acompañado de un periodista y un fotógrafo de Life y de Peter Hurkos, el famoso vidente, contratado por amigos de Jay Sebring para que realizara una «lectura» en el lugar de los hechos.
Cuando Polanski se identificó y cruzó en coche la verja —el edificio seguía protegido por el LAPD—, comentó con amargura a Thomas Thompson, el periodista de Life, al que conocía hacía muchos años: «Esta debe de ser la casa de las orgías mundialmente famosa». Thompson le preguntó cuánto tiempo habían pasado Gibby y Voytek allí. «Demasiado, diría yo», contestó.
La sábana azul que había cubierto a Abigal Folger seguía en el césped. Los caracteres escritos con sangre de la puerta habían perdido color, pero las tres letras seguían siendo descifrables. El caos del interior pareció desconcertarle un momento, igual que las manchas oscuras de la entrada, y, una vez dentro del salón, las todavía mayores que había delante del sofá. Polanski subió al desván por la escalera, encontró la cinta de vídeo que había devuelto el LAPD y se la metió en un bolsillo, según uno de los agentes que estaban presentes. Luego de bajar, caminó de habitación en habitación, tocando cosas aquí y allá, como si evocara el pasado. Las almohadas seguían amontonadas en el centro de la cama, como aquella mañana. Siempre estaban así cuando él se encontraba fuera, dijo a Thompson, y añadió sin más: «Las abrazaba en vez de abrazarme a mí». Se quedó un rato largo al lado del guardarropa donde, en previsión, Sharon había guardado las cosas del bebé.
El fotógrafo de Life tomó primero varias instantáneas con una Polaroid para comprobar la iluminación, la colocación, los ángulos. Por lo general este tipo de fotos se tiran después de realizar las fotografías habituales, pero Hurkos preguntó si podía quedarse unas cuantas para que le ayudaran en sus «impresiones», y se le dieron, un gesto que el fotógrafo de Life lamentaría muy pronto.
Mientras Polanski observaba los objetos antaño familiares, que se habían vuelto grotescos, no paraba de preguntar: «¿Por qué?». Posó delante de la puerta principal y se le vio tan perdido y confuso como si hubiera pisado un plató de sus películas y descubierto todo cambiado de un modo inmutable y burdo.
Luego Hurkos dijo a la prensa: «Tres hombres mataron a Sharon Tate y a los otros cuatro, y sé quiénes son. He identificado a los asesinos para la policía y le he dicho que hay que parar pronto a esos hombres. Si no, volverán a matar». Los asesinos, añadió, eran amigos de Sharon Tate, que se habían convertido en «maniacos homicidas enajenados» al ingerir dosis enormes de LSD. Se le atribuyó decir que los asesinatos se produjeron de improviso durante un ritual de magia negra llamado «goona goona», y que cogieron a las víctimas por sorpresa por lo repentinos que fueron.
Si Hurkos identificó a los tres hombres para el LAPD, nadie se tomó la molestia de consignarlo en un informe. Pese a todas las informaciones de los medios que afirman lo contrario, los que pertenecen a un cuerpo policial tienen un procedimiento estándar para manejar «informaciones» de ese tipo: escucharlas con educación y luego olvidarlas. Si son inadmisibles como pruebas, no tienen ningún valor.
Roman Polanski también se mostró escéptico en cuanto a la explicación de Hurkos. Volvería a la casa varias veces a lo largo de los días siguientes, como si buscara la respuesta que nadie había podido darle.
Hubo una yuxtaposición interesante en la página B de Los Angeles Times, la de las noticias locales importantes, aquel domingo.
La gran noticia, el caso Tate, se adueñó del primer lugar con el titular «ANATOMÍA DE UNA MASACRE EN HOLLYWOOD».
Debajo había una noticia de menor importancia, con un titular de una columna que decía «CELEBRADO EL FUNERAL DEL MATRIMONIO LABIANCA, ASESINADO».
A la izquierda de la información sobre el caso Tate, y justo encima del dibujo que había hecho un artista de la finca, había una noticia mucho más breve, aparentemente sin ninguna relación, seleccionada, sospechaba uno, porque era lo bastante pequeña para encajar en el espacio que quedaba. El titular decía «LA POLICÍA HACE UNA REDADA EN UN RANCHO, DETENIDOS 26 SOSPECHOSOS DE UNA RED DEDICADA AL ROBO DE COCHES».