Aquiles... un hetero curioso. Gonzalo Alcaide Narvreón
turras se les ocurrió organizar para juntarnos... –dijo Aquiles.
–Pensé lo mismo... Llegué a casa con la idea de tirarme y de no moverme más, y salió Inés con la noticia de que ya habían organizado para la noche –dijo Adrián.
Se escuchó el timbre de la puerta. Marina fue a abrir y Marcos y Paula se unieron al grupo.
Se lo escuchó a Marcos preguntando “¿Dónde están las bestias...?” refiriéndose a Adrián y a Aquiles. En menos de un minuto, ingresaba al cuarto de Aquiles, se zambullía sobre la cama y lo abrazaba...
Tenían esa confianza, esos códigos de una amistad que había surgido en la infancia y que permanecía hasta ahora.
–¿Y potrillo? ¿te atacó nuevamente Marina? –preguntó Marcos, sonriendo.
–Ja ja ja... me lo insinuó, pero creo que fue en broma... de todas maneras, apoyé la cabeza en la almohada y me quedé frito –respondió Aquiles, que se levantó y se puso una bermuda.
Se dirigieron los tres hacia el estar, donde estaba sus mujeres conversando acaloradamente.
–Hola, chicas –dijo Aquiles.
Aquiles y Adrián se acercaron para saludar a Paula.
–Qué cara de dormido el señor –dijo Inés.
–Y... si... estaba profundamente dormido... mucho trabajo, mucho deporte, mucha actividad –contestó Aquiles.
–Nena, dale un poco de respiro que lo vas a matar –comentó burlonamente Paula, dirigiéndose a Marina.
Todos sonrieron.
Aquiles se quedó pensando si Marina ya les había contado sobre la decisión de comenzar con el intento de quedar embarazados, tema sobre el que habían vuelto a hablar recién a la mañana.
Lo que sí tenía claro, es que entre ellas hablaban sin tapujos sobre sus vidas sexuales, por lo que, obviamente, hablaban sobre los gustos y preferencias de sus respectivos maridos.
¿Vino o cerveza? –preguntó Aquiles.
–Depende de que pidamos para comer... –respondió Adrián.
–¿Sushi, pizza, empanadas? –planteó Marcos.
La mayoría votó por empanadas, que decidieron acompañar con cerveza.
–En la cocina dejé una tabla de quesos y de fiambres –dijo Marcos.
Los hombres fueron hacia la cocina a buscar cervezas y a abrir la picada que había traído Marcos, mientras que las mujeres se quedaron en el estar, chusmeando y haciendo el pedido de empanadas. Ya sabían de memoria que quería cada quien. Años de reunirse y de compartir diversos momentos de la vida.
–Che, contale a Adrián lo que pasó en la oficina con Alejandro –dijo Aquiles, dirigiéndose a Marcos.
– ¿Quién es Alejandro? –preguntó Adrián.
–Un empleado que tenemos –contestó Aquiles.
–Nada... Salí de mi oficina y vi que estaba con una videoconferencia y que del otro lado había un flaco desnudo... va, en ropa interior... Pero después lo cuento bien delante de las chicas a ver qué opinan –dijo Marcos.
–Pero ¿es puto? –preguntó Adrián.
–No, va, que sé yo si es puto o no –dijo Marcos.
–Pero pará... ¿Es el mismo Alejandro que alguna vez vino a jugar fútbol con nosotros? –preguntó Adrián.
–El mismo –respondió Aquiles.
–Pero ese flaco de puto cero... va... al menos cero amanerado. Me acuerdo que las veces que vino a jugar con nosotros, casi me arranca las piernas de las faltas que me hizo y peleaba la pelota cuerpo a cuerpo como una fiera; incluso, alguna vez se quedó a tomar algo después del partido y muy buena onda, me pareció bien macho el flaco –comentó Adrián.
–Sí, es así, quizá aún estemos con la cabeza medio cerrada y creemos que solo los hombres amanerados sienten atracción por otros hombres –dijo Marcos.
–Eso es cierto... en el edificio en el que vivíamos, teníamos vecinos que no sabíamos si eran hermanos o que, hasta que nos enteramos por el encargado de que eran pareja. Lo habíamos pensado, pero nos despistaba la actitud tan masculina... Incluso, uno de ellos jugaba al rugby –comentó Adrián.
–Cambiando de tema, ¿cómo andan las cosas en la náutica? –preguntó Marcos.
Adrián había estudiado ingeniería naval. Más allá de continuar con la tradición de sus ancestros, era una actividad que disfrutaba y que le permitía llevar un excelente nivel de vida.
–La verdad es que bien, dejando de lado los vaivenes de este país y de la economía, el target que se mueve en el ambiente náutico, mejor o peor, es un público de alto poder adquisitivo, por lo que siempre hay trabajo –respondió Adrián, que agregó riendo– más o menos como lo que les sucede a Uds., que haya o no haya dinero, malditos abogados y contadores necesitamos todos.
–Claro, es cierto –dijo Marcos.
Marcos era abogado y se había especializado en el área penal, más allá de que en el estudio también se manejaba el área civil.
Aquiles se había especializado en la parte tributaria, por lo que habían logrado conformar una buena dupla de trabajo y encima, acompañada por una amistad de años.
La charla fue interrumpida por el sonido del portero eléctrico. El delivery de empanadas estaba abajo.
–Voy yo –dijo Aquiles, que agarró su billetera y se puso zapatillas para bajar.
Marcos y Adrián cargaron sobre una bandeja la picada, vasos y bebidas y fueron hacia el estar. Era raro que se sentaran a la mesa para compartir una comida, salvo que fuese algún especial. Por lo general, se reunían en torno a la mesa ratona del estar y comían allí, estuviesen en la casa de quien fuese.
Aquiles abrió la puerta e ingresó cargando dos cajas.
–Acá está la comida para alimentar a las fieras –dijo.
Depositó las cajas sobre la mesa y comenzaron con la repartija de empanadas, según los sabores que cada quien había elegido.
–Qué pena que Félix y Sofi no pudieron venir –dijo Marina.
–Sí, es cierto... Están en una etapa en la que, si no pueden arreglar con tiempo para dejar a los nenes a cargo de alguien, se les hace complicado salir; más, con el bebé de un mes –dijo Paula.
–Claro, Uds. ya no tienen problema porque tuvieron a sus hijos muy jóvenes y ya son adolescentes –dijo Inés.
–Es cierto... aunque todo tiene sus pros y sus contras. Por un lado, estuvo bueno tenerlos de jóvenes, pero también tuvimos que delegar muchas cosas que Uds. sí pudieron hacer, especialmente yo, porque Marcos continuó con su carrera –dijo Paula.
Se generó un segundo de silencio un tanto incómodo, porque no quedaba claro si el comentario de Paula estaba cargado con un dejo de reproche hacia Marcos, o si simplemente, había sido una descripción de lo que vivieron.
–Ojo, que no se entienda mal; no lo digo como reproche, porque fue una decisión tomada de a dos –agregó Paula, que se acercó a Marcos y le dio un beso en los labios.
Paula era arquitecta y trabajaba de manera independiente. Lo hacía por placer y solo cuando lograba enganchar un cliente a través de algún contacto de su círculo de amistades. Claramente, no lo hacía por necesidad económica.
–Hablando de hijos... ¿Ustedes piensan esperar mucho más o tomaron la decisión de no procrear? –preguntó Marcos, dirigiéndose a las otras dos parejas.
–Justamente, el señor me acaba de plantear ese tema esta mañana y enseguida pusimos manos a la obra –dijo Marina,