La práctica integral de vida. Ken Wilber
alt="" target="_blank" rel="nofollow" href="#fb3_img_img_f071fded-9d26-5091-ab31-7dfc473945d3.jpg"/> Condensado, en el sentido de que, despojando a las prácticas tradicionales de su bagaje cultural y religioso, resume su esencia y nos proporciona una forma concentrada y eficaz de práctica muy aplicable al mundo postmoderno
Integral es decir, basada en una tecnología OCON, un marco de referencia “OmniCuadrante y OmniNivel” que nos permite car-tografiar las muchas capacidades intrínsecas del ser humano
La aventura universal (y particular) del despertar
La aventura del despertar es uno de los dramas más universales en los que se halla inmerso el ser humano. Asume todas las formas posibles y es, en este sentido, un proceso fundamentalmente creativo, impredecible e improgramable. En ciertos parajes, este proceso parece estancarse mientras que, en otros, se acelera y también hay “noches oscuras del alma” y puertas que sólo pueden atravesarse de rodillas y que se experimentan como una ordalía de transformación, un proceso de “fl orecimiento” o un romance con Dios.
Los principios de la PIV son muy claros y sencillos, y ponen a la práctica al alcance de casi cualquier persona. En este sentido, nos proporcionan un marco de referencia organizador para una vida de aprendizaje y transformación. Iluminando la imagen mayor de la conciencia, la vida, el crecimiento y el despertar, y destilando el extracto de la práctica, nos ayuda a despojarnos del lastre innecesario y proporcionarnos el espacio necesario para centrarnos en la esencia de la cuestión.
Cada camino tradicional nos ofrece una imagen única del aspecto que asume el despertar. Aun la moderna conciencia científica empezó con su propia “ilustración”. La PIV no tiene nada que ver con el rechazo de una determinada forma de despertar en favor de una nueva moda. La PIV tiene que ver con la adecuada comprensión y combinación de los caminos existentes, permitiéndoles funcionar mejor y ayudándonos a vivir más adecuadamente en pleno siglo XXI.
La PIV nos proporciona un marco de referencia nuevo y claro que no sólo permite al practicante (independientemente de que se trate o no de una persona religiosa) entender y actualizar su práctica, sino establecer un diálogo profundo y significativo con personas que siguen caminos diferentes sobre cuestiones universales relativas a la práctica.
Y ello significa que los cristianos, los judíos, los musulmanes, los budistas, los hinduistas y cualquier otro practicante religioso, indígena o transtradicional puede utilizar el enfoque integral para hablar con personas que siguen otros caminos e incluso con quienes no sustentan una visión religiosa del mundo, y referirse a su práctica con un lenguaje común (que, dicho sea de paso, puede proporcionar nuevas conexiones e ilustrar, de este modo, lo mucho que tienen en común). Aun los ateos y los agnósticos pueden trabajar con la PIV, puesto que el marco de referencia OCON es neutral y no impone ni proscribe ningún sistema concreto de creencias.
Esto nos permite satisfacer una necesidad muy seria. Tengamos en cuenta que el budista puede hablar fácilmente con alguien de su misma tradición sobre el modo de aplicar su práctica espiritual a los retos que la vida le depare. ¿Pero podría hacer lo mismo con un cristiano? ¿O con un musulmán? Y algo parecido podríamos decir con respecto a los aspirantes espirituales ajenos a esas tradiciones. Necesitamos alentar el diálogo entre los integrantes de cualquier tradición religiosa y hasta con personas que no pertenezcan a ninguna tradición. Si queremos servir a un bien mayor, la creciente comunidad internacional de práctica espiritual debería contar con un vocabulario común.
Este libro contribuye al establecimiento de un diálogo sobre una nueva dirección evolutiva de la práctica personal a la que deberían atenerse los futuros exploradores de la vanguardia del potencial humano. En este sentido, la Práctica Integral de Vida contribuye muy positivamente a definir un nuevo y emergente campo de estudio, de investigación y de aplicación.
Plataforma de lanzamiento: Los cuatro módulos básicos
Los cuatro módulos básicos de la Práctica Integral de Vida son los siguientes:
el cuerpo
la mente
el Espír itu
la sombra
otros módulos adicionales importantes son:
la ética integral
el yoga sexual integral
el trabajo
la transmutación de las emociones
el parentaje integral
las relaciones integrales
la comunicación integral
El punto de partida universal de la PIV se asienta en los cuatro módulos básicos, relacionados con las cuatro dimensiones fundamentales de nuestro ser individual, el cuerpo, la mente, el Espíritu y la sombra. Usted es lo único que, para ello, necesita, de modo que, quien así lo desee, ya podría empezar a trabajar. Tenga en cuenta que la práctica coherente de estas cuatro dimensiones movilizará y potenciará su desarrollo global. De este modo será más capaz de funcionar interna y externamente, a través de múltiples perspectivas, con una mayor claridad, presencia y vitalidad en casi todas las dimensiones de su vida.
Figura 2.1 Comenzar con los cuatro módulos básicos
Figura 2.2 Módulos adicionales
Hablando en términos generales, los caminos espirituales tradicionales se han centrado habitualmente en dos o tres de estos módulos, soslayando casi siempre el módulo de la sombra. Por su parte, aunque los caminos modernos y postmodernos del autodesarrollo hayan tenido en cuenta el trabajo con la sombra, han solido desdeñar el módulo de la mente y la mayoría de ellos carecen de la profundidad y el rigor propio de las tradiciones meditativas, lo que les impide abordar adecuadamente el módulo del Espíritu.
Para esbozar adecuadamente una PIV, lo único que necesitamos es elegir una sola práctica en cada uno de los cuatro módulos básicos. Y, si queremos hacerlo sabiamente, deberemos escapar de los errores habituales que, de modos muy diversos, obstaculizan la transformación.
Hay quienes dicen: «¿Y qué pasa si quiero centrarme en un ámbito ajeno a los cuatro módulos básicos?». ¡Obviamente no hay nada que nos lo impida! Siempre podemos tener en cuenta y aportar conciencia a nuestras relaciones y a las funciones clave (relativas a nuestra profesión, nuestras relaciones, nuestra familia, etcétera) a las que se refieren los módulos adicionales. Y, en cualquier momento, nuestro objeto de interés siempre puede centrarse en cualquier módulo. Todos los módulos —tanto los básicos como los adicionales— son importantes. Si, por ejemplo, estamos atravesando una fase en la que pretendemos adaptar nuestra carrera al objetivo de nuestra vida o a la pasión que alienta nuestro corazón, probablemente queramos centrarnos en el módulo del trabajo y desplegar nuestro yo único. En cambio, si acabamos de enamorarnos (o queremos enamorarnos) o estamos trabajando cuestiones relativas a nuestra pareja, probablemente prefiramos centrarnos en el módulo de las relaciones. Y si, por último, estamos estableciendo los cimientos de una nueva familia, probablemente nos interese centrarnos en el módulo del parentaje.
Los cuatro módulos básicos no constituyen, en este sentido, una estructura rígida y dogmática, sino tan sólo un fundamento recomendado. Son muchas las etapas que componen el