El plan de tu alma. Robert Schwartz
patrón me quedó claro mientras llevaba a cabo la investigación para este libro. Yo llamo a esos programas de vida “planes de aprendizaje a través de los opuestos”.
Por ejemplo, un alma profundamente compasiva que desea llegar a conocer en profundidad la compasión puede elegir encarnarse en una familia disfuncional. Al ser tratada sin compasión, llegará a apreciar la compasión más profundamente. La ausencia de algo es lo que mejor nos enseña su valor y su significado. La falta de compasión en el mundo exterior la obligará a dirigirse al interior, donde recordará su propia compasión. El contraste entre la falta de compasión en el mundo físico y su compasión interna le proporcionará una comprensión más profunda de la compasión y, por tanto, de sí misma. Desde la perspectiva del alma, el dolor inherente a este proceso de aprendizaje es temporal y breve, pero la sabiduría que resulta del mismo es, literalmente, eterna. El aprendizaje a través de los opuestos está presente en cada relato de este libro.
Recordar quiénes somos realmente (almas majestuosas, trascendentes y eternas) es un modo de superar los desafíos de nuestra vida. Por ejemplo, una persona que se identifica con su cuerpo sentirá una enorme angustia si éste resulta gravemente dañado. Otra persona cuyo cuerpo soporte el mismo daño, pero que se identifique con el alma, experimentará un sufrimiento mucho menor. Ya que nuestras dificultades provocan que recordemos que somos almas, el mismo suceso que inicialmente nos causó sufrimiento puede, al final, aliviarlo. Cambiar el concepto de uno mismo, dejar de pensar que somos sólo nuestro cuerpo-personalidad, y comenzar a creer que somos almas, quizá no reducirá el dolor, pero aliviará el sufrimiento. Ese despertar es el propósito y uno de los profundos beneficios de los desafíos de nuestra vida. El despertar revitaliza nuestra pasión por la vida, la misma que sentimos antes de reencarnarnos. Es, sencillamente, un motivo de celebración.
Cuando despertamos o respondemos positivamente a nuestros retos y obstáculos, trazamos un “camino energético” que hace que para otros sea más fácil sobrellevar los suyos, y sanarse gracias a ellos. Esta idea se basa en la premisa de que todos estamos energéticamente conectados, y que nos vemos afectados por los demás. Los relatos incluidos en este libro indican que cada uno de nosotros puede provocar un impacto mucho mayor de lo que imaginamos. Nuestra capacidad para afectar al mundo de una forma tan contundente es una oportunidad maravillosa y al mismo tiempo una enorme responsabilidad.
Cada uno de nosotros es una semilla que fue sembrada en la vibración de nuestro mundo actual. Cuando elevamos nuestras propias frecuencias por el crecimiento que nos provocan los acontecimientos de la vida, elevamos la frecuencia del mundo desde el interior. Como una gota de tinte añadida a un vaso de agua, cada persona altera el color por completo. Cuando creamos sensaciones de alegría, incluso si lo hacemos mientras vivimos solos en la cima de una montaña, emitimos una frecuencia que hace que, para los demás, resulte más fácil estar alegre. Cuando creamos sensaciones de paz, irradiamos una energía que ayuda a que terminen las guerras. Cuando amamos, hacemos que amar sea más sencillo para los demás, tanto para los que conocemos como para aquellos que nunca llegarán a saber de nosotros. Quienes somos es, por tanto, algo mucho más importante que cualquier cosa que vayamos a hacer nunca.
En el capítulo 7 conocerás a Christina y a su espíritu guía, Cassandra. Cassandra dijo esto sobre el camino energético:
Cuando aceptamos un acontecimiento vital concreto, recibimos la energía curativa de aquellos que han hecho ese viaje antes. El sendero de luz está pavimentado con una compasión y un amor sanador que eleva la frecuencia de la persona que camina por él [tras nosotros].
Aprender y sanar por un acontecimiento vital concreto eleva el campo aúrico de aquellos que han sobrevivido a él. Otros, en su presencia, sabrán que tienen algo que los llena de esperanza y fe. La experiencia no tiene por qué ser la misma. La frecuencia sanadora puede empujar al alma hacia delante, pero el alma receptora debe estar preparada para hacerlo. Incluso si la forma física [del receptor] no cambia o “sana” según los estándares de la Tierra, el alma asciende.
El sufrimiento es un regalo de proporciones inmensas, tanto para el alma, como para los demás elegidos a los que se les permite ayudarle en su viaje de sanación. El lenguaje del sufrimiento es una frecuencia en sí misma. Está en los ojos, en los corazones y en la mente de los que están en ella. Es profundo y mundano al mismo tiempo. Míralo, créelo, e imparte amor y compasión a aquellos que los necesitan. Los pequeños actos de consciencia y amabilidad hacen que la sanación sea posible. Los pensamientos de belleza y gracia pueden ser proyectados y percibidos incluso a distancia por aquellos a los que pueden beneficiar.
Del mismo modo que nuestro impacto energético se extiende a través de esta dimensión, lo hace también en otras dimensiones. Verás referencias a las dimensiones “superior” e “inferior”. Superior no significa que sea mejor, e inferior no implica que sea peor. Estos términos se refieren solamente a la frecuencia. Las dimensiones superiores vibran a frecuencias más rápidas que la nuestra, y por tanto no son físicas, pero solapan e incorporan dimensiones inferiores. En resumen, todo es uno. Por esto, nuestras frecuencias individuales, ya sean de amor o de miedo, fluyen constantemente hacia el exterior, afectando por igual a los seres espirituales como a otras personas que pueden estar en cualquier parte, incluso lejos de nosotros.
Cuando leas los relatos, es aconsejable que tengas en mente las limitaciones que el lenguaje tiene a la hora de explicar algunos conceptos. Por ejemplo, a veces diré que la gente “viene del” reino espiritual cuando se encarna, y que “vuelve a” ese reino después de la muerte del cuerpo. Estas palabras y otras parecidas indican un cambio en la percepción, no en el lugar. No intentan plantear una separación entre las dimensiones. La encarnación no nos aparta literalmente de nuestro Hogar eterno; en lugar de ello, sencillamente limita nuestra capacidad para ver la parte intangible del mismo. La muerte, es la disolución del velo que nos oculta el reino espiritual.
Los conceptos de unidad y separación son importantes para poder comprender completamente por qué elegimos experimentar dificultades en nuestra vida. Cuando estamos en espíritu, tenemos una conciencia continua de nuestro enlace inseparable con todos los demás seres. Sabemos que somos uno con los demás y, por supuesto, con la totalidad de la creación. La compasión incondicional y la empatía forman parte de nuestra naturaleza. Aunque tenemos identidades individuales, no nos percibimos separados del resto de individuos. Este concepto fundamental resulta paradójico para el cerebro humano que, por su propia estructura, percibe la ilusión de separación. Cuando, como almas, proyectamos una parte de nuestra energía en los cuerpos físicos, intencionadamente centramos nuestra atención en el cuerpo, bloqueando de ese modo la percepción de la unidad. Ser capaces de estrechar nuestra percepción nos permite planear vidas en las que interpretamos papeles predefinidos, y por lo tanto proporcionando vivencias y retos a otros. Esperamos poder responder a esos retos con amor. Si somos capaces de hacerlo, después de la vida física volveremos al espíritu con una comprensión más profunda de la compasión, de la empatía, y de la unidad que temporalmente habíamos ocultado a nuestra propia consciencia.
Como indican los relatos, planeamos las dificultades de nuestra vida para alcanzar objetivos concretos. El objetivo común es la sanación; concretamente la sanación de las energías “negativas” que han quedado sin resolver en vidas pasadas. Digamos, por ejemplo, que una persona estuvo consumida por el miedo durante una encarnación. Al final de esa vida, el individuo puede conservar restos de la energía del miedo, especialmente si la persona murió mientras experimentaba un gran miedo. La energía de baja frecuencia del miedo no se puede transportar totalmente a la frecuencia superior del reino espiritual donde reside el alma, aunque un residuo energético sí podría cruzar. El individuo siente esta energía y planea una nueva vida en la que se sanará a través de la expresión del amor.
También planeamos actitudes para equilibrar el karma. El karma a veces se conceptualiza como una deuda cósmica, pero también puede ser descrito como una energía desequilibrada con otro individuo. Generalmente tenemos karma con miembros de nuestro grupo de almas: otros en la misma fase evolutiva con quienes hemos compartido muchas vidas. En esas vidas pasadas, hemos interpretado los papeles de marido, esposa, hija, hijo, hermano, hermana, madre, padre, amigo íntimo, y enemigo mortal con las mismas almas. Recuerdo el relato real de un padre que estaba leyendo un