Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio Fernandez
de ser mencionado es Henry Saint John, vizconde de Bolingbroke (1678-1751), que presenta a Cristo como el instrumento divino para confirmar la religión natural.
La actitud intelectual de Samuel Clarke (1675-1729) es distinta. Se trata de un pastor anglicano que pretende demostrar el carácter racional de la fe, en abierta polémica con Hobbes y con Spinoza. Mediante doce proposiciones, Clarke demuestra la existencia de Dios y de algunos de los atributos divinos. Admirador de Newton, pone en relación el espacio y tiempo absolutos con la existencia divina, tema que provocará una polémica con Leibniz. Sin embargo se aleja de los deístas al afirmar la necesidad moral de la revelación, dada la actual situación de la humanidad.
En el seno de la revelación hay verdades que superan la capacidad de la razón, aunque no la contradicen.
El obispo anglicano John Butler (1692-1752) se opuso firmemente a los deístas. Autor de la obra La analogía de la religión natural y revelada con la constitución y el curso de la naturaleza, quiere demostrar que la creencia que afirma que el cristianismo es verdadero no es irrazonable y, si lo fuera, serían también poco razonables las creencias en torno al sistema de la naturaleza. En la aceptación de la revelación o de algunas verdades naturales, como la de la inmortalidad del alma, hay siempre dificultades.
Sin embargo, también en el ámbito del conocimiento del sistema de la naturaleza hay dificultades análogas, y ésta no es una razón válida para rechazar el conocimiento del mundo natural.
c) La filosofía moral
El otro ámbito típico de la Ilustración inglesa es el de la filosofía moral. Los dos grandes exponentes del pensamiento ético inglés de este periodo son Anthony Ashley, conde de Shaftesbury (1671-1713) y Francis Hutcheson (1694-1746).
El primero es conocido por su Ensayo sobre el mérito y la virtud. Shaftesbury considera que el hombre goza de ideas morales connaturales, que inclinan a buscar el propio bien, el cual, en el caso del hombre, se debe armonizar con el bien de la sociedad.
En polémica con Hobbes, no piensa que el hombre sea malo por naturaleza: la benevolencia es una parte esencial de la moralidad y tiene sus raíces en la naturaleza humana. Todo hombre goza también de un sentido moral, que hace posible distinguir entre conducta justa e injusta. La moral, basada en la virtud, es autónoma respecto a la religión. La virtud debe ser buscada por sí misma. Esto, sin embargo, no significa que Shaftesbury rechace la trascendencia: la virtud completa comprende la piedad respecto a Dios. Por tanto, «la perfección y elevación de la virtud se debe a la fe en un Dios».
Hutcheson, por su parte, sigue los pasos de Shaftesbury. Añadirá elementos de tipo utilitarista, que serán retomados en el siglo XIX por Jeremy Bentham y John Stuart Mill: «Al comparar la cualidad moral de las acciones con el fin de ofrecer un criterio a nuestras elecciones entre las diversas acciones propuestas o para encontrar cual de ellas tiene la mayor excelencia moral —escribe Hutcheson en su Investigación sobre nuestras ideas de belleza y de virtud—, somos inducidos por nuestro sentido moral de la virtud a juzgar de este modo: a igualdad de grados de felicidad que esperamos se pueda seguir de las acciones, la virtud está en proporción al número de personas a las cuales será extendida la felicidad... de modo tal que la acción mejor es la que procura la mayor felicidad al mayor número de personas, y la acción peor es la que causa la infelicidad al mayor número»9. En Hutcheson encontramos una idea de felicidad más bien hedonista, y una tendencia a identificar moral con estética —junto al sentido moral, los hombres poseemos un sentido estético—. Sin embargo, influido por Butler, Hutcheson trata de unir moral con metafísica y teología, aunque pasará a la historia como un antecedente del utilitarismo de Bentham y de Mill.
4. La Ilustración francesa
Si bien se tiende a pensar que la Ilustración es un fenómeno típicamente francés, no podemos olvidar que los primeros ilustrados fueron ingleses. A este hecho cronológico se debe añadir el profundo influjo que ejerce la Ilustración inglesa sobre la francesa. La imagen popular de la Ilustración francesa — les Lumières— se debe a la radicalización de algunas actitudes teóricas ilustradas, que en las islas británicas aparecían bajo el manto de la moderación. Los excesos siempre han tenido una mayor resonancia en la memoria colectiva, y el materialismo, el ateísmo, los ataques contra la Iglesia Católica y los horrores del Terror revolucionario son elementos característicos de la imagen popular de la Ilustración francesa.
Aunque estos elementos son verdaderos, no todas las manifestaciones del pensamiento francés del siglo XVIII se pueden encuadrar en este esquema. Hay un aire de familia común, dentro del cual hay que hacer distinciones. En las siguientes páginas trataremos de ofrecer un cuadro de conjunto de estos philosophes, que son importantes no tanto por la profundidad de sus ideas, sino sobre todo por el influjo que ejercerán en la categorías populares de pensamiento.
a) Pierre Bayle, el precursor
Pierre Bayle (1647-1706) es considerado por casi todos los historiadores como el principal predecesor de los philosophes. Bayle presenta un conjunto de principios teóricos que después serán desarrollados con amplitud durante el siglo XVIII. El autor del Diccionario histórico-crítico considera que las controversias teológicas —tanto entre catolicismo y protestantismo como entre escuelas católicas— son confusas e inútiles. La causa de estas disputas es la falta de claridad en los juicios y la existencia de prejuicios. En el fondo, todos están de acuerdo sobre las cosas fundamentales. Si las controversias teológicas son tan frecuentes, las disputas metafísicas lo son todavía más. Dígase lo que se quiera sobre la demostración racional de la existencia de Dios o de la inmortalidad del alma, siempre habrá demostraciones en sentido contrario. Además, permanece el problema del mal en el mundo, inconciliable con la existencia de un Dios omnipotente, infinito y omnisciente.
Frente a las disputas metafísicas y teológicas no queda otra cosa sino tolerar. La tolerancia es la única respuesta racional a los diversos puntos de vista sobre las cosas que superan el poder de la razón. Además, es necesario separar religión y moral. Según Bayle, la vida vivida de los hombres de todos los tiempos demuestra que no hay un vínculo indisoluble entre creencia religiosa y práctica moral. Por eso no ve ningún problema en afirmar la posibilidad de una sociedad de ateos que obre moralmente bien.
Las críticas a la actitud intelectual de Bayle, considerada por algunos como proclive al ateísmo, surgió un poco por todos lados. Leibniz tratará de dar una respuesta, en polémica con Bayle, al problema de la relación entre omnipotencia divina y existencia del mal. Sin embargo, la tolerancia como base de la convivencia civil —tolerancia que en Bayle tiene fuertes connotaciones de indiferentismo— y la separación entre religión y moral son la herencia que Bayle dejó a las generaciones futuras.
b) La Enciclopedia
Si la unanimidad de los historiadores en considerar a Bayle como el gran precursor de la Ilustración es casi total, lo mismo sucede con la afirmación de la importancia de la Encyclopédie como símbolo de la nueva corriente de pensamiento. La Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des arts et des métiers fue obra de muchos autores, bajo la guía de Diderot y de D’Alembert. Este último se retiró de la redacción en 1758. La Enciclopedia está compuesta por treinta y cinco volúmenes, publicados entre 1751 y 1780. La edición de la obra no fue fácil, ya que el gobierno francés consideró algunos artículos como perjudiciales tanto para el poder político como para la autoridad de la religión. Como sucede en toda obra en la que intervienen muchas firmas, el conjunto de la Enciclopedia es desigual desde el punto de vista filosófico y científico. Autores como Turgot, Rousseau, d’Holbach aparecen junto a otros autores más bien desconocidos. Sin embargo, lo que nos interesa más al tratar sobre la Enciclopedia no son las cuestiones de detalle, sino el espíritu básico y la finalidad de esta obra. Tal finalidad consistía en el proveer al lector de su tiempo