Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio Fernandez
mismo rey escribió algunas obras filosóficas, como el Ensayo sobre el amor de sí considerado como el principio de la moral (1770).
La introducción y traducción de algunos libros de los deístas ingleses Toland y Tindal favoreció el desarrollo de una corriente de deísmo alemán. En este ambiente intelectual hay que citar a Hermann Samuel Reimarus (1694-1768), de raza hebrea, y decidido defensor de la religión natural. En una obra publicada póstumamente por Lessing, y que llevaba como título Apología y defensa de los adoradores racionales de Dios, Reimarus sostenía que la única revelación divina era el mundo natural. Las revelaciones sobrenaturales eran sólo invenciones humanas, y los mismo milagros eran una ofensa a Dios, que ha querido crear un mundo organizado y gobernado mediante un sistema racional.
Otro filósofo de origen judío y de convicciones deístas es Moses Mendelssohn (1729-1786), quien no compartía la hostilidad de Reimarus contra la revelación sobrenatural. Mendelssohn se interesó sobre todo acerca de la relación entre religión y poder político, defendiendo la tolerancia y la no intervención del Estado en materias religiosas.
El filósofo de mayor relieve en este ámbito de la filosofía de la religión de la Ilustración alemana es Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781). Este autor también será importante como punto de unión entre las ideas estéticas de Baumgarten, discípulo de Leibniz, y la teoría estética de Goethe. Por lo que se refiere a su pensamiento filosófico, no concuerda plenamente con Reimarus, aunque se hubiera ocupado de la publicación póstuma de una de sus obras. Lessing no cree que un cuerpo de doctrina pueda ser demostrado racional y universalmente, aunque se trate de verdades estrictamente naturales. La verdad absoluta y definitiva pertenece sólo a Dios. La actitud de Lessing respecto a la verdad se evidencia con esta célebre cita del alemán: «Si Dios tuviese en su mano derecha todas las verdades, y en su mano izquierda la única y siempre móvil aspiración a la verdad, con la posibilidad de errar siempre y eternamente, y me dijera: “elige”, yo me pondría humildemente de rodillas a su izquierda y diría: “Padre, ¡dame ésta! ¡La verdad pura está reservada sólo a Ti!”».
Según Lessing, no se puede despreciar a las religiones reveladas. El valor de toda religión revelada se debe medir por las consecuencias sociales que comporta. Su interpretación del cristianismo, realizada desde la perspectiva de las consecuencias sociales y morales que ha producido, era más positiva que las sostenidas por otros deístas. No obstante esta relativa positividad, Lessing estaba muy lejano de la ortodoxia. El filósofo alemán sostenía una visión de la historia de la humanidad en donde el cristianismo es sólo una etapa. La historia del mundo pasa por tres periodos, que corresponden a las etapas de la evolución psicológica del hombre. La primera etapa, paralela a la de la infancia humana, está simbolizada por el Antiguo Testamento; la juventud, por el Nuevo Testamento, donde se predica la inmortalidad del alma y a Dios como Padre universal. En esta fase de la historia los cristianos añaden elementos especulativos teológicos, que no son del todo negativos, pero que necesitan de una racionalización. Finalmente, la tercera etapa, paralela a la madurez psicológica, es la época del Evangelio eterno, en la cual el hombre hará el bien por amor del bien, y no por el premio o el castigo. Lessing presenta esta teoría de la historia, que en parte repropone algunos elementos de Joaquín de Fiore, en una obra titulada La educación del género humano.
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La Ilustración representó la centralidad del hombre, el pretendido triunfo de la razón sobre la fe, del progreso sobre la tradición. Sus profetas anunciaban un futuro lleno de luz, una vez que las tinieblas medievales fueran derrotadas. Pero luces y sombras estuvieron siempre mezcladas en la historia de la humanidad, y siguieron estando mezcladas en los siglos posteriores. El hombre ilustrado redescubrió algunos valores que se encontraban escondidos bajo costumbres que sí podían considerarse supersticiosas, pero al mismo tiempo perdió una cosa de gran valor, rechazando lo sobrenatural y lo trascendente.
La autonomía del hombre, que pretende ser absoluta, intentará distintos caminos para afirmar la propia centralidad. Caminos que terminarán en ideologías autojusticadoras, como autojustificada era la pretendida autonomía absoluta.
6. El sistema kantiano
La figura de Inmanuel Kant emerge en el siglo XVIII como la de un auténtico gigante. Parecería que la filosofía anterior ha sido una preparación al kantismo, y la posterior un diálogo con el filósofo de Königsberg. Utilizamos la forma verbal condicional a propósito, dado que en realidad no es exactamente así. Pero es indudable la importancia histórica que reviste el proyecto filosófico kantiano.
Kant se encuentra frente a las dos corrientes de pensamiento que caracterizan el siglo XVII filosófico —racionalismo y empirismo—, observa con atención el desarrollo de la ciencia física con la teoría de Newton, convive con los principales exponentes de la Ilustración y verá la caída del Ancien Régime, después de los eventos de 1789.
La filosofía trascendental de Kant será un intento de respuesta global a los nuevos problemas que se presentan al hombre europeo del final del siglo XVIII. ¿Cómo coordinar el escepticismo de Hume, la ciencia newtoniana y la fe racionalista en la capacidad de la razón? ¿Será todavía posible, después de la crítica del principio de causalidad, la ciencia y la metafísica? ¿Qué puede conocer el hombre, y cómo? Si la crítica de los empiristas a los racionalistas es verdadera, ¿caerán también las demostraciones de la existencia de Dios de los sistemas metafísicos del siglo XVII y la moral que se basa en la trascendencia? Estos interrogantes, que llegan hasta lo más profundo de los anhelos humanos —Dios, la libertad, la conciencia— obtendrán en la obra kantiana una respuesta que, aunque toma elementos tanto del empirismo como del racionalismo, será original, sistemática y revolucionaria.
«El cielo estrellado sobre mí, y la ley moral dentro de mí»18 serán los dos objetos de la admiración kantiana. Un conocimiento de la naturaleza, aunque de ella sólo podemos conocer los fenómenos, mediante la razón teórica. El imperativo categórico como ley de la moral, mediante la razón práctica. Dios, la libertad y la inmortalidad recuperados, después de la crisis escéptica de Hume, pero sólo como postulados.
El pensamiento post-kantiano se debía enfrentar con el «escándalo de la cosa en sí», una realidad que, si bien no era cognoscible por la razón, se la afirmaba como necesaria. Fichte, Schelling y Hegel darán una respuesta diversa de la kantiana, pero que presuponía la filosofía del maestro de Königsberg.
a) Vida y obras
Nace en Königsberg (en ese momento, Prusia oriental) en 1724. Recibe una educación muy cuidada desde el punto de vista moral y, a través de su madre, se forma en el espíritu del protestantismo pietista. Estudia desde 1732 en el Collegium Fridericianum, cuyo rector era el teólogo Schultz. Pero una disciplina demasiado rigurosa y un excesivo número de ejercicios de piedad terminarán por alejarlo de la práctica religiosa.
A partir de 1740 Kant estudia en la Universidad de Königsberg.
Entra en contacto con las teorías de Newton, y estudia física, matemáticas y filosofía. En 1746 termina sus estudios, con el trabajo escrito Pensamientos sobre la verdadera estimación de las fuerzas vitales. Entre 1746 y 1755, a causa de la muerte de su padre, trabaja como preceptor en varias familias para ganarse la vida.
En 1755 publica Historia de la naturaleza y teoría del cielo, obtiene el doctorado con una tesis Sobre el fuego, y presenta la habilitación docente sobre el siguiente argumento: Nueva explicación de los primeros principios del conocimiento metafísico.
La cátedra universitaria de Kant no se ocupará sólo de temas filosóficos: nuestro autor enseña también biología, geografía, pedagogía. Entre 1762 y 1763 publica cuatro escritos, que prefiguran ya su sistema filosófico maduro.
En 1770 ocupa la cátedra de Lógica y Metafísica de la Universidad de Königsberg. En ese año publica la disertación Sobre la forma y los principios del mundo sensible e inteligible,