Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio Fernandez
la adecuación completa, solo es posible presuponiendo una existencia y una personalidad del ser razonable que perdura infinitamente, que no es otra cosa que la inmortalidad del alma.
Al final de la Crítica de la razón práctica nos encontramos frente a tres realidades morales que eran exigencias ideales de la razón pura. En un cierto sentido, el mundo nouménico se recupera con la teoría de los postulados. Hay, por lo tanto, una supremacía de la razón práctica sobre la teórica, que manifiesta la finalidad moral del proyecto kantiano. Cabe aclarar que esta recuperación no es de orden gnoseológico: la teoría del conocimiento de Kant no supera nunca la barrera de la experiencia posible.
d) La filosofía de la religión
Para Kant, como ya hemos visto, Dios es un ideal de la razón teórica, y un postulado de la razón práctica. En su obra más importante de filosofía de la religión — La religión dentro de los límites de la mera razón— y en otros escritos menores, se ve una identificación entre moral y religión. La moral se basta a sí misma, y con ella se llega a un concepto de Dios como Legislador.
Junto a la moralización de la religión hay una racionalización de la misma, como bien expresa el título de la obra apenas referido. Kant distingue entre una religión pura, que tiene sólo contenidos racionales y que nos manda seguir una conducta recta guiados por el imperativo categórico, y una religión histórica, que junto con elementos racionales mezcla otros no racionales que pueden convertirse en supersticiosos. Para Kant, la función de la religión histórica —es decir, la que se basa en una presunta revelación divina— sirve como propedéutica a la religión pura. Hay un solo Dios, y por lo tanto una sola religión, que es la religión racional. En este contexto racionalista, Kant concibe a Cristo sobre todo como la personificación de la ley moral.
A pesar de la moralización y racionalización de la filosofía de la religión kantiana, hay un aspecto de su doctrina religiosa que supondría la necesidad de un Redentor: la doctrina del mal radical. En el hombre hay una inclinación hacia el mal, fruto del uso de la libertad. Junto a esta inclinación hay también una predisposición de la naturaleza humana hacia el bien. Kant considera que la narración bíblica del pecado original es un símbolo que representa el mal del hombre. Para pasar del mal al bien hay que convertirse radicalmente y alcanzar la pureza moral en las intenciones. Dicha pureza está personificada en Jesús. Esta doctrina del mal radical y de la necesaria conversión es quizá el residuo religioso de su filosofía humanista autónoma.
e) Filosofía del derecho y de la historia
El tema del derecho aparece constantemente en la producción kantiana. En este ámbito, su obra más importante es la Metafísica de las costumbres.
Kant distingue netamente entre derecho y moral. El derecho concierne al obrar externo del hombre, mientras que la moral se ocupa del obrar interno. El derecho, escribe el filósofo prusiano, «es el conjunto de condiciones bajo las cuales el arbitrio de uno puede ser conciliado con el arbitrio de los otros, según una ley general de libertad»24. El estado de derecho se encuentra sólo en el seno de la sociedad civil, etapa posterior al estado de naturaleza, que Kant concibe no como histórico sino como hipótesis metodológica. En el estado de naturaleza ya hay una cierta forma de sociedad, pero el paso a la sociedad civil comporta una mayor seguridad jurídica.
El influjo de Rousseau es evidente y profundo, tanto en la doctrina moral kantiana como en la política. Para Kant —como para Rousseau—, en el estado civil el hombre conserva su libertad, ya que sólo obedece a las leyes a las que él mismo ha dado su consentimiento, garantizando así la autonomía de la voluntad. Kant añadirá una teoría de un orden jurídico universal, en un escrito titulado Proyecto de paz perpetua, en donde propone una república mundial regida por leyes universales.
La concepción kantiana de la historia presenta muchos elementos ilustrados. Para nuestro autor, la historia es un proceso continuo hacia el progreso. Las etapas históricas son vistas como preparación para una mejora de la especie humana. Existe un plan racional de la naturaleza —a veces Kant habla de providencia—, donde parece que el factor decisivo es la misma intencionalidad de la naturaleza más que la libertad humana. El fin último de la historia es el hombre mismo, no tomado individualmente sino en cuanto especie racional.
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Una valoración general del entero sistema kantiano es difícil, sobre todo teniendo en cuenta que Kant, en los últimos años de su vida, decidió escribir una obra sistemática, que no llegó a terminar. Las anotaciones de este trabajo, fragmentarias e inconexas, fueron publicadas en 1920 bajo el nombre de Opus Postumum. Aunque se puede decir que estas anotaciones no presentan a un Kant distinto, existen contradicciones y alguna perplejidad.
Por ejemplo, según algunos fragmentos, Kant habla de Dios como trascendente al hombre, pero hay otros en donde presenta a un Dios inmanente, identificado con la ley moral.
Dejando de lado las dudas que surgen de la lectura del Opus Postumum, se ve en Kant un intento de sistematización universal, sólo comparable, en la filosofía moderna, al de Hegel. Kant indaga sobre las cuestiones más importantes de la existencia humana. Las respuestas por él dadas no son definitivas, y tenemos el derecho de no compartir ni su punto de partida ni las conclusiones de su sistema. Pero el proyecto filosófico-moral del pensador de Königsberg constituye una referencia necesaria para todo el pensamiento posterior, y también un desafío para los filósofos que desean caminar por otros caminos distintos de los kantianos. El pensamiento post-kantiano debía hacer frente al «escándalo» de la cosa en sí, una realidad que, aunque permaneciendo incognoscible a la razón, era afirmada como necesaria. Fichte, Schelling y Hegel darán una respuesta distinta de la kantiana, pero que presuponía la filosofía del maestro de Königsberg.
El papel desarrollado por el sistema kantiano en el proceso de secularización es importante. En el ámbito gnoseológico, la revolución copernicana de Kant pone al sujeto como constructor de objetos —aunque siempre queda un ligamen con el mundo fenoménico que provee la materia de la intuición sensible—; en el ámbito moral, Kant elabora una moral autónoma, rechazando la heteronomía como no digna de la persona. La especulación kantiana posee una resonancia ética fuerte, pero corta los puentes con la trascendencia, objeto, según el filósofo alemán, de una fe práctica no fundamentada científicamente.
1 R. DESCARTES, Discurso del método, 2ª parte (Citamos por la edición de C. Adam y P. Tannery, Paris 1897-1913).
2 D. HUME, Tratado sobre la naturaleza humana, I, 4, 7. (Citamos por la edición de T.H. GREEN y T.H. GROSE, D. Hume. The Philosphical Works, London 1882-1886).
3 D. HUME, Investigación sobre el entendimiento humano, XI.
4 IDEM, Historia natural de la religión, V.
5 Para una visión amplia de la filosofía moderna, cfr. M. FAZIO-D. GAMARRA, Historia de la filosofía moderna, Palabra, Madrid 2002.
6 I. KANT, Respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración?, Ak VIII, 35.
7 I. NEWTON, Mathematical Principles of Natural Philosophy and System of the World, traducción de A. Motte, revisado y anotado por F. Cajori, Cambridge 1934, II.