Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio Fernandez

Historia de las ideas contemporáneas - Mariano Fazio  Fernandez


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humana original. En el pensamiento del filósofo suizo, naturaleza y cultura son conceptos contrarios: lo cultural es lo artificial, lo no natural, mientras que lo natural se identifica con lo original y espontáneo. Rousseau describe artísticamente el hombre del estado de naturaleza: «Despojado este ser así constituido de todos los dones sobrenaturales que haya podido recibir, y de todas las facultades artificiales, que ha adquirido mediante largos progresos, considerándolo, en una palabra, tal cual ha debido salir de las manos de la naturaleza, veo a un animal menos fuerte que los otros, menos ágil, pero, en conjunto, organizado más ventajosamente que todos: lo veo saciarse bajo una encina, sofocar su sed en el primer arroyo, encontrar su descanso al pie del mismo árbol que le ha provisto su alimento; he aquí todas sus necesidades satisfechas».

      El hombre natural rousseauniano —que manifiesta el influjo de las lecturas etnográficas que presentaban a los hombres no europeos como en armonía con la naturaleza— es un ser todavía pre-racional, feliz, bueno, entendiendo por esta bondad natural todo lo que pueda contribuir a la conservación de su vida.

      Siendo asocial, gozando de la posibilidad de saciar todas sus necesidades materiales, los hombres eran todos iguales y libres: la libertad se basaba en un sentimiento interior pre-racional. Libertad, por lo tanto, e igualdad son los derechos naturales de los hombres.

      Las circunstancias exteriores del estado de naturaleza cambiaron, el hombre desarrolló sus facultades racionales que tenía en potencia, para poder hacer frente a las necesidades ahora insatisfechas por los cambios del estado original, y el hombre poco a poco se fue alejando del estado de naturaleza. El origen de la sociedad del siglo XVIII es un contrato social, basado en la desigualdad económica, que pisotea los derechos fundamentales del hombre. Hay que volver a fundar la sociedad —pues un retorno al estado de naturaleza es imposible— pero sobre bases completamente nuevas, que vayan de acuerdo con los derechos originales de los hombres.

      Libertad, para Rousseau, es autonomía, autolegislación. Este concepto será retomado por Kant, que lo pondrá en la base de su sistema moral. La igualdad se transforma en igualdad legal: la ley es la declaración de la voluntad general y es igual para todos.

      5. La Ilustración alemana

      En Alemania, la Ilustración atraviesa diversas fases. La amplitud de los intereses de los ilustrados alemanes, el prestigio que adquieren sus principales centros universitarios y el influjo de algunas de las tesis defendidas, hacen de la Aufklärung el precedente de la época de oro de la filosofía y de la literatura alemana, que presenta entre sus hombres más destacados a un Kant, un Goethe o un Hegel.

      La primera fase de la Ilustración alemana está representada por dos filósofos del derecho. Samuel Pufendorf (1632-1694) y Christian Tomasius (1655-1728) elaboran una doctrina del derecho natural de perfil racionalista, donde los preceptos de justicia se deducen de leyes y principios generales y racionales. Ambos filósofos —pero más específicamente Tomasius— separan el derecho natural de la metafísica y de la teología. El análisis metafísico del hombre, llevado a cabo por la segunda escolástica para fundamentar el derecho natural, es sustituido por un análisis psicológico de las tendencias y pasiones humanas.

      Con Christian Wolff (1679-1754) se da inicio a la segunda fase de la Ilustración alemana. Profesor universitario en Halle, es el representante más típico de la filosofía que pocos años más tarde Kant denominará dogmática. Wolff tiene la pretensión de crear un sistema filosófico completo. Siendo discípulo de Leibniz, y tomando elementos metafísicos de la segunda escolástica, y en particular del esencialismo de Suárez, su sistema es una gigantesca construcción lógico-formal, completa, coherente, pero alejada de la realidad sensible. En este sistema la lógica desarrolla un papel metodológico fundamental. El principio de no contradicción y el de razón suficiente constituyen el sustrato formal de toda ciencia.

      Las ciencias pueden ser racionales o empíricas, y cada una de ellas tiene un aspecto teórico y una aplicación práctica. Sin una gran originalidad —se puede decir que Wolff es un ecléctico— dejó a la posteridad filosófica una terminología que gozaría de gran éxito en el futuro: después de Wolff se generalizó los términos ontología para referirse a la metafísica, crítica para la teoría del conocimiento, se habló de teodicea más que de teología natural.

      Wolff era un creyente sincero, y al mismo tiempo era un racionalista. Por eso, no dudó en considerar a la razón como juez de la fe. Esta posición teórica le ganó las antipatías de los pietistas, que llevaron a Wolff al exilio, aunque retornará a su patria bajo la protección del rey. Esta circunstancia de la vida de Wolff nos permite pasar a tratar del ámbito más específico de la Aufklärung: la filosofía de la religión y en particular la relación fe-razón.

      En la Alemania del siglo XVIII existía un grupo religioso llamado pietista. De origen luterano, el pietismo subrayaba la importancia del aspecto interior de la religión: la fe se manifiesta primordialmente en el sentimiento y en la religiosidad personal más que en las verdades dogmáticas. Aunque esta actitud puede parecer contraria o al menos no muy favorable a la Aufklärung, sin embargo la desconfianza pietista frente a todo tipo de metafísica o de teología escolástica logró unir a dos movimientos aparentemente antitéticos.

      El


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