La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana

La sociedad de castas - Agustín Pániker Vilaplana


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lugar en el espacio público mayor del pueblo […] Ese permiso es de poca consolación ya que es también la fuente de su miseria».64

      Lo que hoy parece estar sucediendo es una adaptación de la casta bajo la forma de una comunidad cultural. Como veremos en el siguiente capítulo, transformándose las jātis en samājs (asociaciones culturales) la casta transmigra en el siglo XXI. La casta “culturalizada” puede sobrevivir como una minoría, grupo étnico o comunidad religiosa. En otras palabras, más que haberse transformado en grupos étnicos, «las castas han reivindicado la “cultura” como su modo de reproducción y de estabilidad esencial», en palabras de Balmurli Natrajan.65 Son sobre todo las élites de la casta las que invocan estos rasgos culturales para legitimar y renovar la casta. Se trata de convertir la jāti histórica en una nueva forma de asociación (samāj). El nuevo discurso político aprueba esta culturalización de la casta porque de esta forma puede acomodarla a la democracia parlamentaria.

      El proceso de etnicización o culturalización, que para algunos representaba virtualmente el fin del viejo sistema de castas, ha otorgado nueva fuerza a la identidad de casta.

      5. EL “SISTEMA” DE CASTAS

      El “sistema” de castas siempre se circunscribe a una localidad o comarca reducida. Desplacémonos unos kilómetros y hallaremos otro subsistema, con otras castas, diferentes relaciones, distintas jerarquías y nuevos protagonistas. Lo pertinente es hablar de los sistemas de castas.

      Cada región lingüística posee “su” sociedad de castas [véase en La casta es local]. En Gujarat, por ejemplo, sorprende la gran cantidad de castas dedicadas al comercio (genéricamente conocidas como baniās o vāṇiyās) y la altísima posición que ocupan. En Karnataka, en cambio, apenas existen castas que entren en la clásica categoría “comerciante” (vaiśya). El panorama está dominado por dos castas agrícolas poderosas: los okkaligas y los liṅgāyats. Pero si del centro de Karnataka nos desplazamos a la costa, veremos que estas dos castas desaparecen y otras tienen mayor preeminencia. En Himachal Pradesh, las llamadas “castas altas” representan el 56% de la población; en Tamil Nadu, sólo el 3%. En Sri Lanka, cada grupo social de la isla (cingaleses budistas, tamiles esrilanqueses o tamiles indios) tiene sus castas, sus jerarquías y formas de discriminación. Las relaciones entre las castas en Assam, Cachemira o Andhra Pradesh pueden ser muy dispares. Los que en un lugar dominan en otro puede que no; y los tabúes que encontramos en una región desaparecen en otra. Además, las diferencias entre las grandes ciudades y las aldeas son considerables. En un país de más de 600.000 poblados las variaciones pueden ser notables. Existen aldeas compuestas por una sola jāti, mientras que en otras conviven 60.

      Como estos diferentes subsistemas regionales se solapan, interseccionan y entrecruzan, ha cuajado la idea de un sistema único y panindio de castas. Varios elementos, además, parecen tener una presencia destacada y refuerzan la sensación de unicidad. Los antropólogos suelen invocar tres instituciones sobresalientes: la casta dominante, el cabeza de aldea y el concilio de la casta.

      LA CASTA DOMINANTE

      Las soberanías históricas de la India se han caracterizado por una intensa fluctuación e indefinición de sus fronteras. Con frecuencia, los reinos han estado compartimentados en regiones y comarcas controladas por una casta o una coalición de castas poderosas.

      La existencia y protagonismo de estas castas dominantes parece ser uno de los rasgos característicos de la sociedad india. En ocasiones han coexistido dos castas dominantes en una región, lo que inevitablemente conlleva tensiones, pugnas y rivalidad en pos del dominio. La casta dominante no ha creado nada parecido a una organización feudal (aunque puede haber alumbrado alguna dinastía). Fundamentalmente, posee y controla la tierra. El sociólogo M.N. Srinivas, que es uno de los padres de la noción, la definía así:

      «Una casta puede llamarse “dominante” si es numéricamente preponderante en relación a otras castas y si ejerce también un poder político y económico preponderante».1

      Por supuesto, el número no es el único factor. Sabemos de pueblos demográficamente dominados por intocables pero de facto subordinados a castas más poderosas. Conocemos castas insignificantes en número pero en posición de dominio. Ello llevó a Srinivas a añadir:

      «Un grupo de casta numeroso y poderoso es más fácilmente dominante si su posición en la jerarquía local no es demasiado baja».2

      Contra Srinivas, no obstante, en términos de varṇa pocas de estas castas dominantes son de alto rango. (Tampoco suele tratarse de castas artesanales, ya que estas suelen estar territorialmente dispersas.) La gran mayoría son castas de agricultores-terratenientes. Casos claros de castas dominantes son los de los jāṭs en el Punjab y Haryana, los rājputs en Rajasthan, Himachal Pradesh y Uttar Pradesh, los okkaligas y los liṅgāyats en Karnataka, los paṭṭīdārs en Gujarat, los nāyars y los īḻavars en Kerala, los bhūmihārs y los kāyasthas en Bihar, los vēḷḷāḷas en Tamil Nadu, los reḍḍis y los kammas en Andhra Pradesh, los marāṭhas en Maharashtra, etcétera. Ninguna de estas castas pertenece al brāhmaṇ-varṇa, bien que en zonas de Himachal Pradesh y Uttarakhand sí encontramos a brāhmaṇs en posición de casta dominante. Esto ilustra que el viejo adagio (propio de los antiguos tratados brahmánicos) que sitúa invariablemente a los brāhmaṇs en la cúspide social nunca ha sido descriptivo. En términos de varṇa, la mayoría de estas castas caería en la categoría “śūdra” (aunque pocas se reconocerían como tal).

      Este punto es importante, pues muestra que las nociones de jerarquía vertical ceden el paso a las de centralidad de los dominantes. En otras palabras, puede que los que dominan la localidad no estén en la cúspide ritual, pero están claramente en el centro económico. La casta dominante del poblado o la región no sólo posee las tierras, sino que controla los lazos comerciales y financieros (con frecuencia gracias a la usura y el préstamo). De ahí que, hasta hace relativamente poco, cuando uno le preguntaba a un lugareño del norte de la India por el nombre de su pueblo, con frecuencia añadiera: “un pueblo de jāṭs” o “un pueblo de gūjars”.3 Es decir, es un pueblo dominado por tal casta [FIG. 22].

      Naturalmente, las castas dominantes ejercen cierto control político. Los notables de esa casta arbitran en las disputas de otras castas, y el jefe del pueblo suele pertenecer a esa casta.

      22. Terratenientes (zamīndārs) de casta jāṭ, dominante en amplias zonas del norte de la India, fumando y jugando al pachīsi (parchís). Provincia de Rajpootana (hoy Rajasthan), 1874.

      La naturaleza, la forma y el grado de dominio que ejerce una casta dominante puede variar considerablemente. M.N. Srinivas notó que las castas dominantes cada vez recurrían más a un nuevo aspecto de la dominación: la alfabetización.4 Y luego añadía que una casta también es dominante cuando es capaz de recurrir a la violencia para lograr sus fines.5 En cierto sentido, la casta dominante reproduce a nivel local la función y dimensión de la realeza. Y, como sucede en palacio, diferentes clanes o secciones de la casta dominante pueden competir en pos del poder. Con todo, y a pesar del faccionalismo de las comunidades índicas, una casta dominante depende bastante de su propia solidaridad interna (y de la solidaridad y tamaño de las otras castas, claro está).

      Por supuesto, la noción de casta dominante ha sido siempre mucho más débil en las grandes ciudades. Hoy más que nunca. Oliver Mendelsohn va más lejos y sugiere que cuando Srinivas articuló la idea de casta dominante, a mediados de los 1950s, estaba identificando algo en el momento en que empezaba a declinar y volverse menos significativo.6 La abolición en 1950 de los zamīndārs ausentes (propietarios que no trabajan sus tierras), y el establecimiento del derecho a la tierra para quien la trabaja, menguaron considerablemente la supremacía de las castas dominantes. Gradualmente, la élite rural ha ido perdiendo preeminencia y, en


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