La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana
fue expulsado de su casta en 1888 cuando el pañchāyāt de su casta, la moḍh-vāṇiyā, se enteró de su pretensión de viajar a Europa a estudiar.15 Lo mismo le sucedió a Motilal Nehru, padre de Jawaharlal, por negarse a realizar una ceremonia de purificación por haber cruzado los polucionantes océanos.16 O al svāmī Vivekananda, cuatro años después de regresar del famoso Parlamento de las Religiones del Mundo de Chicago, en 1897 [FIG. 83]. Sin embargo, estos casos ya han pasado a la historia. Una situación hoy más prototípica podría ser la de unas relaciones adúlteras entre una mujer de casta alta y un varón dalit. Básicamente, la expulsión busca preservar la reputación de la casta. Una acción individual “contagia” a la casta entera, así que se actua contra el foco infectado. La excomunión puede incluso afectar a toda la familia del transgresor. El repudio afectará a la posibilidad de elección matrimonial para los hijos/as del expulsado/a, por lo que funciona como mecanismo de autopreservación de la jāti. Como señala Morton Klass, esta posibilidad de impedir que uno pueda compartir pareja con miembros de su círculo matrimonial dota de autoridad a la jāti y la hace funcionar como grupo corporativo.17 Téngase en cuenta, pues, que es siempre el círculo matrimonial estrecho o jāti el que tiene el poder de expulsar.
Normalmente, eso se llevaba a cabo haciendo circular notas entre todos los pueblos de la región pidiendo el boicot al transgresor por parte de sus correligionarios de casta. Eso equivalía a no comer, beber o fumar con él; y claro está, no dar a sus hijos o hijas en matrimonio a los suyos. Hoy, que las cartas de expulsión ya no se envían (ya que la Constitución del país no permite la discriminación por razón de casta), el asunto se lleva más en privado. Pero ello no impide que los correligionarios boicoteen al transgresor, ya que todo el mundo es libre de invitar o no a sus colegas. Una de las formas más eficaces de condenarlo al ostracismo es tratarlo como a un “intocable”: no comer con él, no dejarle utilizar el pozo, etcétera.18
Aunque hace ya décadas que acciones drásticas como la excomunión apenas ocurren, siguen dándose con matrimonios que han transgredido los principios de endogamia o exogamia. Un caso es el de la pareja de amantes de castas o subcastas que no deberían de tener vínculos maritales que es pillada in fraganti. En alguna ocasión, los dos jóvenes han llegado a ser quemados vivos por sus propios familiares (u obligados a convertirse en “hermanos/as”, o han sido humillados públicamente, se ha boicoteado a las familias, etcétera). Cuestión de “honor” (izzat). Esto muestra que los litigios intracastales pueden ser mucho más intensos que los intercastales. El caso de una pareja que no respeta la exogamia de pueblo, por ejemplo, puede ser considerado como un gravísimo caso de incesto en las zonas rurales del Punjab.19 Puesto que los casos de incesto familiar tienden a ocultarse públicamente y dado que los pañchāyāts de casta tienden a esquivar las cuestiones familiares (si es que no a apoyar abiertamente el “honor” y la “tradición”), resulta que son las cuestiones que atañen a la casta las que tienden a realzarse y vigilarse.
En cualquier caso, hay bastante consenso en que los asuntos de casta no deberían llevarse a los tribunales, en los que se sigue sin confiar. Incluso personas amenazadas de muerte o de expulsión del pueblo rechazan dar ese paso, ya que dudan de que la ley pueda protegerlos de la coacción y la amenaza del khap-pañchāyāt.20 Ir al tribunal supone una nueva transgresión de las normas de la comunidad. Los aldeanos piensan que los juzgados de la capital, controlados por jueces y abogados que no tienen ni idea sobre las normas de la comunidad (lo cual sin duda es cierto), se oponen a la casta y sus costumbres. Por contra, los jāti-pañchāyāts son mucho más rápidos, baratos y conocen las normas de la comunidad. El pañchāyāt tradicional se erige, así, en una institución que reafirma el poder de los varones de edad de las castas dominantes sobre las mujeres, los jóvenes y las secciones más débiles.
Con todo, el poder de los jāti-pañchāyāts a la hora de castigar, excomulgar o demás acciones ligadas a la ideología tradicional de la casta ha disminuido considerablemente. Con el desarrollo del sistema judicial angloindio, los pañchāyāts de casta o aldea fueron perdiendo peso. Con la Constitución de 1950, los jāti-pañchāyāts quedaron definitivamente privados de todo poder legal y judicial.
Así, ya van tres patas del “sistema” que se tambalean.
EL SISTEMA JAJMĀNĪ
La casta dominante, el cabeza de aldea, los concilios de casta y el concilio de aldea han sido piezas indisociables del universo rural, no monetario y no capitalista en el que las castas interactúan; o casi mejor, interactuaban. Este entramado de relaciones es el que ha otorgado esa poderosa sensación de “sistema” a la sociedad india de castas.
Las castas no son moléculas endogámicas o étnicas aisladas, sino comunidades interrelacionadas socioeconómicamente de una peculiar forma. Los antropólogos coloniales acuñaron un término para describirla: sistema jajmānī. Pauline Kolenda lo definía así:
«El jajmānī es un sistema de distribución en los pueblos indios por el cual las familias terratenientes de alta casta, llamadas jajmāns, son proveídas de servicios y productos por castas bajas, como las de los carpinteros, los ceramistas, los herreros, los barrenderos y los lavanderos».21
Idealmente, cada casta desempeña su ocupación tradicional y ofrece sus servicios a otras castas a cambio de alimento, productos y servicios. La principal moneda de cambio ha sido el grano de la colecta. Está claro, entonces, que quien posea las tierras estará en posición ventajosa. Esta es precisamente la situación de la casta o castas dominantes, que utilizan parte de su grano para pagar a las otras castas. También los terratenientes pagan en especie a sus labriegos, quienes a su vez les pagan en grano la tasa por lo cosechado. El patrono garantiza el trabajo al sirviente-cliente, le paga por ello y, en teoría, le asegura el monopolio de la ocupación.
Hay que advertir que este sistema, hoy virtualmente extinto, era propio del norte y el centro de la India. Si nos desplazamos hacia el oeste, hallaremos variantes de parecido “familiar”, como el hali, el balutedarī o el bhāīchara.a Si viajamos al sur, la correlación sería ya muy forzada. Por tanto, no podemos proyectar el sistema jajmānī sobre toda la India; ni tampoco es lícito proyectarlo muchos siglos atrás (porque hay evidencia de que no tiene tantos siglos de antigüedad como aparenta). El jajmānī es, simplemente, un buen ejemplo de una de las formas que los sistemas de castas pueden adoptar en una región de la India. Dada su centralidad durante los siglos XIX y XX en una amplia zona del país, conviene echarle un vistazo, siempre como ilustración de un modelo “ideal”.
Las castas proveedoras de servicios se llaman kamīns. Típicas son las de los lavanderos, barberos, alfareros, carpinteros, herreros, aguadores (portadores de agua) o los sacerdotes. Estas castas artesanales y proveedoras de servicios conforman el eje del sistema junto con determinadas castas intocables ligadas a tareas específicas [véase en ¿Monopolios ocupacionales?]. Pero, cualquier peón agrícola, pastor o labriego que trabajara para un jajmān pasaría a ser un proveedor de servicios. Este sistema económico fue bautizado en los 1930s por el sociólogo William Wiser como sistema jajmānī.22 Como en el caso del cabeza del pueblo, el nombre jajmān proviene del antiguo instigador y pagador del ritual védico, lo que delata cierto sesgo brahmánico.23 Toda persona o familia que da y retribuye es llamada jajmān. Las familias de la casta dominante son los jajmāns por excelencia. El sistema no se articula, pues, alrededor del brāhmaṇ, mas alrededor del gran terrateniente.
Otra de las peculiaridades del sistema es que es hereditario. Cada hogar tiene asignada una familia de especialistas para cada tarea. Y la retribución no se otorga por servicios concretos, sino según un canon anual. Realmente, pues, los lazos se dan entre familias.24
Como observó Clarence Maloney, aunque se diga que este sistema puede ser explotador y produzca desigualdades de clase (lo que es incuestionable), también puede argumentarse que en ciertos aspectos los terratenientes pueden ser explotados por los especialistas, y estos gozan de cierta seguridad.25 Maloney pone el caso del foráneo que compra una casa en el pueblo. En