La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana
marcadores importantes del llamado sistema de castas, como los tabúes y prácticas de la jerarquía ritual (comensalía, intocabilidad) y la asociación entre casta y ocupación hereditaria, están en proceso de evaporación. Como sabemos, eso no significa que no se den divisiones horizontales entre las castas. Aun cuando la potencia de la casta haya declinado, ha crecido el de la “identidad de casta”, tanto en la vida social como política. Asociaciones de casta florecen por doquier, muchas de las cuales hacen de la casta uno de los principales ejes de la movilización política. La casta como asociación (sabhā, samāj), tal y como la reencontraremos al final del libro, funciona como un lobby político [véase capítulo 24]. Y, como vamos a ver ahora, funciona asimismo como “comunidad cultural”. O mejor, como ya adelantamos en el capítulo precedente [véase La culturalización de la casta], las asociaciones de casta producen las identidades y culturas que dicen representar.
Para operar, las castas ya no necesitan de un sistema integrado al estilo del jajmānī. Como señala Adrian Mayer, «la morfología dominante de la casta ya no es principalmente la jerarquía, sino la separación; y su base normativa es menos la de la pureza y más la de la diferencia».49 Mayer realizó esta observación al volver a visitar a principios de los 1990s el pueblito que había estudiado en los 1950s. Y detectó que las distinciones de casta que previamente eran de rango vertical se estaban transformando en distinciones culturales horizontales.
El proceso de hacer de la casta una “unidad cultural” –a pesar de su heterogeneidad interna– se realiza desde dentro del grupo.50
Balmurli Natrajan ha estudiado el caso de la asociación (sabhā) de los kumhārs de Chhattisgarh (CKS). Desde su creación, en 1969, la sabhā ha ido desplazando a los antiguos pañchāyāts de casta de los kumhārs. En lugar de componerse de ancianos, la asociación fue incorporando a los miembros más cultos de la comunidad. Poco a poco, el CKS fue alentando importantes transformaciones culturales. Entre ellas, lideró una verdadera cruzada contra los matrimonios infantiles. Gradualmente, la asociación se fue erigiendo como representante “oficial” de la comunidad kumhār. Es decir, la asociación de casta (sabhā) ya no sólo representa los intereses de la casta, sino que se pone a trabajar para reconstruir la casta como una “comunidad” (samāj) y moldear su identidad. En otras palabras, refuerza la etnicización y culturalización de la casta [véase capítulo 24].
La asociación posee su presidente, vicepresidente, tesorero, oficiales comarcales, de distrito, de región, etcétera. Cada año celebra su convención anual, estructurada como un ritual, con pūjās, sermones en los que se enuncia el “progreso” de la comunidad y la eliminación de muchas costumbres “atrasadas”, se habla de las finanzas de la asociación y se reparten libritos y folletos donde se explica la organización de la asociación y las “reglas para la comunidad” (niyamavālis). Es en estas reglas donde se “prohíben” prácticas consideradas degradantes, o se “estandarizan” las consideradas correctas. Los niyamavālis también incluyen las multas para los transgresores, las regulaciones políticas de la asociación, o cómo gestionar la justicia en casos de conflicto entre individuos o familias. Como dice Natrajan, en estas normas los tropos del “progreso” y del “cambio” son una constante.51 De ahí, por ejemplo, la prohibición del CKS a la práctica del gauna (mantener a la niña “casada” en casa hasta su primera menstruación), lo que implica que los matrimonios ya sólo son tolerados con niñas postpúberes. En la misma tesitura, el CKS prohibió el pago-de-novia (sukh), muy común entre castas bajas de Chhattisgarh, y que –como sabemos [véase Dote y pago-de-novia]– se opone a la más “moderna” práctica de la dote. El CKS también reguló el bihat, que es la cantidad de dinero que debe devolverse al marido –que pagó el sukh– en caso de que la esposa se separe de él. Al entrometerse en todo este tipo de cuestiones, la sabhā de los kumhārs ha acabado por eliminar cualquier poder que tuvieran los viejos pañchāyāts.
Los debates que estas asociaciones promueven a propósito de la “cultura de la casta” son estelares. Unos defienden que los kumhārs tienen sus canciones de boda, rituales o procesiones de matrimonio distintivas. Pero otros apuestan por una identidad más amplia: “chhattisgarhi”; o todavía más: “hindú”. De ahí que los segundos quieran acabar con prácticas tradicionales de los kumhārs y ceñirse a las recomendaciones panindias (que no son otras que las sanscritizadas).
Aunque las reglas del CKS no tienen respaldo legal, su sistema de multas, ostracismo y excomunicación es tan efectivo como el de los pañchāyāts tradicionales (y, por cierto, muy parecido). Y, a diferencia de aquellos, estas asociaciones sí poseen una legislación escrita en estos niyamavālis impersonales.52
El CKS está operando una profunda transformación entre los kumhārs. Está vaciando de poder a los pequeños concilios de ancianos y lo transfiere a un conjunto de reglas impersonales que deben ser ser aplicadas de forma uniforme entre todo el cuerpo social kumhār; esto es, entre la comunidad proyectada o samāj. El proceso es panindio. Los viejos pañchāyāts de casta están siendo substituidos por estas sabhās que están reconfigurando poderosamente las castas, haciendo de la diferencia cultural la razón de existir de la casta, y perpetuando, así, las jerarquías y asimetrías de casta.
La paradoja de esta “construcción” de la comunidad y la cultura kumhār es que al tratar de reformar viejas prácticas de los kumhārs y alinearlas con formas más sanscritizadas de la nueva clase media hindú, ello acaba por erosionar la peculiaridad de la cultura kumhār. Aunque quizá eso sea secundario, porque el proceso de crear la “comunidad cultural” es la forma en que la nueva élite de kumhārs usurpa el poder de los ancianos de antaño. Esta élite porta los distintivos de la nueva clase media (y no de la identidad tradicional de los kumhārs). Estos líderes no adquieren su autoridad de la organización jerárquica del ancien régime (que privilegiaba a los ancianos cabeza de familia varones) y su autoridad moral, sino que la consiguen por su conocimiento del Estado moderno. Los nuevos líderes son abogados o funcionarios que dicen saber cómo reformar la comunidad para subirla al tren del “progreso” y la “modernidad”.
Del ejemplo de los kumhārs ha de quedar claro que, si bien las castas poseen cultura, la cultura no constituye la base de la casta. En muchas ocasiones, los rasgos culturales son el efecto y resultado de las castas tratando de reconstruirse a sí mismas como comunidades culturales.53
Hoy, la pertenencia a un samāj conlleva cierta tensión con la identidad de jāti. Aunque en el discurso político o social de la India puedan utilizarse ambos términos de forma indistinta, son lo suficientemente diferentes como para decir –con Balmurli Natrajan– que samāj está a medio camino entre jāti y grupo étnico.54
A medida que las élites del samāj tratan de expandir las fronteras de la casta, están debilitando a la vez el crucial aspecto de parentesco que acarrea la noción jāti. Una de las demandas del CKS, común a muchísimas asociaciones de casta modernas, es la ampliación del círculo matrimonial, de modo que se trascienda la barrera de la subcasta y hasta de la casta. Porque sólo de esta forma el samāj puede convertirse –como veremos al final de la obra– en un verdadero lobby o grupo de presión.
II EL PRINCIPIO DE LA JERARQUÍA
Dice un conocido estereotipo que la India (aunque, en verdad, el cliché se refiere al hinduismo) es tan dúctil y tiene tanta capacidad de integrar (ha sido comparada a una esponja) que nadie tendría que sentirse realmente excluido. Lo cual, aunque en modo alguno gratuito, es una visión sesgada, porque dicha integración se da casi siempre de manera jerárquica.
Como decía Louis Dumont, donde otras sociedades «condenan y excluyen, la India jerarquiza e incluye».1 Así parece haber funcionado durante siglos. De esta forma se han integrado formas de vida,