Espléndida iracundia. José Güich Rodríguez

Espléndida iracundia - José Güich Rodríguez


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literaria, mencionados tanto por Bourdieu como por Even-Zohar, permiten traer a colación otra muy útil explicación sobre la dinámica del sistema literario y el proceso de la formación, en este, del centro o los centros hegemónicos en un determinado estadio y una determinada sociedad. Nos referimos al concepto de metatexto abordado por Iuri Lotman (1976), quien señala que el mecanismo de la vida activa de la literatura necesariamente conlleva la presencia de dos tendencias en conflicto (122) y, además, propone que “la literatura nunca es una suma amorfa y homogénea de textos: es no solo una organización sino también un mecanismo que se autoorganiza” y que el “más alto escalón de la organización, segrega un grupo de textos de un nivel más abstracto que el de toda la masa restante de textos, es decir, metatextos” (115). El concepto de metatexto es a su vez explicado por Susana Reisz (1986) como un “sistema de designación, clasificación y evaluación reconstruible a partir de todos los textos que lo manifiestan en forma explícita o implícita (escritos técnicos, artículos críticos, artes poéticas, manifiestos, declaraciones públicas de artistas o lectores competentes, etcétera” (44, énfasis nuestro), que es “variable según los diferentes sistemas literarios y los distintos estadios de un mismo sistema” (44). Es importante no perder de vista el carácter reconstruible del metatexto apuntado por Reisz, pues ello implica que dicho punto de referencia para la aceptación, clasificación y valoración de un texto como literario (el metatexto) es una abstracción por definición inestable. Dependerá tanto de las modificaciones en el sistema a partir del paso del tiempo o del reajuste en las posiciones y correlaciones de fuerza entre los participantes del juego literario, como de cada nueva intervención que explícita o implícitamente apunte a su definición y redefinición. Pero también ostentará características diferentes —en un mismo momento, una misma cultura y un mismo sistema— para cada actor o grupo de actores del campo literario, en función de su conocimiento de los textos pertinentes, así como de su ideología y de su ubicación en la dinámica del sistema.

      El concepto de metatexto propuesto por Lotman —y desarrollado por Reisz— resulta de suma utilidad para entender el carácter discontinuo y heterogéneo de la producción y recepción de nuestro “campo poético” y, ciertamente, complementa las falencias del modelo de Bourdieu en relación con la inestabilidad de criterios tales como la “competencia estética” en la asignación de valor del texto poético. El metatexto se constituye en una herramienta dúctil en la medida en que se adapta mejor a los requerimientos de un campo en el que la valoración y, en última instancia, la codificación de un texto literario está permanentemente signada no solo por las relaciones de conflicto y lucha que establecen entre sí poetas, textos, poéticas, editores o críticos sino, además, por la precariedad propia de las condiciones que marcan la producción y recepción de los textos poéticos que ya hemos mencionado. De hecho, el concepto de metatexto resulta fundamental para poder examinar de cerca las preferencias a las que llegan quienes han participado en la encuesta que hace posible esta antología, pues ciertamente estas nos proporcionan una lectura transversal y consensual de cómo las fronteras que regulan la inclusión o exclusión de nuestro campo literario —y poético, en última instancia— se han sometido a una serie de transformaciones en el periodo que abarca esta antología. Es de esperarse que, como señala Bourdieu, “[e]l incremento del volumen de la población de los productores es una de las vías principales a través de las cuales los cambios externos afectan a las relaciones de fuerza en el seno del campo” (1995: 334), de ahí que pueda deducirse que el interés de una antología consultada como la que se propone en este trabajo radique no en plantear una homologación en los criterios de selección de los encuestados —lo cual la llevaría a constituirse exclusivamente en una herramienta de consolidación y canonización de un conjunto predeterminado de poetas— sino más bien lo contrario, es decir, una indagación acerca de cómo se constituye el llamado el “espacio de los posibles” dentro de nuestro campo literario, esto es, aquello que Bourdieu llama “lagunas estructurales”:

      Para que las osadías de la búsqueda innovadora o revolucionaria tengan posibilidades de ser concebidas, tienen que existir en estado potencial en el seno del sistema de posibilidades ya realizadas, en forma de lagunas estructurales que parecen estar esperando y pidiendo ser colmadas, en forma de direcciones potenciales de desarrollo, en forma de vías posibles de búsqueda (1995: 349, énfasis del autor).

      Estas “direcciones potenciales de desarrollo” estarían en cierto modo inscritas en las respuestas de un número significativo de los opinantes de esta muestra, pues, como se ha visto anteriormente, todo campo literario se caracteriza, sobre todo, por un “grado de codificación muy débil”, y es de presumir que estas direcciones estén presentes —en particular, pero, como es obvio, no exclusivamente— entre los “recién llegados” al campo:

      Bien es verdad que la iniciativa del cambio pertenece casi por definición a los recién llegados, es decir a los más jóvenes, que también son los que más carecen de capital específico, y que, en un universo donde existir es diferir, es decir ocupar una posición distinta y distintiva, solo existen, sin tener necesidad de pretenderlo, en tanto en cuanto consiguen afirmar su identidad, es decir su diferencia […] (Bourdieu 1995: 355).

      Creemos, por lo tanto, que uno de los aspectos más relevantes de esta antología ha de radicar en el hecho de contribuir a convocar un espacio de encuentro en el que un conjunto significativo de fuerzas —a través de las relaciones objetivas que establecen sí las posiciones y tomas de posiciones representadas en el voto emitido por cada consultado— genera identidades y diferencias que dan cuenta de las dinámicas de inclusión y exclusión del campo en su totalidad y que involucra la (re)definición de categorías tales como lo “literario” —o, más exactamente, “lo poético”—, así como las de “escritorpoeta”, “lenguaje poético”, entre otras, dinámicas por las cuales nuestra poesía ha atravesado en años recientes y, como es de suponer, continuará atravesando.

       2. La antología consultada y el campo literario

      Fue a partir de las consideraciones anteriores que diseñamos la consulta que nos llevó a la elaboración de la presente antología. Como quedó señalado, la propuesta era indagar acerca de la opinión de un número significativo de miembros calificados de nuestro campo literario —incluidos algunos extranjeros conocedores del proceso de nuestra poesía reciente— sobre quiénes eran para ellos los autores, entre los que comenzaron a publicar poemarios después de 1968 y nacieron hasta 1978, cuyo trabajo poético reconocían entre lo más destacable o representativo.

      Esta delimitación inicial nos enfrenta a un universo vasto y múltiple cuya valoración supone inclusiones y exclusiones necesariamente discutibles. Como se verá en el siguiente apartado, varias de las antologías que han cubierto el mismo ámbito y periodo que el propuesto por nuestro trabajo —o que lo incluyen o corresponden a una parte de él— han pretendido ofrecer una mirada ajustada únicamente a la calidad poética, como si aquello que se suele calificarse como lo “exclusivamente literario” pudiera desprenderse de otros criterios que inevitablemente se ponen en juego en toda evaluación. Entre dichas antologías, sin embargo, es posible reconocer algunas que han dejado claros sus presupuestos o coordenadas de lectura,9 mientras que otras han dado, al menos, algunos indicios respecto a la posición desde donde se establecieron las decisiones que dieron lugar al corpus presentado.10 Otras, finalmente, han declarado el sesgo que las llevó a privilegiar ciertas producciones por encima de otras.11

      A diferencia de todas las antologías existentes de poesía peruana, la nuestra se propuso desde un inicio no representar la mirada particular (preferencias y valoraciones) de un antologador o un reducido grupo de estos, sino de ser “consultada”, es decir, registrar una suerte de consenso dentro de la dinámica de tensión y lucha del campo literario. Esto, si bien no elimina los sesgos operantes en la opinión de cada consultado, sí permite limitar los efectos de la primacía de un modo de leer sobre otros. No obstante —como se puede intuir—, los resultados arrojados por esta consulta, aun cuando puedan ayudar a delinear aquello que podría identificarse entre “lo más representativo” del periodo mencionado, no pueden


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