Espléndida iracundia. José Güich Rodríguez
Pregúntale a los muchachos, pregúntale:
ellos saben que no se puede salir de la tierra
y que eso no es castigo
sino el perfume de un milagro inacabable
Ellos (como debe ser) son fuertes
porque la naturaleza los jala al amor puro,
al amor puro posado sobre el suelo
como una piedra blanca
o un pájaro cordial recién llegado.
Pregúntale a los muchachos a dónde llegarán,
quiénes están viajando y qué encontrarán
los que están buscando.
Pregúntale qué color tiene la explosión,
qué sabor el trago de incendios.
Y dónde están ahora los 36 kilómetros de vía férrea
que la dinamita, de la Cordillera Negra, separó.
Pregúntale no qué agua rasguña la sed colosal,
sino qué álgebras no mostrarán al firmamento
los nuevos valles que vienen apurados.
Pregúntales lo que harán los niños
con las lunas arrugadas
y con los luceros recogidos por el pensamiento
detrás y lejos de la carne de los sueños…
Pregúntale a los muchachos
Pregúntale a los muchachos…
Los muchachos
de Las armas molidas
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