Espléndida iracundia. José Güich Rodríguez
fue un fracasado. No digo lo mismo
en la guerra. Su éxito
consistía en envolver al enemigo,
y Francia lo tuvo
como su más grande hijo predilecto;
y le dio fama
y sus más hermosas mujeres.
Grande en estrategia
y corto en pene, en la cama.
mandaban sus mujeres (La victoria
correspondió a sus generales).
EL TRUCO DE ESTE MUNDO
Ahora tenemos que ser parcos.
La alegría nos reconforta
como un hermano.
Pero el mundo no está hecho
a la medida de nuestros sueños.
Tenemos ganas de encendernos
a cada instante
mirar una calle, hablar
hasta cansarnos
porque atrás
una sombra nos persigue.
Es decir, este mundo
tiene su truco.
El mundo es como un lunar
en el rostro de una muchacha.
No podemos inventar paraísos
porque no estamos
autorizados para ello.
Ahora tenemos que ser cautos.
No presumir que nuestro corazón
es puro y, calladamente,
adaptarnos
al truco de este mundo.
LA MALA DISTRIBUCIÓN DE MI TIEMPO
Jamás he negado que tengo malas costumbres.
Sobre todo cuando el sol hace garabatos en mis ojos,
o cuando una muchacha me sonríe con su blusa amarilla.
Por eso siempre que puedo dirijo mi batuta hacia mis viejos,
y hacia esos despojos solemnes que frecuentan mi casa;
a la abuela, sobre todo, que aún sueña con Rodolfo Valentino.
Este tiempo asqueroso que me ha tocado vivir lo tengo mal distribuido,
hablo demasiado y no construyo más que castillos en el aire;
y de noche me atormento como un miserable y hago invocaciones al
Marqués de Sade.
Pero a veces yo me escapo de esta rutina y frío monos en la sartén de palo;
vivo en constante peligro de encontrarme con la horma de mis zapatos,
de encontrarme con algún enemigo que me ponga los puntos en las íes,
o de que mi padre se encarache y me mande al diablo.
Pese a todo visito las cantinas,
escupo en los lugares públicos donde no debo hacerlo,
y toco los timbres de los vecinos y corro como un cretino.
Ya los policías se han dado cuenta y me tienen entre ojos,
me marcan a presión y me han acusado de tener malas costumbres;
y el día que me agarren la voy a pagar una por todas.
Pero yo me río,
porque este tiempo asqueroso que me ha tocado vivir
lo tengo mal distribuido.
de Poemas de entrecasa
RÉQUIEM PARA EL SORDOMUDO JACK QUINTANILLA QUE DEJÓ LA VIDA TIRADA SOBRE LOS ASFALTOS (HISTORIA DE CHOBORRAS)
Te acordarás de este otario
que un día, cansado
se puso a ladrar...
(Yira... Yira... tango)
ENRIQUE DISCÉPOLO
Por primera vez desde aquel encuentro
En La Chilena el sol se habrá borrado de su rostro. Y ebrios y gamberizos,
Choborras y guaraperos abrieron su corazón rojo-pisco al desborde
De la ternura. Jack Quintanilla sumido en la niebla.
Imagino también a la canalla, fracasados triunfantes de la vida. A Toto,
Obdulio, Rafo, Al Trabuzón Zapata, Al Mocho Gutarra y Dedalito, amigo
De las grandes procacidades y el trago corto Y las muchachas antiguas
Criaturas pasadas de moda— buitriando un gato de los mil demonios,
No es menos interesante, por cierto, la historia de Faltapincho castrado
En la guerra del Chaco. Jack Quintanilla sumido en la niebla
Y esa terrible mirada condimentada con ajos y cebollas, esa terrible
mirada antologizando los principales burdeles y chongos de la costa, es
De pronto en picada una campana apachurrada bajo las ruedas de un FORD.
(Intuyo que nuestro tiempo llama presto a celebrar la amistad).
Un rumor de botellas vacías los separaba para siempre. Y Bienvenido
Granda,
Daniel Santos y la Sonora Matancera, y otras caliginosas voces,
Se adhieren al merecido homenaje y callan desde a radiola AMI music,
Y hasta Sudapisco, el perro
Alcohólico de Marambio, tirado sobre los gargajos.
Y el aserrín ocre del piso, deja escapar lágrimas caninas, testimonio
Del más grande homenaje. Jack Quintanilla bajo los neumáticos.
Y dicen las malas o buenas lenguas— que llegó de Chincha con dos
Soles cincuenta y una chalina. Afirman. Sordomudo de nacimiento.
Su idioma, indiscutible, mágico mundo de señales, era
Para entenderlo de corazón a corazón. El mundo aparecía en sus manos,
Hasta aquí mi historia no deja de ser cierta. Había recibido 10 kilos.
Y decidir celebrarlo con los amigos. Y fui a buscarlos donde siempre.
Sabido es que en La Chilena, los borrachos
Arrojan sus problemas a empellones, las sillas vuelan
Y nadie sabe quién pegó a quién. O mejor dicho,
Los entripados y los pleitos de barrio comienzan en la calle; hasta que,
Finalmente, uno se arma de coraje y decide concluirlos en La Chilena.
(Por supuesto que hay libertad de cátedra y carajos).
Cuando llegué después de seis meses de exilio voluntario, de pugnas
Y claudicaciones interiores, todos estaban con el suelo en los ojos
Jack Quintanilla sumido en la muerte. Había
Dejado la vida tirada sobre los asfaltos, para siempre
Y ahora que estoy en Chincha con Jorge Vega, con Enano y Peluca, yo
Le ofrezco dos palmadas de tierra de mi corazón. Jack Quintanilla.
Descansa en paz.