Preguntas frecuentes. Emiliano Campuzano
—respondió Becca.
–¿Cuánto más vas a seguir con esto? —pregunté.
–Siempre —contestó.
Debí saber que hablaba en serio.
–¿Son novios? —preguntó Becca interrumpiendo.
–No, no —dijimos Sam y yo a la vez.
–Somos —continuó Sam.
–Amigos, nos acabamos de conocer —terminé nuestra oración.
–Oh, es que como se llevan de maravilla —dijo Becca.
–No, no, él es prácticamente una chica —bromeó Sam.
–Y ella un chico —contrataqué.
–Terminarán juntos —afirmó Becca.
–No —negó Sam.
–De ninguna manera —dije yo.
Becca rio.
Tocaba Música y a Sam, Pintura, así que nos despedimos y subimos a nuestros respectivos salones. Gerard ya estaba organizando a los demás para tocar y llegué a tiempo para tocar la guitarra. Bianca estaba practicando una canción de Radiohead y la seguimos; fue ahí cuando extraoficialmente comenzó mi banda.
Tocamos un par de canciones más para el recital de Navidad que Gerard estaba organizando y al terminar la clase, se me acercó Chris.
–Jace. ¿Cierto?
–Cierto —contesté, él rio.
–Oye, tocas muy bien la guitarra.
–Muchas gracias —respondí.
Iba a salir del salón cuando noté que Becca y Sam llegaron a asomarse a la ventana. Sam entró.
–¡Toquen algo! —gritó Sam emocionada.
–Sí, toquen algo —continuó con voz baja Becca—. Anda Chris.
–¿Se conocen? —pregunté.
–Sí, nos conocimos el primer día —contestó Chris.
–¡Qué coincidencia! La chica aquí y yo también nos conocimos el primer día. ¿No, Kate? —dijo Sam bromeando y queriendo abrazarme, me quité.
–Bueno, nosotros desde hace dos años —corrigió Chris.
–Bueno ya, toquen algo —exigió Becca.
Chris me miró como invitándome a darles lo que pedían y me di cuenta de que no tenía alternativa, así que volví a conectar mi guitarra e invité a Bianca.
–Pero ya me iba… —renegó Bianca.
–Anda, solo una canción y ya —dijo Chris desde la batería, ya preparado.
–Okey, que sea Creep —respondió Bianca, prendiendo el micrófono del salón.
Bora se había ido y los gemelos también, así que solo quedamos los tres para tocar, Sam se sentó en una silla al revés y recargo la cabeza en sus manos, emocionada. Becca se quedó parada viendo.
–Okey, uno, dos, tres y… —empezamos a tocar.
A pesar de que no teníamos armonía ni bajo, sonábamos bastante bien para ser honestos.
Sam aplaudió y corrió a abrazarme.
–Nada mal, Katherine —sonrió Sam.
–Ya me voy —gritó Bianca ya apagando su micrófono, nos despedimos con señas.
–Dime Jace, Sam.
Sam me presionó la nariz con su dedo y negó con la cabeza.
–Deberían hacer una banda —comentó Becca.
–A eso iba —interrumpió Chris.
–¿Ah? —pregunté.
–¿Y si hacemos una banda? —preguntó Chris.
La verdad es que siempre había querido tener una banda, así que no dudé en aceptar.
–¡Suena genial! —comenté.
Sam, Becca y yo estábamos por salir del salón cuando Chris gritó desde atrás.
–Oigan… —volteamos—. ¿Puedo ir con ustedes? —preguntó Chris.
–¿Y George, y tus amigos? —preguntó Becca extrañada.
–Estoy peleado con ellos —contestó en voz baja Chris.
–Ya veo.
Por fin tuve oportunidad de analizar a Chris, era un exchico cool desterrado de su reino y que ahora no tenía a dónde ir; era extrovertido y parecía el tipo de persona que te molía a golpes si lo hacías enojar, sin embargo, parecía una buena persona, sus intenciones eran buenas y ahora que era mi baterista, confiaba en él. Al principio pensé que miraba mucho a Sam, pero entonces se me ocurrió que quizá estaba exagerando.
Los cuatro caminamos a la cafetería para el segundo receso y nos sentamos en nuestro lugar.
–Bien, ahora tenemos un buen equipo para el apocalipsis zombi —dijo Sam.
–¿Apocalipsis zombi? —preguntaron Becca y Chris.
–Le gusta el escenario —la defendí. Sam rio.
Platicamos treinta minutos acerca de los gustos de música de todos, de cómo Becca solo escuchaba folk y que Chris era fan del rock de los ochenta, de que yo nunca había tomado formalmente clases de guitarra y de cómo Sam moría de hambre a pesar de no parar nunca de comer.
Chris luego empezó a platicarme de lo que tenía en mente.
–Así que… —se metió un bocado de sándwich a la boca—. Mi papá me compró una laptop para grabar.
–¿Para grabar? —pregunté.
–Sí, sí —continuó Chris—. He estado queriendo grabar un disco, pero soy malísimo con todo menos con la batería.
–En eso eres bueno —contesté.
–Muy bueno —aceptó—. Pero en lo demás no. Así que te escuché y dije «Es ahora», estoy pensando en rock, pero ya sabes, un poco más moderno.
–¿Sintetizadores?
–Sintetizadores, ritmos con más groove, más simple —siguió—. ¿Crees que Bianca quiera entrar?
–Supongo que sí —contesté—. No pierdes nada en preguntarle.
–Tal vez tienes razón —rio Chris—. Es linda. Las chicas lindas traen buena audiencia —recalcó Chris.
–¿Yo qué? —se entrometió Sam.
–Tú nada —bromeé, ella me golpeó el brazo.
–Kate escribe canciones —mintió Sam.
–¡¿Escribes canciones?! —preguntó Chris.
–No —le bajé la gorra a Sam—. Quiero, pero no es tan fácil.
–Es fácil —comentó Becca—. Por lo menos hacer letras.
–Eso es porque eres poeta —respondió Chris.
–Pero sí eres bueno con la guitarra, Kate —dijo Sam levantándose la gorra.
–Se me ocurre algo —dijo Chris confiado.
Sonó la campana y nos fuimos a nuestros salones a tomar clase, esas dos clases no las tomaba con Sam y, aunque pensé que iba a descansar un poco de ella, la verdad es que se me hicieron eternas. Me dormí en la segunda clase y me desperté porque el profesor llegó a llamarme. Quizá no era tan extraño que me sintiera mucho más cómodo que el día anterior. Ya había analizado a todo mi salón y, aunque la mayoría eran niños malcriados, había un par con los que podía dirigirme la palabra y bromear de vez en cuando.
Al salir, mi madre había tardado, así que caminé hacia