La traición en la historia de España. Bruno Padín Portela
Nos lo cuenta así el Toledano en su De rebus Hispaniae:
La madre de éste [conde Sancho], que deseaba unirse con un príncipe sarraceno [Almanzor], planeó asesinar a su hijo para conseguir así, al mismo tiempo, las fortalezas, los baluartes y la anhelada boda. Y como hubiera mezclado un veneno mortal con una bebida que debía causar un efecto retardado, el hijo fue advertido por una acompañante de su madre y rogó a ésta que bebiera primero; aunque se negó, obligada al fin, probó el mejunje que había preparado y la parricida madre, merecidamente, apuró su muerte con la bebida que preparó[38].
No es hasta quince capítulos más tarde cuando describe la muerte de García Fernández, en la que la condesa no tiene nada que ver. Fue Sancho, según dice el Toledano, quien intentó por aquella época levantarse contra su padre. A partir de las desavenencias entre padre e hijo los musulmanes tuvieron la oportunidad de atacar y destruyeron Ávila, «que había comenzado a repoblarse, y conquistaron Coruña del Conde y San Esteban, pasando por todos lados a sangre y fuego». Ante esta situación García Fernández prefiere morir por su patria, lo que representa otro tópico muy manido en la historiografía española, que recuerda, de nuevo, antiguas resistencias saguntinas y numantinas. Vemos que Jiménez de Rada, si bien sigue a la Najerense en cuanto a la intención de la condesa de matar a su hijo mediante el envenenamiento, no encuentra, en cambio, traición alguna de la mujer del conde hacia su marido. El final de García Fernández se parece en parte, puesto que muere debido a su inferioridad numérica, como sucedía cuando licencia a sus soldados y «fallece al cabo de pocos días debido a una herida mortal que había recibido en la batalla»[39], mientras que en la otra crónica se especifica que expiró al quinto día.
En este punto observamos, además, otro rasgo característico de lo que podríamos denominar ser o carácter nacional: la división. Este atributo facilitó a lo largo de la historia que los enemigos externos de España, que en la Edad Media serían predominantemente los musulmanes, lograsen conquistar y asentarse dentro de las fronteras cristianas. Ello no quiere decir que fuesen física, moral o militarmente superiores, al contrario, de no existir tal desunión sería imposible que tuviesen éxito en sus campañas bélicas. Como muestra, podemos echar mano otra vez del episodio de la «pérdida de España», en el que, de acuerdo con algunas versiones, la entrada de los invasores se habría debido a la falta de unidad que imperaba entre los familiares del penúltimo rey godo, Witiza, y los seguidores de Rodrigo.
Llegamos, tras Jiménez de Rada, a una obra fundamental dentro de la historiografía española, la Estoria de España que a finales del siglo XIII mandó componer el rey Sabio. Aparte de su impacto en las historias generales que a partir de su publicación se iban a escribir, el texto alfonsí es relevante en relación con el tema que nos ocupa porque introduce novedades notorias que cambian sustancialmente el sentido de la trama. La primera diferencia que encontramos es que García Fernández no tiene una mujer, sino dos. Con respecto a esa primera mujer, la Estoria nos dice lo siguiente:
Este conde Garçi Ferrandez fue casado dos uegadas; la primera con una condesa de Françia que ouo nombre donna Argentina, et caso con ella en esta guisa: el padre et la madre daquella condesa yuan en romería a Santiago et leuauanla consigo moça muy fremosa, et el conde pagose della, et desque sopo como era muger de buen logar, demandola a su padre et a su madre pora casamiento; et caso con ella. Et uisco con ella seis annos et non ouieron fijo nin fija. Et ella salio mala muger[40].
El relato continúa describiendo que doña Argentina, mientras García Fernández se halla enfermo, abandona a su marido y se marcha con un conde francés que se encontraba de peregrinaje en Santiago. Una vez recuperado, el conde castellano finge una romería a Santa María de Rocamador junto con su escudero, «a manera de omnes pobres desconnoçidos». El conde francés tenía una bella hija llamada Sancha, cuya relación con su madrastra era mala, «pues metie mucho mal entre el et ella, et querie ser ante muerta que beuir aquella uida que uiuie, et andaua buscando carrera por o saliese de premia o de so padre». Aconsejada por una dama de la corte, Sancha se dirige a un mendigo, que era el propio García, quien le revela su verdadera identidad y el motivo de su estancia en aquellas tierras. El conde le promete llevársela para Castilla y hacerla condesa a cambio de que le ayudase a cumplir su venganza. Sancha, a la tercera noche, metió al conde García «armado de un lorigón et un gran cuchiello en la mano (…) et defendiol que non se meçiese nin tosiesse fasta que ella le tirase por una cuerda quel ato al pie». Sancha tiró de la cuerda, dando el aviso, y entonces García los degolló y «tomo a donna Sancha su muger et las cabeças dellos, et cogio luego su camino et uenosequanto mas pudo pora Castiella»[41].
De vuelta en Castilla García Fernández anuncia a sus vasallos que «agora so yo pora ser uuestro sennor que so uengado, ca non mientra estaua desonrrado»; esto es, que había restaurado su honor y vengado la afrenta que había sufrido por parte de Argentina y el conde francés. Esta acción es fundamental, porque el conde pierde la honra por culpa del adulterio de su mujer. Al perder la honra, como indica Salvador Martínez, el conde no puede mantener su posición social, ya que ese hecho se equiparaba con la muerte civil[42]. Es indigno de gobernar a los castellanos si antes no restituye el orden moral y social roto por la grave ofensa sufrida, es decir, debe ser el propio conde el que consuma la venganza, no puede enviar a otro hombre para que restituya su dignidad.
De Sancha nacería el conde Sancho García, pero aunque en principio la nueva condesa se habría comportado como «buena muger et atenerse con Dios et a seer amiga de so marido et fazer muchas buenas obras»[43], pronto anheló la muerte de su marido. Treinta capítulos después se cita la rebelión de Sancho contra su padre, con la consecuente desunión, situación aprovechada por los musulmanes, quienes «prisieron a Auila (…) et destruyeronla; et yendo a arriba, prisieron Crunna et sant Esteuan, quemando et astragando la tierra et matando y muchos cristianos»[44], o, lo que es lo mismo, sigue lo que cuenta el Toledano unas décadas antes. Finalmente, García Fernández sería capturado en la batalla de Piedra Salada y moriría a los pocos días en Medinaceli[45]. En el texto del rey Sabio se comenta que, entre las razones que permitieron a los musulmanes hacerse con García Fernández, se encontraba una de especial relevancia:
Et deuedes a saber que una de las cosas por que aquel dia los moros mas prisieron et mataron al conde Garci Ferrandez si fue por que el so cauallo, que el mucho preçiaua, el qual fiara en la condessa donna Sancha so muger que lo guardasse, et ella teni el muy gordo et muy fremoso de saluados, mas non de çeuada; et con esto enflaqueçio el cauallo en medio de la fazienda et dexosse caer en el campo; et estonçe fue ferido et preso el conde, de las quales feridas murió despues en Medinaçellim en poder de los moros, segunt que ya de sus oyestes[46].
En la Estoria no se menciona que Sancha desee acabar con el conde para reunirse con ningún monarca musulmán, como sí ocurre en la Najerense y en el de De rebus Hispaniae. Es más, no se nombra en ningún pasaje correspondiente a Almanzor. Esto se debe, básicamente, a que en un capítulo anterior a la muerte de García Fernández el texto recoge la batalla llamada de Calatañazor, en la que Almanzor habría muerto[47]. Sin embargo, en el capítulo que narra el comienzo del condado de Sancho García se dice que su madre codiciaba casarse con el líder de los musulmanes, «asmo de matar su fijo por tal que se alçasse con los castiellos (…) et que desta guisa casarie con el rey moro mas endereçadamientre et sin embargo»[48]. No se nombra a Almanzor, simplemente se refiere a un rey moro. Se alude, en cambio, al acto del envenenamiento, aunque difiere con respecto