La traición en la historia de España. Bruno Padín Portela
bebida envenenada. Esa «couigera» informó de la traición a un escudero del conde[49], que a suvez advirtió a Sancho. Lo que sucede a continuación es lo mismo que relata la Najerense y el Toledano, con la salvedad de que el conde, ante la negativa de su madre, habría sacado la espada:
Et quando la madre quiso dar al conde aquel uino a beuer, rogo el a su madre que beuiesse ella primero; et ella dixo que lo non farie, ca non lo auie mester. Et el rogola muchas uezes que beuiesse, et ella non lo quiso ninguna uez; et el quando uio que la non podie uencer por ruego, fizogelo beuer por fuerça et aun dizen que saco el la espada et dixol que si lo non beuiesse quel cortarle la cabeça. Et ella con aquel miedo, beuio el uino, et cayo luego muerta[50].
Tras examinar la estructura de la leyenda en la Estoria y comprobar las adiciones que incorpora, cabría preguntarse por el sentido de su inclusión. Paloma Gracia ha respondido a esta cuestión, señalando que la reelaboración del relato afecta y beneficia esencialmente a Sancho García. Dicho de otro modo, al añadir un segundo matrimonio, Sancho, por «las circunstancias terribles de su concepción, se habría visto arrastrado a repetir la conducta negativa materna», inclinada a una política de tolerancia con los musulmanes[51]. Siguiendo este razonamiento, sería lógico que Sancho matase a su madre y tuviese responsabilidad en la muerte de García, porque, en virtud de ese momento en el que es concebido, pasa a estar marcado por los crímenes de Sancha. De esta manera Sancho no es culpable de rebelarse contra su padre, se le exime de ese cargo porque esa acción, al estar predestinada, se produce por una voluntad ajena al propio Sancho; él no puede intervenir, solamente resignarse. A su acceso al condado se le quita, en consecuencia, cualquier tipo de mancha que lo pudiera empañar.
Con respecto a la recomposición contenida en la Estoria, Francisco Bautista ha indicado que esta podría tener un origen cardeñense, porque se busca la relación del héroe con el monasterio y, además, ninguno de los datos que facilita aparecen en la Najerense[52]. Es al abandonar García Fernández el condado para vengarse cuando es saqueado, momento en que «fue astragado el monasterio de Sant Pedro de Cardenna, et mataron y trezientos monges en un dia»[53]. Por ello, todo lo referente al primer matrimonio sirve como justificación del saqueo del monasterio en ausencia del conde.
Regresando al repaso historiográfico de esta leyenda, encontramos que en la Crónica geral de 1344 se continúa la línea marcada por la Estoria, pero añadiendo elementos nuevos, lo cual es normal, porque a medida que las leyendas se extienden en el tiempo suelen enriquecerse con tradiciones diversas que hacen que el relato sufra variaciones, la mayoría de ellas de dudosa credibilidad. Argentina huye a Francia vestida de hombre, lo que induce a autoras como Marjorie Ratcliffe a suponer que quizá sea la primera instancia de este tipo de figura en la literatura peninsular. Además, según Ratcliffe, que el cronista portugués no tuviese lazos nacionalistas con Castilla pudo incrementar la maldad de la condesa[54]. En cuanto a esta crónica del siglo XIV, comienza admitiendo la buena conducta de la condesa, que pronto se vio tornada, deseando el mal a García Fernández: «Em tal guisa que elle cobiçava muyto de veer a norte do cõde seu marido». En todo momento deja claro que la culpable de la rebelión de Sancho había sido la propia condesa, porque «alçouse contra seu padre per consselho de sua madre»[55].
El contenido de esta leyenda que nos han legado las historias generales de España corrió una suerte dispar. No sucede con otros personajes como Viriato, Sertorio o el Cid, que aparecen sistemáticamente en cada una de ellas y a los que se les dedican extensas páginas que rememoran sus gloriosas vidas. Existen, por tanto, diferentes niveles en el tratamiento que las obras de síntesis realizan con respecto a este tema. Hay algunas que, en efecto, elaboran una narración de los hechos, pero siempre sin afirmar o negar completamente su historicidad. En segundo lugar, encontramos historias que otorgan tan poca credibilidad a este episodio que limitan notablemente su mención, incluso, como veremos, a una nota. Por último, en otras no hay rastro de este episodio.
Juan de Mariana, autor, como es bien sabido, de la Historia general de España por excelencia hasta la edición a mediados del siglo XIX de la obra de Modesto Lafuente, pertenecería a ese primer grupo, ya que remite este tema, aunque con cierta brevedad. Mariana dice en el capítulo noveno del libro octavo que el conde García Fernández se casó con dos mujeres. En relación con la primera de ellas, Argentina, cita los sucesos tal como nos los describe la Estoria. García habría matado a Argentina y al adúltero francés en la cama con la inestimable colaboración de la futura condesa Sancha, con la que regresaría a Castilla y celebraría las bodas «con grande aparato y regocijo en Burgos»[56].
El jesuita, ante la confusión evidente derivada de las distintas versiones que sobre esta leyenda se manejaban a finales del siglo XVI, opta por una fórmula bastante eficaz y muy recurrente en su Historia. Desde el comienzo Mariana admitió que era un teólogo y no un historiador, asumiendo que no se iba a erigir en juez que dictaminase cuáles eran los hechos históricos y cuáles no. Mariana intentó desterrar en la medida de lo posible las fábulas que dominaban buena parte de la historia española, aunque debido a las fuentes a las que seguía y, entre las que se encontraban Florián de Ocampo o Ambrosio de Morales, aceptaba otras o, al menos, como sucede con la condesa traidora, no se mostraba más contundente al negar su veracidad. En el prólogo, que él mismo dedica al rey Felipe III, explica el jesuita que detiene su relato en 1516, a la muerte del rey Fernando el Católico, por «no lastimar a algunos si se decia la verdad, ni faltar al deber si la disimulaba». Esto lo lleva a concluir:
Muchos tienen todo esto por falso, y afirman que la muger de este conde se llamo Oña, mouidos por el monasterio de San Saluador de Oña, que dizen el conde Garci Fernandez edifico en Castilla del nombre de su muger. Otros afirman que se llamò Abba, como lo muestran los letreros antiguos de los sepulcros destos condes que ay en Arlanza, y en Cardeña. La verdad quien la aueriguara? Mas podemos sin duda marauillarnos de tanta variedad, que determinar lo que se deue seguir[57].
No se aprecia en el relato de Mariana ningún tipo de traición, a no ser el abandono de Argentina mientras García Fernández se encontraba enfermo. Tampoco se observa en el jesuita rastro de la Najerense, algo lógico, ya que, a pesar de que conoce el nombre de Aba, adopta el contenido que populariza la Estoria del rey Sabio, en la que García tiene dos esposas.
Mariana debe gran parte de su reconocimiento a su excepcional Historia general; no obstante, sería interesante examinar brevemente otro libro, De Rege et Regis Institutione, editado a finales del siglo XVI, en el que reflexiona acerca de algunas cuestiones asociadas al desempeño de la labor real. Hay un capítulo, que lleva por título «Si es licito matar al tirano con el veneno», que nos llama especialmente la atención y que guarda relación con este episodio. Parece claro que Sancho no es considerado un tirano por las crónicas e historias, pero es interesante conocer bajo qué condiciones era posible, de acuerdo con Mariana, matar a un gobernante de este tipo con un procedimiento que está tan presente en la leyenda de la condesa traidora. Para que fuese lícito habría que cumplir dos condiciones, de las cuales la primera es la que sigue:
Juzgo, pues, que no se debe dar al enemigo preparacion alguna nociva ni mezclar en la comida ó bebida un veneno mortal. No obstante será licito con la condicion de que el mismo que ha de ser muerto no sea obligado á tomar el veneno, para que introducido en sus entrañas perezca; sino que sea dado exteriormente, y de tal modo, que nada coadyuve de su parte el que ha de ser muerto; á saber, cuando sea tan activa la fuerza del veneno, que rociada la silla ó el vestido con él, tenga suficiente fuerza para privar á cualquiera de la vida. De cuya arte han usado muchas veces los reyes moros para quitar la vida á otros príncipes, enviándoles