La traición en la historia de España. Bruno Padín Portela
que el monarca tuvo cinco esposas legítimas y «dos amantes nobles: una se llamaba Jimena Núñez»[93]. Jiménez de Rada solo cita una, no siendo hasta diez capítulos después cuando, al repasar las esposas fallecidas de Alfonso, desaparece Beatriz e incluye en el quinto lugar a Zaida:
Una vez fallecidas sus sucesivas esposas, a saber, Inés, Constanza, Berta e Isabel, casó con Ceyda, hija del rey Abenabeth de Sevilla, que, tras ser bautizada, cambió de nombre por el de María. Esta, que había oído de las grandes hazañas de Alfonso, aunque no lo conocía en persona se enamoró perdidamente, hasta el extremo de abrazar la fe cristiana y entregar en poder de Alfonso los castillos que su padre le había regalado. Los castillos que dio a su marido son éstos: Caracuel, Alarcos, Consuegra, Mora, Ocaña, Oreja, Uclés, Huete, Amasatrigo y Cuenca. Y tuvo de ella un hijo llamado Sancho, al que había confiado al conde García de Cabra para que lo criase[94].
Este breve repaso cronístico es útil porque se puede percibir claramente la transformación que en apenas un siglo sufre la condición social de Zaida. Partiendo de la estructura que facilita el obispo don Pelayo se va creando un relato que con el paso de los siglos, y como hemos visto en el capítulo anterior, se enriquece con distintas tradiciones que hacen que, en este caso, cambie la posición de Zaida, proceso que la condujo de ser una concubina en la corte de Alfonso a una más de las esposas legítimas del monarca.
Ahora bien, ¿es lógico que las crónicas hablen abiertamente de las concubinas del rey? O dicho de otro modo, ¿no sería más adecuado que tratasen por todos los medios de ocultarlas para preservar de ese modo la dignidad, en este caso, de Alfonso? La respuesta es negativa, y ello, según María del Carmen Pallares y Ermelindo Portela, se debe a las leyes de la sociedad feudal, pensadas y aplicadas por hombres. La amante del rey, a pesar de que su relación se sitúe al margen de las normas, alcanza honra y protección. La tolerancia adquiriría en esta época, que es la del tránsito del siglo XI al XII, tintes de legitimación[95]. Se justifica porque prevalecen las necesidades del rey, que pretende un hijo varón, que será el que le dé Zaida en la figura de Sancho.
En la Estoria del rey Sabio el relato que tiene como protagonista a Zaida ocupa dos capítulos. En el primero, el 847, titulado «El capitulo de las mugeres et de los fijos que ouo este rey don Alffonso», se defiende la existencia de «cinco mugieres a bendiciones» y dos concubinas que, en este caso, son denominadas «amigas»: «Las II amigas deste rey don Alffonso fueron estas: la una ouo nombre donna Xemena Munnoz (…) La otra amiga que el rey don Alffonso ouo fue la Çayda, fija de Abenhabet rey de Seuilla. Mas esta, como quier que lo digan algunos, non fue barragana del rey, mas mugier uelada»[96].
Continúa la Estoria describiendo la conversión de la musulmana al cristianismo. El rey solo puso a su nueva esposa la condición de que no adoptase el nombre de María, «porque nasciera della Dios (…) et los clérigos que la batearon pusieronle nombre Maria, pero dixieron al rey que Helisabeth auie nombre»[97]. En el segundo capítulo, el 883, que lleva por título «El capitulo de la razon por que los almorauides pasaron a Espanna et de la muerte de Abenhabeth rey de Seuilla», se relata que Zaida, definitivamente, se casa con el rey Alfonso y, en consecuencia, pasa a desempeñar el papel de esposa legítima[98].
Lo cierto es que durante muchos siglos se pudo decir, en relación con la vida amorosa y matrimonial del rey Alfonso VI, aquello que el padre Henrique Flórez dejó por escrito en sus Memorias de las Reynas Catholicas:
El Tratado de las mugeres del Rey D. Alfonso VI es una especie de Laberinto, donde se entra con facilidad, pero es muy dificultoso acertar á salir mientras no se descubra alguna guía, que hasta hoy no hemos visto, siendo asi, que han entrado muchos á reconocer el terreno: y aun oyéndolos, no se vencen las dudas: antes parece que mientras mas hablan, menos nos entendemos[99].
El padre Mariana presenta a Zaida, hija del monarca sevillano, junto con otra musulmana, Casilda, hija del rey de Toledo, que también se habría convertido al cristianismo. El jesuita incluye una razón que hasta ese momento no conocemos para justificar la conversión de Zaida, y narra que durante un sueño se le apareció san Isidoro «y con dulces y amorosas palabras la persuadio pusiese en execucion con breuedad aquel santo propósito»[100]. Reconoce el jesuita, llegados a este momento, que existe divergencia de opiniones entre los autores antiguos. Algunos señalan, como Pelayo de Oviedo, que Zaida no fue mujer de Alfonso, sino amiga. Pero Mariana, que evidentemente también conoce lo que Lucas de Tuy y Jiménez de Rada escribieron, se inclina por emplear la típica expresión que ya habíamos visto al tratar la leyenda de la condesa traidora: «La verdad quien la podrá aueriguar? ni quien resoluer las muchas dificultades que en esta historia se ofrecen a cada paso?». Lo que consta, en opinión de Mariana, «es que esta conuersion de Zayda sucedio algunos años adelante»[101].
Cuando le toca referir las mujeres de Alfonso VI, Mariana realiza una serie de modificaciones. Por ejemplo, dice que las esposas legítimas del rey no fueron cinco, sino que ascienden a seis. Habla de dos mancebas: Jimena Muñoz y otra de la que desconoce el nombre. Pero el jesuita zanja este tema recurriendo a la cita de autoridad de «Pelagio obispo de Ouiedo, cercano de aquellos tiempos»; y, tras describir lo que él nos dice, finaliza diciendo que «todo lo susodicho es de Pelagio. Estas fueron las mugeres del rey Alonso, estos sus hijos»[102].
Modesto Lafuente sitúa a Zaida, hija del rey árabe Ebn Abed de Sevilla, tras la muerte de Berta. Propone Lafuente que Zaida fue entregada a Alfonso como prenda de amistad y con cierto número de ciudades en modo de dote, en una época marcada por los pactos que entre monarca cristiano y musulmán caracterizaban sus relaciones. Cuando Alfonso recibe y acepta la oferta por mediación de un negociador, Aben Omar, se encontraba casado en segundas nupcias con Constanza de Borgoña. Pero Lafuente defiende a Alfonso ante posibles críticas derivadas de su sospechosa relación con la joven Zaida. Así, afirma:
Muy jóven en aquel tiempo la hermosa Zaida, habia continuado en poder de Alfonso, segun unos como consorte, segun otros en concepto mas equívoco y menos honroso. Ni lo uno ni lo otro creemos fundado. Ni las crónicas insinúan que Alfonso quebrantára la ley de los cristianos que prohíbe la bigamia, ni hay documento que indique que tuviera con la bella musulmana relaciones de naturaleza de producir escándalo[103].
El único impedimento que se imponía entre los dos era la religión. Se haría ciertamente difícil explicar que un rey cristiano como Alfonso, que, además, fue el héroe que liberó Toledo erigiéndose en un bastión contra los infieles, cediese ahora y aceptase casarse con una musulmana. En este sentido, según subraya Lafuente, el rey sevillano tuvo que aguantar cierto escándalo, porque había sido acusado de pactar una alianza bochornosa para sus intereses y que conllevaría fatídicos presagios. Por tanto, es Zaida quien se convierte y toma «en el bautismo el nombre de María Isabel, con el segundo la nombraba siempre Alfonso, y es conocida en los documentos»[104].
En cuanto a la naturaleza de la relación entre Alfonso y Zaida, Lafuente explica en una nota el conflicto que suponía intentar arrojar luz sobre las esposas legítimas y las concubinas del monarca castellano. Se inclina Lafuente por considerar que la primera Isabel, a la que Lucas de Tuy y otros hacen hija de Luis, rey de Francia, no existió[105]. Según él, es incierto que el rey de Francia al que alude el Tudense tuviese una hija que se llamara Isabel, lo que lleva a Lafuente a determinar que «no hubo mas Isabel que Zaida, la hija del rey moro