Naraligian. Tierra de guerra y pasión. F.I. Bottegoni
Fontaner; nombre que le pusieron los reyes sureños, mis predecesores, a la guerra de posición.
—Deberíamos avanzar, –propuso Nimbar, poniéndose en pie y escuchando los acelerados pasos de hombres y sabuesos –hemos descansado demasiado y nuestros enemigos nos están pisando los talones.
—Kira no podrá correr. –dijo el príncipe cargándola en su espalda –Si se acercan lo suficiente, debemos pelear. No tenemos otra opción, salvo que lleguemos a las dos torres guardianas, que están ubicadas al final de este bosque, y allí los guardias que las custodian nos ayudarían contra ellos.
—Lo que estén pensando, mejor háganlo rápido –recomendó Kira, sujetándose más fuerte del cuerpo de su amado –Ellos están cerca y avanzan muy rápido ¿Cuántas leguas hay de aquí hasta la entrada de Fallstore?
—Unas seis leguas, más o menos. –dijo Ponizok, caminando velozmente hacia el Sur –Esperemos que el viento nos mienta y nuestros perseguidores no estén tan cerca, como nosotros pensamos.
Horas y horas caminaron por el gran bosque, el cual permanecía todavía en la oscuridad. Cansado por la larga marcha y el peso, el príncipe se desplomó sobre el suelo. Nimbar lo ayudó a levantarse y siguieron caminando. Desde una de las pequeñas colinas, lograron distinguir las dos torres grises con el estandarte de los Greywolf a su alrededor.
Los bandidos, quienes no habían detenido su marcha en ningún momento, los rodearon, apuntándoles con sus arcos y picas. Poni desenvainó su espada y Nimbar hizo aparecer de sus manos dos bolas blancas las cuales se mantenían enganchadas a estas. Kira, sosteniéndose de su amado, desenfundó también su espada y se la entregó a este, quien la sostuvo con su mano derecha.
—¡Qué lástima! –dijo uno de los malhechores, saliendo de entre sus compañeros –Hubiera sido grandioso que llegaran a las torres y se dirigieran escoltados por guardias a Filardin, donde vivirían felices y seguros, alejados de todos los peligros de este mundo. Lamentablemente no será así porque mi señor quiere vuestra cabeza en bandeja de plata.
—¡Kira, colócate detrás de mí! –dijo Ponizok moviendo con una de sus manos a su amada –Si tanto quiere mi cabeza, tendrá que venir por ella. Pero deberás quitársela a mi cadáver, porque voy a defenderla antes de entregarla. –Poni desvió su vista por un segundo hacia los rayos de sol que lograban penetrar por los árboles, que estaban detrás de los rodeadores –Mi nombre es Ponizok Greywolf, hijo del difunto Alkardas. Soy el heredero al trono de Fallstore y señor de Filardin, por lo que les digo que se arrodillen ante mí y nadie saldrá herido.
—Acaso está ciega, princesita –dijo el líder de los bandidos refiriéndose a Ponizok –¿no ves que somos más y te estamos rodeando? ¿o tú crees que podrán detenernos?
—Temo tener que afirmar lo que dije –respondió Ponizok levantando en alto su espada –pero yo no soy el que está ciego, ese eres tu mi amigo. Acaso no te diste cuenta donde estas parado. Esto no es el bosque donde puedes huir y ocultarte. ¡Estás en Fallstore!
—Yo le haría caso, si fuera tú. –dijo un hombre colocando la punta filosa de su espada en el cuello del bandido. Lo mismo hicieron los demás soldados fallstorianos con el resto de los malhechores.
Obligaron a los ladrones a tirar las armas al suelo y a ponerse de rodillas. Ponizok se acercó al líder de sus captores y le ordenó que se pusiera de pie. Este, arrastrándose, besó las botas del príncipe, quien le pateó la cara cuando vio lo que hacía. Colocó su espada en el cuello del criminal y le dijo:
—Nunca debieron meterse con mi familia –Ponizok atravesó con la Furia, el cuello del hombre, y dirigiéndose a los demás les dijo: –Hace años debieron aprender que con un príncipe no deben meterse jamás. Mi difunto padre los perdonaría a todos ustedes, porque solo seguían órdenes, así que yo les diré únicamente esto: –mirando al jefe de sus tropas –coloquen sus cabezas a los costados del Camino de Piedras y Lobos, para que los demás aprendan lo que pasará, si osan desafiarme.
Rápidamente y sin emitir el mínimo de los sonidos, las espadas de los fallstorianos cortaron los desprotegidos cuellos de los criminales, que suplicaban por el perdón. Sus cabezas fueron colocadas, como lo había ordenado su señor en picas a lo largo de todo el camino.
El capitán Lobaron, era el encargado de proteger y custodiar la entrada al reino sureño, lo que implicaba, patrullar las cercanías de las dos torres y cobrar por el paso de mercaderes y señores a Fallstore. Ponizok fue conducido junto con Kira y Nimbar hasta una de estas fortalezas, donde les fueron ofrecidos platos con sopa de hongos y cebolla, con agua para pasarlo todo. Lobaron les proporcionó dos caballos, para que pudieran seguir su rumbo a la capital.
—Dime Capitán. ¿Quién quedó al mando del reino durante mi ausencia? –preguntó el príncipe –Cuéntamelo con lujo de detalles y no te vayas a olvidar de nada.
—La casa de senescales tomó el trono de Fallstore durante su ausencia, mi señor. –respondió Lobaron –Creyeron que al no regresar usted de la batalla de Argentian, ellos quedarían como los soberanos del reino y señores de Filardin, su hogar. Según lo que mis hombres cuentan, las tropas de los fuertes allegados a la ciudad comentan que Lord Trybanion, ha tomado como prisioneras a varias aldeanas y las llevó a su cama donde abusó de ellas y las maltrató. Los hombres perdieron todo respeto por la casa Trybanion, y no se sienten conformes con sus mandatos.
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