Naraligian. Tierra de guerra y pasión. F.I. Bottegoni

Naraligian. Tierra de guerra y pasión - F.I. Bottegoni


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¿quién es él? y ¿de dónde provienen? –señalando a Ponizok.

      Kira no quiso responderle, algo que enfureció más al canalla que parecía ser el líder del grupo de malhechores. La tomó por el cabello y colocó un cuchillo en su cuello. Poni se desesperó con ver lo que iban a hacer y trató de librarse de las esposas, pero no lo consiguió.

      —¡Suéltala maldito! –dijo enojado al ladrón –¡Métete con alguien de tu nivel! –al criminal pareció no importarle y siguió con el cuchillo en el cuello de la joven.

      —Sabes, hace años que no estoy con una mujer –dijo el malhechor besando en la mejilla a Kira, quien corrió el rostro –y no me molestaría estar contigo por unas horas solos en mis aposentos. Pero si tú no quieres, podrías por lo menos decirme su nombre y el tuyo. –tomó a la joven por su ropa y la arrastró hasta uno de los túneles del oscuro recinto, donde dos de sus hombres la sostuvieron por los brazos, mientras que el desabrochaba su cinturón.

      —Soy Ponizok Greywolf, príncipe heredero de Filardin y del magnífico reino de Fallstore –Poni no podía ver lo que le iban a hacer a su amada, por lo que tuvo que dar su nombre –Mi familia es adinerada, por lo que te pagarán muy bien por nosotros tres, si nos llevas con ellos ¡Pero por favor no le hagan daño!

      Uno de los hombres del líder de la banda de los juramentados agarró por el mentón al príncipe, y lo analizó mientras movía el rostro de este de abajo hacia arriba. El soldado le dijo a su señor que era cierto, que el prisionero era el heredero del Sur y que podrían ganar mucho, si lo vendían como un valioso rehén.

      Por lo que Ponizok pudo entender de esa conversación, el jefe se llamaba Siago y al que parecía ser su mano derecha, lo conocían como Sombra. Pero lo que más le atrajo de lo que hablaban era la posibilidad que tenía de que los vendieran a su padre como rehenes. Todo cambió cuando Siago, mirando a sus prisioneros, les dijo:

      —Puede que los venda a ustedes dos como siervos, para algún señor de Naraligian. Pero a ti te voy a entregar como un valioso prisionero fallstoriano. –Siago recibió la espada del príncipe, la cual le fue entregada por Sombra. El jefe de los criminales, admiró el bello objeto. –Tengo un conocido que pagará bien por tu cabeza. Solo la cabeza.

      —Conozco a varios que la quieren desde hace años –dijo sarcásticamente Poni –lo que lleva a preguntarte. ¿cuál de todos ellos es? Y ¿cuánto te han ofrecido por ella, mil lunas de plata, quinientas estrellas doradas o algo más valioso?

      —Han ofrecido tres mil estrellas doradas por tu cabeza, –dijo Siago colocando la Furia en el cuello de Ponizok, quien permaneció inmóvil en el lugar –y la persona que ofreció esa fortuna, es sin duda un viejo conocido tuyo. Es aquel que fue revivido por la venganza, contra aquellos que poseen tu nombre. El nombre del comprador es Golbón de la casa Lenger.

      —¡Es mentira! –dijo enojado el príncipe –¡Él está muerto, y nadie puede traerlo de donde se encuentra! Pero si estás tan seguro de que el volvió, te digo, que mi padre te pagará el triple de lo que él te ha ofrecido. Lo único que debes hacer, es llevarme a Filardin, donde me entregarás y a cambio recibirás la recompensa. Confía en mí.

      —No puedo hacerlo –dijo Siago, riendo por lo bajo –aunque quisiera más dinero, temo que te entregaré a los algirianos. –poniéndose de espaldas al príncipe –Debo admitir que la propuesta que me has dado es bastante jugosa. Si tu padre estuviera vivo para escucharte, se alegraría mucho. Perdóname, no te lo dije. Alkardas Greywolf, señor de Fallstore, ha sido asesinado por el mismo Golbón. Ahora que lo pienso, también tu madre falleció. –el bandido envainó la preciosa espada y se la entregó en manos a Sombra para que la colocara en el arsenal, junto con las otras armas. –¡Llévenselos a los calabozos! –donde aguardarían su hora de partida.

      Los hombres de Siago los llevaron hasta lo más profundo de la cueva, donde la luz del sol ya no lograba llegar. Allí los colocaron en celdas separadas para que no pudieran escapar. Ponizok se apoyó contra una de las paredes de la montaña, cruzó sus brazos sobre sus rodillas y colocó su rostro sobre ellos. Kira sintió los sollozos de su amado, quien sufrió con la noticia de la muerte de sus queridos padres. Kiri se acercó hasta los barrotes que unían su calabozo con el del afligido joven. Nimbar golpeaba enojado las duras y frías barras de acero, que los separaban.

      A la hora de haberlos encerrado, tres de los ladrones trajeron unos platos de hierro, con pan y un poco de queso. Los pasaron por entre los barrotes y los dejaron caer contra el suelo. El mago fue quien probó primero la comida, para ver si no estaba envenenada. Los guardias desde afuera se reían y burlaban de Ponizok.

      —¡Oh arrodíllense, ante el rey del Sur! –dijo riendo uno de ellos. –ustedes, veneren al gran rey y protector de Fallstore ja ja ja. Pero miren nada más, el gran soberano del Sur, está llorando, pobrecito y nadie que pueda consolarlo. –Los malhechores se fueron, dejándolos solos.

      —No saben con quién se han metido –dijo Kira a Ponizok y Nimbar –cuando se den cuenta, nos habremos escapado y estaremos lejos de este lugar.

      —Tienes razón Kira, –afirmó el mago, dejando a un costado el plato que acababa de tomar –recordarán el día en que se metieron con el señor de Fallstore. Lo que necesitamos ahora es un plan para irnos. Así que dime Poni: ¿qué idea tienes? Si no tienes un plan, sería mejor preparar uno rápidamente.

      —Mis padres han muerto, –dijo Ponizok con los ojos rojos como rubíes –pero eso no hará que deje a la gente de mis tierras a su suerte. No permitiré que Algirón crea que puede tomarnos por personas débiles y sin poder de lucha. –se puso en pie y tomó los barrotes –Volveré y les demostraré, qué clase de persona soy. Le enseñaré a los Lenger de Afnargat que mientras exista un Greywolf sobre esta tierra, no podrán vencer a Fallstore.

      —Tú, eres el rey ahora –dijo Kira, tomando las frías manos de su amado –amas a tu pueblo, al igual que amas todo lo que es tu reino. Tengo fe en ti y sé que encontraremos la forma de escapar de aquí, lo que no se es dónde estamos.

      —En una cueva en el bosque de Alarbón, claro –dijo Nimbar recostándose sobre el mugriento suelo –ya debe estar amaneciendo, pronto el sol aparecerá por las montañas. No sé ni que estoy diciendo, el aire viciado de este lugar me mata.

      —No vayas a desmayarte. –dijo Ponizok –Según lo que pude escuchar y oler, debemos estar en Alarbón del Oeste. Las rustas silvestres crecen solamente en ese sector del bosque y al venir hacia aquí, pude detectar su penetrante aroma. Lo que me da a entender que nos encontramos en el interior de los Holnaras (cadena montañosa), por lo que, si logramos escapar, deberíamos dirigirnos al Sur, donde encontraremos mi hogar.

      —La duda es, ¿en qué momento escaparemos de este lugar? –dijo Nimbar echando un vistazo al oscuro sitio donde se encontraban –Sabiendo que estamos en desventaja numérica y además que no poseemos armas, debo decir que, si hubiera una posibilidad de victoria, deberíamos utilizarla y mejor que sea rápido, porque no sabemos cuándo vendrán por tu cabeza.

      —¡Cuando ellos vengan por mí, nosotros nos iremos de aquí! –dijo sonriendo Ponizok –Estamos en desventaja, eso es cierto, pero ellos no tienen las mismas habilidades que nosotros tenemos, como, por ejemplo, dos guerreros entrenados, como Kira y yo, o un mago poderoso como Faler. ¡Ese eres tú Nimbar! Deja que vengan, que se acerquen y vean que cometieron un grave error.

      —Y si ellos lograran vencernos, –dijo Kira angustiada –lo último que veré de ti, será tu cabeza rodando en el suelo y a Nimbar tratando de defenderte. Pido a Faler y Mindlorn que nos ayuden en este momento. Toda mi vida he soñado con encontrar a quien comparta conmigo el resto de mi vida, con quien tendré hijos, los cuales a su vez tendrán otros hijos y así mi descendencia será magnifica. Si te hicieran daño, mi futuro se desvanecerá en un instante.

      —Prometí que los sacaría de aquí, y eso es lo que haré. –dijo Ponizok –No tienes por qué preocuparte, mi luna de invierno (apodo de Kira) que me encargaré de que lleguemos sanos y salvos a Filardin, donde cenaremos y beberemos como reyes, mientras que mis tropas arrasan con este horrendo


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