Naraligian. Tierra de guerra y pasión. F.I. Bottegoni

Naraligian. Tierra de guerra y pasión - F.I. Bottegoni


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le sonrió. Ya no estaba triste por la partida de Poni, ya que ella, iría con él hacia el Sur. El príncipe la subió delante en su bravío corcel y se colocó detrás de ella. Con un leve taloneo, el animal siguió su marcha. Únicamente se volvieron a detener al llegar a la plataforma donde se encontraba la familia real de Goldanag. Pulerg miraba felizmente a Kira. Ponizok lo saludó muy cortésmente con la cabeza.

      —Pulerg de la casa Kropner –dijo –debo solicitarle, que libere de su cargo actual a Kira, ya que he decidido que ella vendrá a Fallstore, donde pasará el resto de su vida.

      —No hay nada que la ate a esta ciudad, salvo sus amistades y compañeros –dijo Pulerg –Es su voluntad y la de Mindlorn, por lo que te libero de tu cargo como capitana. Deseo que encuentres lo que buscas en el frío y nublado lugar al que ustedes llaman hogar –dijo mirando a Ponizok.

      —Muchas gracias alteza, y agradezco a los cuatro, por haberme traído ante usted –Kira se quitó el prendedor que tenía enganchado a su ropa, el cual simbolizaba el juramento a la capitanía de la ciudad, y se lo entregó en manos a Giotarniz.

      —¡Mucha suerte y felicidad Kiri! ¡Nunca te olvidaré! –dijo Giotarniz, inclinando la cabeza hacia delante.

      Estaban preparados para iniciar el viaje de regreso, cuando uno de los mensajeros de la torre de alas (lugar donde se contienen los halcones y cuervos mensajeros) trajo un mensaje al rey, quien tomó el enrollado trozo de papel y miró el sello que lo cerraba. Este era el blasón de la casa de Ponizok por lo que entendieron que algo pasaba.

      —¿Qué animal trajo este mensaje? –preguntó Pulerg –¿Cuervo o halcón?

      —Fue un cuervo, mi señor –el hombre se inclinó ante el rey –creo que se lo han enviado a él –señalando a Ponizok.

      Pulerg entregó el mensaje al príncipe, quien rompiendo el lacre leyó el mensaje. Estaba firmado por el capitán Wolfhem, quien les decía que Alkardas solicitaba su rápido retorno. Ismiranoz había caído ante el enemigo. Poni guardó el mensaje en uno de los bolsillos de su armadura y saludó por última vez, taloneó al caballo y galopó hacia la entrada, por donde salieron con dirección Sur. Kira sentía que el viento helado, golpeaba su rostro como si el calor del mundo se terminara en ese sector de Goldanag y de allí en adelante, todo sería de un frío mortal.

      —¡Que frío hace aquí! –dijo Kira. Miró a poni quien sonrió al escuchar eso.

      —Si tienes frío ahora, es porque no conoces Fallstore –dijo el príncipe, quien extendió una especie de chaleco de lana a la joven.

      Ella se colocó el abrigo y acostándose contra el pecho del príncipe le dijo sonriendo:

      —“Me encantaría conocerlo”. –¡No habrá frío alguno que logre quebrar mi espíritu!

      5

      Traición y perdón

      El calor del Norte era algo que a Isnirir le agradaba sentir sobre su piel. No había nada más hermoso para él que su tierra y todo lo que crecía o vivía en ella. Sus largos ríos y sus extensas estepas llenas de plantas rastreras. Arbustos que corrían sobre la amarillenta tierra, que, en varias partes, se convertía en arena tan pero tan fina, que se te metía por las botas y tenías que quitártelas para que no te volvieran a molestar. Los habitantes del reino acostumbraban a usar pantalones de lino con camisas de seda o túnicas largas que les llegaran a los tobillos, porque el solo pensar en ropa abrigada como la que se usa al Sur de Naraligian era suicidio para ellos.

      El rey, sentado sobre la pequeña empalizada de su castillo, miraba como los pescadores de mercados y aldeas cercanas sacaban grandes cantidades de peces del río Rojo, el cual se encontraba a solo unos metros de la pequeña ciudad. Junto a Isnirir, se encontraba el más leal de sus consejeros y también su hijo, Talkno, quien se parecía en varios aspectos a su padre, como sus ojos color esmeralda. Pero su tez morena y su cabello oscuro los obtuvo por parte de su madre.

      —Madre dice que los hombres de Lodriner, le han declarado la guerra a los de Goldanag –dijo Talkno –ella cree que Pulerg no tendrá la habilidad suficiente como para ganar.

      —No es cuestión de habilidad, por la que se ganan las guerras. Lo que te da la victoria es, por ejemplo, una buena armadura, un buen nivel de entrenamiento, o armas que tengas a tu alcance. –dijo Isnirir –Hignar podrá ser muy buen líder, pero Pulerg posee soldados vestidos de acero, por lo que tendrá una gran ventaja de su parte. Lo que espero es que arreglen el problema de forma pacífica ya que las guerras son algo repugnante.

      —Cuando llegue su momento, joven señor –dijo el consejero –aprenderá que el hombre más valiente, no es aquel que quita una vida, sino el que la perdona. Pero lo más importante en este momento es que continúe con sus estudios, por ello debe ir con el maestro Khataron, quien lo debe estar esperando en el muelle del río.

      Talkno se despidió de su padre con un abrazo, y sin esperar un segundo más, corrió lo más rápido que pudo hacia los muelles. El rey bestia lo siguió con la mirada por toda la aldea de barro y paja, hasta que se perdió entre un rebaño de vacas. Un sirviente de castillo colocó sobre la mesa una bandeja de madera con un pescado bañado al limón con uvas. Isnirir tomó un pedazo del animal junto con unas uvas y las colocó en su plato. Le sirvieron leche de oveja para beber, la cual era amarga y pastosa.

      —No entiendo que le ven los fallstorianos al frío –dijo el rey masticando su comida –Es algo horrible y, como dice la palabra, frío. No se lo puede comparar con el bello calor que hace en esta tierra.

      —Ellos, mi rey, deben estar pensando lo mismo de nosotros. –dijo el consejero sentándose en una silla junto a su señor –Recuerde que según los relatos de la antigua Naraligian, cada uno de los reinos fue creado por su dios en distintas partes, por lo que debieron sobrevivir a todo. Recuerde que, para los sureños, el lobo es un emisario de su dios, por lo que ellos son parecidos al animal en algunos puntos.

      —Huelen igual que ellos, se aparean igual que ellos y tienen los mismos modales –dijo riendo el rey –¿En qué más se pueden parecer? uhmmmm, ah y también.

      —pelean igual que ellos. –terminó la frase el consejero –Podemos decir mucho, pero ninguno de los reinos ha ganado tantas batallas como las han ganado los fallstorianos en estos años.

      —Je, tienes razón –dijo Isnirir tomando un trago de la leche –cum, cum, pero siempre que los hemos necesitado han estado allí, ayudándonos y protegiéndonos, por lo que no son malos aliados. La única bestia cobarde soy yo. Recuerdo muy bien que el miedo me hizo retirar en las cercanías a Fuerte Caos. Por esa razón, Alkardas, me nombró como el dragón sin dientes.

      —Usted no fue un cobarde mi señor –dijo el servidor del rey –lo que hizo fue pensar en la vida de sus hombres, nada más que eso. Lo que los otros digan no importa. Lo que en realidad importa es que usted está bien y tiene la posibilidad de ver crecer a su hijo. Piense en todos aquellos que no lo harán por haberse quedado a pelear aquel día.

      —Todos los reyes vivieron. Todos ellos son reconocidos en toda Naraligian por sus hazañas y valor. –dijo Isnirir –¿O no recuerdas la historia de la toma de Afnargat? A Hignar y Pulerg trepando por los muros de la ciudad y dando muerte a la mayoría de las tropas algirianas, para que Alkardas tuviera tiempo de romper con un ariete el portón principal y entrar en la ciudad, dar muerte a la esposa del rey y también a sus hijos. El mundo entero sabrá que Isnirir de la casa Carminens, huyó como un perro apaleado.

      El consejero dejó a su señor para que pudiera meditar a solas. En su corazón él sentía tristeza por no haber estado con los que había considerado sus amigos. También por haberse ocultado todos esos años sin enviar mensajes o noticias al reino sobre su tierra y la protección del Norte.

      Varias horas meditó, hasta que uno de sus guardias, apareció corriendo hacia él. Las orbitas de sus ojos miraban en cualquier dirección, causa del cansancio o tal vez la preocupación.

      —Mi señor –dijo cansado el guardia –vine tan rápido como pude. Ahhhh, unos visitantes


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