Naraligian. Tierra de guerra y pasión. F.I. Bottegoni

Naraligian. Tierra de guerra y pasión - F.I. Bottegoni


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con las manos en su pecho tapando su herida, llamó al capitán y le dijo:

      —Debes advertirle al joven príncipe sobre lo sucedido. –susurró Isnirir dolorido –Dile que los algirianos volvieron y que debe salvar a mi reino. Solo así habremos vencido al mal –habiendo dicho esto el rey bestia murió acostado en el frío suelo de los lobos.

      Cuando Golbón regresó al castillo de Lufnar, Halfindis lo esperaba sentado en el trono con varios soldados de Algirón protegiéndolo. Este, al ver llegar a su siervo, bajó de la plataforma y fue al encuentro del rey, quien parecía decepcionado por lo ocurrido.

      —Isnirir ha muerto –dijo Golbón –su secreto lo hizo con él. Lo único que espero, es que podamos encontrar lo que buscamos con facilidad.

      —Sin el rey bestia, no será nada fácil encontrarlo –dijo Halfindis rodeando a Golbón –pero si encontramos al vástago de Isnirir Carminen, puede que nos brinde la ayuda necesaria para acabar con esto. Solo así conseguiremos nuestro premio final.

      —La conquista de toda Naraligian –dijo poniéndose de pie el algiriano –Tengo otra noticia que puede que te agrade. Alkardas Greywolf, junto con su esposa, murieron durante la caza del rey de Ismiranoz. La gente misma del reino de Fallstore ya no se sentirá segura sabiendo que no tendrán un rey o reina que los proteja de nuestra maldad.

      —Aún hay uno que puede reclamar el trono de Fallstore. –dijo Halfindis mirando a Golbón quien le preguntó a quien se refería –Es aquel al que hace años debiste matar cuando era simplemente un niño, pero no pudiste hacerlo porque pereciste antes. Tú sabes de quien estoy hablando.

      —Ponizok Greywolf –dijo sonriendo el señor de Algirón –me temo que a ese niño dentro de poco tiempo le llegará su muerte, jajajajajajaja.

      6

      Extraviados y condenados

      La compañía de Ponizok ya se encontraba en el camino de Piedras y Lobos, el cual atravesaba el bosque de Alarbón, uniendo al reino de Goldanag, con el reino de Fallstore. Era la ruta que acostumbraban a usar mercaderes, tropas, mendigos y reyes. Todo aquel habitante que quisiera ir a cualquiera de esos dos reinos, debía tomar ese sendero o el camino de las Puntas Blancas, el cual era más peligroso y no tan confiable.

      Su padre le había contado que ese bosque no era lo que parecía a simple vista. Grandes grupos de bandidos se ocultaban en ese lugar para no ser encerrados por los hombres del rey y terminar en calabozos o ultimados. Por eso todo aquel que usaba ese camino, debía ir armado, o con una escolta armada que lo protegiera.

      El grupo más peligroso de este lugar era conocido como los Juramentados de la Ley. Estos, habían asaltado varias caravanas que venían con metales y gemas preciosas de Goldanag. Pulerg había enviado hombres para capturarlos, pero se escapaban como ratas entre los maizales. Por lo cual se decía que aún seguían allí, esperando al que estuviera desprotegido para tomarlo por sorpresa y capturarlo.

      —Cuéntame más sobre tu hogar –dijo Kira mientras se acomodaba contra el pecho de su amado.

      —Es un lugar frío, lleno de gente y de comida, la cual hace agua la boca de solo pensarlo. –dijo Ponizok acariciando el largo cabello de la joven –Las personas están felices, porque Faler nos regaló otro invierno. Ahora me gustaría que me cuentes algo sobre ti. Llevo todo el viaje contándote sobre quién soy, mi familia, amigos y mi hogar.

      —Por mi parte no tengo lo mismo que tú. –dijo Kira –Mi familia fue asesinada cuando yo tenía doce años. Después de eso, me uní a la guardia de Argentian para poder seguir con mi vida y preparar mi venganza contra quienes me lo quitaron todo.

      —¿Quién fue tu padre? –preguntó Ponizok –era alguna clase de mercader, prestamista o solo era un granjero.

      —Mi querido padre era mercader en uno de los poblados de Strongrock, la actual fortaleza de la casa Ronhildum. –dijo la joven –Un día un grupo de asaltantes, trató de robarle, pero él se resistió y logró vencerlos. Pero eso no los detuvo de que, en la noche, vinieran y mataran a toda mi familia mientras dormían. Es por eso que no hablo mucho sobre ellos.

      —Poni –dijo Nimbar acercándose al príncipe –deberíamos acampar. La noche se acerca y no hemos preparado fogata ni campamento aún.

      El joven príncipe ordenó a sus hombres que se detuvieran y prepararan un lugar para descansar durante la noche. Con palos, ramas, troncos y hojas secas prepararon tres fogatas, de las cuales dos, ocuparía la guardia, mientras que la restante sería para Ponizok, Kira y Nimbar. Cinco de los veinte guardias, se introdujeron en el bosque con arcos, para poder conseguir algún conejo o faisán que les sirviera como alimento.

      La oscuridad del bosque se hacía más espesa a cada segundo. Los hombres que habían ido a cazar no habían vuelto todavía. Hacía dos horas que se habían metido en el bosque y todavía no había ni una señal de ellos.

      —Me parece muy extraño esto –dijo Ponizok mirando el oscuro lugar. –¿escuchan eso? –preguntó a sus acompañantes.

      —Yo no escucho nada –dijo Kira –¿Qué tendría que estar oyendo?

      —Justamente eso –respondió Ponizok –solo hay silencio, cuando tendríamos que estar oyendo el sonido de los arcos o de animales huyendo. Deberíamos ir a ver qué sucedió.

      —Yo voy contigo, –dijo la joven a Poni –no quiero alejarme de ti, ni por un segundo. –El crujir de una rama la alertó –¿Qué fue eso? –preguntó tomando la mano de Ponizok con fuerza.

      —¿Quién está ahí? –preguntó Ponizok con su mano en la empuñadura.

      —Nadie importante, señor –dijo saliendo de la oscuridad un hombre vestido con un traje con hojas y ramas pegadas en él. –Lo único que quiero es saber si me podrían ofrecer unas monedas.

      —¿Por qué deberíamos dártelas? –Nimbar se acercó al hombre para verle mejor el rostro –¿Eres un mendigo, o solamente estás ebrio?

      —Yo solamente quería saber si eran caritativos, pero, por lo visto, lo tendremos que tomar por la fuerza. –levantó su mano derecha, como dando una orden. Del bosque salió una ráfaga de flechas y virotes, los cuales asesinaron a la mayoría de los guardias. A Ponizok, Nimbar, Kira y los demás fallstorianos, los hirieron solamente.

      Poni acostado sobre el suelo, trató de extraer el virote que le había dado en su hombro. Por gracia de los dioses, a Kira solo le rozó el brazo como también le pasó a Nimbar. Los hombres, ocultos en el bosque, salieron y tomaron lo que podían de los muertos. Cuando estos vieron que los tres seguían vivos, les colocaron bolsas en la cabeza y los llevaron esposados.

      No podían ver nada, pero si oler y escuchar lo que pasaba. Ponizok trataba de descubrir hacia dónde se dirigían, para poder encontrar el camino de regreso a su hogar. Sintió el agua que se le metía en las botas por lo que entendió que había cruzado uno de los ríos de Alarbón. En un momento del recorrido los hicieron agachar para pasar por un sector que tenía poca altura y en el cual sintieron frío. –Estoy en una cueva o en un hoyo –pensó primero.

      Les quitaron sus armas, armaduras y las bolsas que los cubrían. Estaban en un lugar oscuro, iluminado por unas velas y una fogata en el medio. Tenía a sus atacantes tomándolos por los brazos y a varios de ellos apuntándoles con ballestas desde distintas partes del recinto. Frente a ellos, sentado en un gran asiento de madera, los miraba un hombre de mediana edad que vestía camisa y pantalón marrones, bastante sucios ambos, que no habían sido lavados en años. Ordenó con un gesto a sus hombres que los hicieran arrodillarse.

      —Veo que la cacería fue bastante buena –dijo el hombre acercándose a Ponizok. Este tomó al príncipe por su camisola gris y lo analizó –que tenemos aquí. Algodón con bordados en plata. Debes ser de noble cuna, ¿no es así? –Poni no le respondió. El bandido abofeteó con fuerza el rostro del príncipe, a quien le sangró la nariz por el golpe. –Ahora respóndeme, ¿quién eres? y ¿de dónde vienes? –como el joven no le respondió, le dio un manotón en la otra mejilla.


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