El ministerio médico. Elena G. de White

El ministerio médico - Elena G. de White


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declaró que vino a rescatar la vida de los hombres. Los seguidores de Cristo han de hacer esta obra, y deben hacerla con los medios más sencillos. Se debe enseñar a las familias cómo cuidar de los enfermos. La esperanza del evangelio debe revivir en el corazón de hombres y mujeres. Debemos buscar atraerlos al gran Sanador. Que los médicos obren inteligentemente en el desempeño del ministerio de curación, no con drogas, sino siguiendo métodos racionales. Entonces, por medio de la oración de fe, que se cimienten en el poder de Dios para detener el progreso de la enfermedad. Esto inspirará en los dolientes fe en Cristo y en el poder de la oración, y les dará confianza en nuestros métodos sencillos de tratar la enfermedad. Tal obra será un medio de dirigir las mentes a la verdad, y será sumamente eficaz en la obra del ministerio evangélico.–Carta 126, 1909.

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       Para estudio adicional

       Los métodos de servicio de Cristo: CSS 27, 30, 31-34; 313-315; 497-499; 527-530; MC 11-32, 49-63, 102.

       Cristo nuestro ejemplo en la sencillez: CSS 316, 317.

       Objetivos y blanco de los sanatorios: CSS 200-251 [JT 2:465-476]; CSS 268-270 [TI 7:95-97]; TI 8:192-203.

       Los sanatorios y la obra evangélica: CSS 209-211.

       El peligro más grande en la obra de los sanatorios: TI 1:487, 488.

       Responsabilidad por el cuerpo y el alma

      Cada médico, ya sea que lo reconozca o no, es responsable tanto por el alma como por el cuerpo de sus pacientes. El Señor espera de nosotros mucho más de lo que nosotros solemos esperar de él. Cada médico debiera ser un médico misionero evangélico, dedicado e inteligente, tan familiarizado con el remedio del Cielo para el alma enferma de pecado como con la ciencia de sanar la enfermedad del cuerpo.

      Al ponerse diariamente en contacto con la enfermedad y la muerte, debiera tener la mente llena con el conocimiento de las Escrituras, para poder extraer de esta mina expresiones de consuelo y esperanza y depositarlas como buena semilla en los corazones preparados para recibirla. Debiera animar a quienes están por morir a confiar en Cristo como el Salvador que perdona los pecados, y prepararlos para encontrarse con su Redentor en paz.

      Los médicos necesitan una doble porción de religión. Entre las personas de cualquier profesión, ellos son los que requieren mayor claridad mental, pureza de espíritu y una fe que obre por amor y purifique el alma, para causar una impresión adecuada en todas las personas con quienes se relacionan en el ejercicio de su profesión. El médico no sólo debiera proporcionar tanto alivio físico como le sea posible a los enfermos desahuciados que pronto yacerán en el sepulcro; además, debiera aliviar su alma agobiada. Presente ante ellos al Salvador resucitado. Exponga a su contemplación al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo... [Juan 1:29].

      Los que comprenden la ciencia del cristianismo disfrutan de una experiencia religiosa personal. El que actúa como guardián de la salud corporal debiera poseer tacto para trabajar por la salvación del alma. Hasta que el Salvador llegue a ser realmente el Salvador del alma del médico, este no sabrá cómo responder a esta pregunta: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” [Hech. 16:30]...

       Un error lamentable

      ¡Qué oportunidad notable tiene el médico consagrado para manifestar un interés semejante al de Cristo por los pacientes que están bajo su cuidado! Suyo es el privilegio de hablarles en forma animosa, y también inclinarse junto a su lecho para ofrecer una breve oración. Permanecer junto al lecho del enfermo sin tener nada que decir es un error lamentable. Que el médico convierta su mente en una fuente de pensamientos renovadores, que aprenda a repetir las expresiones reconfortantes que Cristo pronunció durante su ministerio terrenal, cuando enseñaba sus lecciones y sanaba a los enfermos. Que hable palabras de esperanza y confianza en Dios. Surgirá un interés genuino. Las preciosas palabras de las Escrituras que el Espíritu Santo fije en la memoria [Juan 14:26] ganarán corazones para Jesús, su Salvador.–Carta 20, 1902.

       Fidelidad y perseverancia

      Los médicos deben manifestar los atributos de Cristo y perseverar firmemente en la obra que Dios les ha encomendado. A los que llevan a cabo esta labor con fidelidad, los ángeles reciben el encargo de proporcionarles una perspectiva más amplia del carácter y la obra de Cristo, y de su poder, gracia y amor. De este modo, se convierten en participantes de su imagen, y cada día crecen hasta alcanzar la estatura plena de hombres y mujeres en Cristo [Efe. 4:13]. Los hijos de Dios tienen el privilegio de poseer una comprensión de la verdad que crece constantemente, para poder introducir amor a Dios y al cielo en la obra, y suscitar en los demás expresiones de alabanza y agradecimiento a Dios por la riqueza de su gracia...

      Los médicos deben permanecer firmes bajo el estandarte del mensaje del tercer ángel [Apoc. 14:9-12], peleando la buena batalla de la fe con perseverancia y éxito, sin confiar en su propia sabiduría, sino en la sabiduría de Dios; vistiéndose con la armadura celestial, con la Armadura armería de la Palabra de Dios, sin olvidar jamás que tienen un Líder que nunca fue vencido ni puede ser vencido por el mal.–Manuscrito 24, 1900.

       Cuando se desacredita la obra del Señor

      El médico nunca debe hacer su trabajo de un modo vulgar, descuidado ni chapucero; debe preocuparse constantemente de aumentar su refinamiento. Ha de ser, en todo el sentido de la palabra, alguien que ministra; un servidor a quien el Señor ausente ha confiado el cuidado de sus semejantes. La manera de trabajar laxa y descuidada con que algunos médicos actúan desacredita la obra que debiera mantenerse sobre una elevada plataforma ante el mundo. Cuando un médico realiza una obra ineficiente, perjudica a sus compañeros de trabajo.–Manuscrito 105, 1902.

       Prestar atención a la edificación del carácter

      Nuestros médicos necesitan prestar cuidadosa atención a la edificación de su carácter. Se ha producido en muchos de ellos un deterioro gradual de la piedad, del dominio de sí mismo, de la pureza, de la santidad y de la vigilancia. Es preciso que se produzca un cambio total de mente y espíritu antes que puedan decir que son obreros aceptables...

      Únicamente quien diariamente y a toda hora vive una vida cristiana, puede desempeñar bien los deberes propios del médico. Que nuestros médicos procuren comprender cuáles son las solemnes responsabilidades de su profesión, que entiendan todo lo que incluye el trato con los que tienen el cuerpo y la mente enfermos. La vida del paciente suele estar en las manos del médico. Un solo movimiento desatinado de un instrumento quirúrgico en una operación puede causar la muerte del paciente. ¡Qué solemne pensamiento!

      ¡Cuán importante es que el médico se encuentre en todo momento bajo el control del Médico divino! Por eso el que procura prolongar la vida del paciente debe contemplarlo y dejar que dirija todos sus movimientos. Si el médico sabe que está a su lado aquel que es vida en sí mismo, uno que puede realizar lo que el ser humano es incapaz de lograr, ¡cuánta confianza le inspirará este conocimiento! Y cuán grande bendición puede ser el médico en el cuarto de un enfermo si ha aprendido a confiar constantemente en aquel a quien pertenecen las almas de las personas a quienes ministra [Heb. 7:25]. El Salvador le dará tacto y habilidad para tratar con los casos difíciles.–Carta 61, 1904.

       La influencia del médico

      Los médicos que cultivan un sentido de la presencia de Dios impresionarán a los pacientes con la influencia de la verdad.


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