El ministerio médico. Elena G. de White

El ministerio médico - Elena G. de White


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por vivir la vida de Cristo deben llamar las cosas por su verdadero nombre y levantarse en defensa de la verdad como es en Jesús.

       Tiempo para avanzar

      A toda alma cuya vida esté escondida con Cristo en Dios le corresponde pasar al frente ahora. Algo debe hacerse. Necesitamos contender más ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos [Jud. 3]. El espíritu con el cual se defiende la verdad para que el reino de Dios avance debe ser como sería si Cristo estuviera personalmente en esta tierra. Si él estuviera aquí, hablaría para dar una solemne reprensión a muchos que dicen ser médicos misioneros, pero que han escogido no seguir el mandato que él les ha dado: que aprendan de él su humildad y mansedumbre de corazón. Se ha exaltado el yo en la vida de algunos de los que ocupan las posiciones más altas. Hasta que los tales desechen todo deseo de exaltarse, no pueden discernir claramente el carácter y la gloria del gran Médico misionero...

      Debemos unirnos ahora, y por medio de la verdadera obra médico misionera preparar el camino para la venida de nuestro Rey. Incrementemos el conocimiento de la verdad y rindamos toda excelencia y gloria debida a aquel que es uno con el Padre. Busquemos más fervientemente la unción celestial, el Espíritu Santo.–Manuscrito 83, 1903.

       Propósito de la humildad de Cristo

      Hay demasiado del yo y muy poco de Jesús en el ministerio de todas las denominaciones. El Señor utiliza a hombres humildes para proclamar sus mensajes. Si Cristo hubiera venido en la majestad de un rey, con la pompa que acompaña a los grandes hombres de la tierra, muchos lo habrían aceptado; pero Jesús de Nazaret no deslumbró los sentidos de la gente con una exhibición de gloria externa, ni la convirtió en la razón fundamental para ser reverenciado por ellos. Vino como un humilde hombre [Fil. 2:7] para ser Maestro y Ejemplo, como también el Redentor de la humanidad. Si él hubiera dado lugar a la pompa, si hubiera venido acompañado del séquito de insignes hombres de la tierra, ¿cómo habría podido enseñar la humildad? ¿Cómo habría podido presentar verdades ardientes como las de su Sermón del Monte? El ejemplo que nos dio era el que anhelaba que imitaran sus seguidores. ¿Qué hubiera sido de la esperanza de los de vida humilde si él hubiera venido con altivez y vivido como un monarca sobre la tierra? Jesús conocía las necesidades del mundo mejor que ellos mismos. No vino como ángel, vestido con la armadura celeste, sino como hombre. Sin embargo, en combinación con su humildad había un poder y una grandeza inherentes que los hombres admiraban a la vez que lo amaban. Aunque poseía tanto atractivo a la vez que una apariencia tan modesta, caminaba entre los hombres con la dignidad y autoridad de un rey nacido del cielo.–TI 5:233, 234.

       Los discípulos de Cristo deben representar su carácter

      El Salvador vivió en esta tierra una vida que el amor por Dios de cada verdadero creyente en Cristo lo constreñirá a vivir. Siguiendo su ejemplo en nuestra obra médico misionera, debemos revelar al mundo que nuestras credenciales son de lo alto, que como representantes del reino de los cielos estamos cumpliendo las palabras de la oración del Señor: “Venga tu reino” [Mat. 6:10]. Unidos con Cristo en Dios, revelaremos al mundo que así como Dios escogió a su Hijo para ser su representante sobre la tierra, del mismo modo Cristo nos ha escogido para representar su carácter. Todo el que tiene una fe genuina en Cristo Jesús lo representará en carácter...

       Hacia las alturas de la fe

      Nuestros obreros médicos misioneros deben elevarse a alturas que puedan ser alcanzadas sólo por una fe viviente y activa. En este tiempo de nuestra historia, los hombres que están a la cabeza de la obra no deben permitir que prevalezca una confusión sentimental con relación a lo que en realidad se debe esperar de los misioneros médicos que son enviados por Dios. Debe haber una comprensión más definida y clara de lo que abarca la obra médico misionera. Se la debe definir como situada en un plano sumamente más elevado, y como fuente de resultados de un orden mucho más santificado, antes que Dios pueda aceptarla como genuina. Los que desean honrar a Dios no mezclarán los planes de política mundana con los planes del Señor para tratar de lograr los resultados que Dios ordena que esta obra alcance...

      Nuestra obra está definida con claridad. Como el Padre envió a su Hijo unigénito a nuestro mundo, de esta forma Cristo nos envía [Juan 17:18], sus discípulos, como sus obreros médicos misioneros. Debemos cumplir la voluntad de Dios al cumplir esta misión exaltada y santa. Ni la mente ni el juicio de un hombre deben ser nuestro criterio en cuanto a qué constituye la verdadera obra médico misionera...

      La verdadera obra médico misionera es de origen celestial. No se originó en ningún ser humano. Pero en conexión con ella vemos tanto que deshonra a Dios, que se me ha instruido a decir: La obra médico misionera es de origen divino y tiene una gloriosa misión que cumplir. Debe estar en conformidad con la obra de Cristo en todo su alcance. Los que obran en unanimidad con Dios representarán el carácter de Cristo en forma tan segura como Cristo representó el carácter de su Padre mientras estuvo en este mundo.

       Limpios de mundanalidad

      Se me ordena decir que Dios tendrá una obra médico misionera limpia de la impureza de la mundanalidad y elevada para permanecer en su verdadera posición ante el mundo. La influencia de esta obra se destruye cuando se mezclan con ella ardides que ponen en peligro las almas. Por eso, al llevarse a cabo la obra médico misionera, se han suscitado muchas perplejidades que demandan nuestra consideración cuidadosa...

      Nada será de más ayuda para nosotros en esta etapa de nuestra obra que comprender y cumplir la misión del más grande Médico misionero que alguna vez pisara la tierra; nada nos ayudará más a comprender cuán sagrada es esta clase de labor y cuán perfectamente corresponde con el trabajo de la vida del gran Misionero. El blanco de nuestra misión es el objeto mismo de la misión de Cristo. ¿Por qué envió Dios a su Hijo a este mundo caído? Para dar a conocer y demostrar a la raza humana su amor por ellos. Cristo vino como Redentor. Durante todo su ministerio debía mantener en forma exaltada su misión para salvar a los pecadores...

      El propósito de Dios al delegar a los hombres y mujeres la misión que encomendó a Cristo es liberar a sus seguidores de toda política mundana y darles una obra idéntica a la obra que Cristo hizo.–Manuscrito 130, 1902.

       La fuente del éxito

      El Señor nos ha instruido respecto a que todos nuestros sanatorios deben ser dirigidos, no como si el éxito de la obra hecha se debiera a la habilidad o al conocimiento de los médicos, sino al poder divino unido al médico. El Gran Sanador debe ser magnificado. Debe demostrarse que el favor de Dios está en la institución debido a que allí se respetan los principios de la reforma a favor de la salud y se reconoce a Cristo como el Médico Jefe. En el pasado nuestros sanatorios han sido un medio de bendecir y de mejorar a la humanidad, y continuarán siéndolo si se manejan en la forma debida. Si la verdad se representa de un modo correcto, los que patrocinan nuestros sanatorios sabrán mucho de sus principios, y muchos se convertirán. Estas instituciones me han sido presentadas como haces de luz que muestran la verdad como es en Jesús. El Señor Jesús es el gran Ministro de la curación y su presencia en nuestras instituciones ha tenido sabor de vida para vida. Cristo vino al mundo como el gran Médico de la raza humana. Nuestros sanatorios, doquiera estén establecidos, deben ser fuerzas educadoras. El Señor se complacería de ver que ustedes y sus colaboradores organizan su obra para que lleve a cabo un trabajo más especial en las líneas religiosas.

      Ha sido maravilloso el resultado del plan de Dios en el establecimiento de tantas instituciones de salud. La intemperancia de toda clase está tomando al mundo cautivo, y los que son verdaderos educadores en este tiempo, los que instruyen con abnegación y sacrificio propio, tendrán su recompensa. Ahora es nuestro tiempo, ahora es nuestra oportunidad para hacer una obra bendecida.–Carta 50, 1909.

       Tipos del poder salvador de Dios

      En


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