El ministerio de las publicaciones. Elena G. de White
lo había relacionado con su obra en la editorial. Pero en esta institución algunos conocen tan poco la mente y la voluntad de Dios, que negaron importancia a la gran obra de la conversión de Marcus del judaísmo al cristianismo. No apreciaron su valor. Con frecuencia era afligido por el comportamiento de F y otros obreros; y cuando trataba de reconvenirlos, sus palabras eran recibidas con desprecio por tratar de instruirlos. Algunos de reían y divertían porque no hablaba correctamente el idioma.
Marcus sentía profundamente la situación de F, pero no veía cómo podía ayudarle. Él nunca habría salido de la casa editora si esos jóvenes hubieran sido fieles a su profesión de la verdad. Si su fe cristiana naufraga, su sangre ciertamente se encontrará en las vestiduras de esos jóvenes que profesan a Cristo, pero que por sus palabras y comportamiento, manifiestan claramente que no son de Cristo, sino del mundo. Esta deplorable condición de descuido, indiferencia e infidelidad debe cesar; en la casa editora debe efectuarse un cambio completo y permanente, porque en caso contrario, los que han recibido tanta luz y tan grandes privilegios tendrán que ser despedidos para que otros ocupen sus lugares, aunque sean incrédulos... No basta profesar la verdad. Debe realizarse una obra en el alma y ésta debe manifestarse en la vida (T 3:192, 193).
Preocupación por el bienestar espiritual de otros.–Hay cargos en los que alguien puede ganar mejor sueldo que en la casa editora, pero nunca podrán encontrar una posición más importante, más honrosa o más exaltada que la obra de Dios en la editorial. Los que trabajan fielmente y sin egoísmo serán recompensados. Para ellos hay preparada una corona de gloria, y en comparación con ella, todos los honores y placeres terrenales son como el fino polvo que cubre el platillo de la balanza. Serán bendecidos especialmente los que han sido fieles a Dios al preocuparse del bienestar espiritual de otros en la editorial...
Cada persona es de valor infinito y exige la atención más esmerada. Cada hombre temeroso de Dios en la casa editora debiera dejar de lado las cosas infantiles y vanas, y con verdadero valor moral debiera erguirse en la dignidad de su hombría y descartar las bajas manifestaciones de familiaridad, y sin embargo unirse corazón a corazón en el vínculo cristiano de interés y amor (T 3:194).
17 Por “oficinas” se quiere significar tanto las de la casa editora Review and Herald como las de la sede de la Asociación General, las cuales, en ese tiempo, estaban ubicadas en el ala oeste de la planta impresora de Battle Creek.
18 Un joven estudiante judío, empleado en las oficinas de la Review, que se desanimó como resultado de lo que vio en la vida inconsistente de algunos empleados del área de publicaciones.
Capítulo 6
Normas espirituales elevadas para los obreros de Dios
Se necesita mayor espiritualidad en los centros adventistas.–En ciertos centros adventistas existe la constante tentación de llevar a cabo la obra siguiendo métodos mundanos. Se me presentaron los peligros que nos aguardan en el futuro. He tratado de presentar esta luz mediante la pluma y la voz. Que la obra se haga avanzar en forma inteligente por medio de hombres y mujeres de fe sólida y estrictos principios religiosos.
Hay necesidad de mayor fe en nuestras filas. Nuestros hermanos de Wáshington y Mountain View no están en la condición espiritual que Dios requiere de ellos, y tampoco están haciendo la obra necesaria para este tiempo. Algunos comprenden hasta cierto punto los tiempos en que vivimos, pero sólo unos pocos parecen estar plenamente despiertos a la realidad. Hay una obra, además de sus negocios diarios habituales, que debiera efectuarse. No se mantiene la sencillez de la verdadera piedad. Tiene que haber una manifestación de mayor humildad (Carta 164, 1909).
Se necesitan hombres previsores y llenos del Espíritu.–Nuestra gran necesidad hoy es de hombres que estén bautizados por el Espíritu Santo de Dios, de hombres que anden con Dios como lo hizo Enoc. No queremos hombres de pensamiento tan estrecho que limiten la obra en vez de expandirla, o que sigan el lema de que “la religión es religión; el negocio es negocio”. Necesitamos hombres previsores que puedan evaluar una situación razonando de causa a efecto (TI 5:524).
Hombres que piensan y oran.–Los que llevan responsabilidades deben ser hombres preparados para la obra, a quienes Dios pueda instruir y a quienes él pueda honrar con sabiduría y entendimiento, como a Daniel. Han de ser pensadores, hombres que lleven la estampa de Dios y que crezcan constantemente en santidad, en dignidad moral y en la comprensión de su trabajo. Han de ser hombres de oración, hombres que suban al monte y contemplen la gloria de Dios y el esplendor de los seres celestiales, a quienes Dios haya ungido para que asuman el cargo de su obra. Entonces, como Moisés, seguirán el modelo que les fue dado sobre el monte; y estarán despiertos para obtener y vincular con la obra el mejor talento que se pueda conseguir. Si es que son hombres que crecen y poseen una inteligencia santificada; si escuchan la voz de Dios y procuran aprovechar todo rayo de luz que procede del cielo, entonces, cual el sol, seguirán un camino recto, y crecerán en sabiduría y en el favor de Dios.
El departamento de Publicaciones es un sector importante de la obra de Dios, y todos los que están relacionados con él deben sentir que ha sido establecido por Dios y que el cielo entero está interesado en él. Especialmente aquellos que tienen voz en la administración de la obra deben tener una mente amplia y un criterio santificado. No deben malgastar el dinero de su Señor por falta de juicio o tacto en los negocios; ni tampoco deben cometer el error de limitar la obra mediante la adopción de planes estrechos o por encomendarla en manos de hombres de habilidad limitada.
Repetidas veces se me ha manifestado que todas nuestras instituciones deben ser administradas por hombres de carácter espiritual, y que no inmiscuyan sus propias ideas y planes defectuosos