Historia de lo trans. Susan Stryker
surgiría en el siglo sucesivo. A comienzos de la década de 1850, ciertas ciudades de los EE.UU. comenzaron a aprobar ordenanzas municipales que ilegalizaban la presentación en público «con una vestimenta que no perteneciese al propio sexo». Existe incluso una historia más antigua de regulación pública de la vestimenta que se remonta al periodo colonial, con normas que prohibían disfrazarse en público o llevar ropas asociadas a un rango social o profesión particular distinta a la propia, y que criminalizaban a las personas blancas que se vestían como indios (como era habitual, por ejemplo, durante las protestas populistas del Boston Tea Party) o a las personas negras que representaban a personas blancas, pero la ola de legislación local de los años en torno a 1850 supuso un nuevo acontecimiento específico de la presentación de género. Aunque las personas con sentimientos transgénero vivían tanto en entornos rurales como en urbanos de un extremo a otro del país –de hecho, el libro del historiado Peter Boag Re-Dressing America’s Frontier Past señala que la prensa del siglo xix y principios del xx (que puede consultarse hoy en día fácilmente online en formatos digitales de búsqueda) recoge historias sobre travestismo «ubicuas»– esta nueva legislación puede interpretarse, al menos en parte, como respuesta a la creciente urbanización de la cultura estadounidense.
LA ILEGALIZACIÓN DE LA PRÁCTICA DEL CROSS-DRESSING
Entre las muchas leyes contra el travestismo aprobadas a mediados del siglo xix, la siguiente ordenanza de la ciudad de San Francisco adoptada en 1863 dictaba:
Aquellos que aparezcan en un lugar público desnudos, endosando ropas no pertenecientes al propio sexo o vestidos de forma indecente o lasciva, o bien que se expongan en público de forma indecente, sean responsables de cualquier acto o comportamiento lascivo o indecente o lleven a escena una obra teatral –u otra representación– indecente, inmoral o lasciva incurrirán en delito menor y, de ser hallados culpables, estarán obligados al pago de una multa que en ningún caso superará los quinientos dólares.
Leyes municipales que prohibían vestir con ropa del sexo opuesto
Siglo xix | |||
Lugar | Año | Lugar | Año |
Columbus, Ohio | 1848 | Dallas, Texas | 1880 |
Chicago, Illinois | 1851 | Nashville, Tennesee | 1881 |
Wilmington, Delaware | 1856 | San Jose, California | 1882 |
Springfield, Illinois | 1856 | Tucson, Arizona | 1883 |
Newark, New Jersey | 1858 | Columbia, Missouri | 1883 |
Charleston, South Carolina | 1858 | Peoria, Illinois | 1884 |
Kansas City, Missouri | 18601889 | Butte, Montana | 1885 |
Houston, Texas | 1861 | Denver, Colorado | 1886 |
Toledo, Ohio | 1862 | Lincoln, Nebraska | 1889 |
Memphis, Tennessee | 1863 | Santa Barbara, California | 189? |
San Francisco, California | 1863 | Omaha, Nebraska | 1890 |
St. Louis, Missouri | 1864 | Cheyenne, Wyoming | 1892 |
Minneapolis, Minnesota | 1877 | Cicero, Illinois | 1897 |
Oakland, California | 1879 | Cedar Falls, Iowa | 1899 |
Siglo xx | |
Lugar | Año |
Cedar Rapids, Iowa | 1905 |
Orlando, Florida | 1907 |
Wilmington, North Carolina | 1913 |
Charleston, West Virginia | 1913 |
Columbus, Georgia | 1914 |
Sarasota, Florida | 1919 |
Pensacola, Florida | 1920 |
Cleveland, Ohio | 1924 |
West Palm Beach, Florida | 1926 |
Detroit, Michigan | 195? |
Miami, Florida | 19521956 |
Cincinnati, Ohio | 1974 |
Compilado por Clare Sears en su tesis doctoral A Dress Not Belonging to His or Her Sex: Cross-Dressing Law in San Francisco, 1860–1900 (PhD diss., Sociology Department, University of California, Santa Cruz, 2005), basado en los datos del libro de William Eskridge, Gaylaw: Challenging the Apartheid of the Closet (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1997).
No hay mucha investigación histórica que nos ayude a explicar por qué el travestismo se convirtió en una cuestión social aparentemente tan falta de regulación en la década de 1850, pero un viejo argumento sobre el capitalismo y la identidad gay nos regala algunos paralelismos sugerentes. Según el historiador John D’Emilio, la aparición de comunidades gais y lesbianas modernas tuvo que esperar a mediados del siglo xix, con el auge de las ciudades industriales modernas y sus grandes poblaciones de clase trabajadora. No fue hasta abandonar las cerradas comunidades rurales, caracterizadas por formas íntimas e interconectadas de vigilancia familiar y religiosa, cuando los hombres tuvieron la oportunidad de formar otros tipos distintos de lazos emocionales y eróticos con otros hombres. Las ciudades –donde la economía industrial generó muchos puestos de trabajo remunerados que permitían a los hombres solteros independizarse de sus familias de origen y vivir en relativo anonimato entre miles de otras personas– proporcionaron las circunstancias sociales idóneas para la configuración de las comunidades gais.
Dado que las mujeres tenían menos posibilidades que los hombres de liberarse de las garras del matrimonio, el cuidado de los hijos, hijas, y padres y madres ancianos, no hubo una subcultura lesbiana similar en las ciudades hasta el siglo xx, cuando las mujeres pudieron mantenerse por sí solas como trabajadoras remuneradas independientes. Los años veinte fueron una década crucial para este cambio. Por primera vez, la población urbana de los EE.UU. superaba a la rural, las mujeres ostentaban un poder político sin precedentes en la historia gracias a su recién adquirido derecho al voto y las sensibilidades de la Era del Jazz acogían de buen grado ideas más dilatadas sobre la sexualidad femenina considerada socialmente aceptable. El amplio abanico de posibilidades para la mujer independiente llegó a verse como un aspecto importante de la nueva «era moderna». Caracterizaron este periodo una serie de factores confluentes tras las turbulencias de la Primera Guerra Mundial, como las nuevas tecnologías de entretenimiento (por ejemplo, imágenes en movimiento y grabaciones de sonido), los estilos modernos de arte y literatura o la iluminación eléctrica en hogares y calles que incrementaba las oportunidades para la socialización nocturna.
No debemos negar que todavía sabemos muy poco de la historia social del cross-dressing o de la expresión de los sentimientos transgénero en público en épocas anteriores. Pero aun así, las mismas circunstancias que contribuyeron al desarrollo de los entornos sociales homosexuales se habrían reproducido igualmente para aquellas personas que buscaban formas distintas de expresar su percepción de género. Las personas a las que se clasificaba como «mujeres» al nacer que lograban presentarse como hombres tenían mayores oportunidades para viajar y encontrar trabajo. Las personas a las que se clasificaba como «hombres» al nacer que se presentaban como mujeres tenían más oportunidades de vivir como mujeres en las ciudades, que eran diametralmente distintas a las comunidades en las que habían crecido. En la práctica, las distinciones entre lo que ahora llamamos «transgénero», «gay» o «lesbiana» carecían del significado que comenzaron a desarrollar en aquel momento. A lo largo de la segunda mitad del siglo xix y la primera del xx, el deseo homosexual y la variación de género solían asociarse de forma estrecha. Una forma habitual de pensar en la homosexualidad por aquella época era verla como una «inversión» de género, en la que a un hombre al que le gustaban los hombres se le suponía una actitud femenina y a una mujer que se sintiera atraída por otra se le atribuía una conducta masculina.
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