Las Ramonas. Ana Cabaleiro
para darle un breve abrazo a la camarera por la ventanilla.
—Perdona, que no estaba atenta, Rosaura. ¿Quieres hacer un máster?
Mona maldice lo obsesionada que la ha dejado el mensaje de la abogada de su marido. Ha llegado a cenar sola, en una mesa apartada de todas las demás, con el portátil encendido para fingir que trabajaba, como si estuviera enviando la selección de fotos del día. Y sí, las había enviado, pero la maldita invitación a abandonar el domicilio conyugal seguía dándole vueltas en la cabeza y un punzón de rencor cada vez más profundo se le iba clavando justo entre los omóplatos.
—Acabé Geografía en junio y quería hacer un posgrado en Movilidad. En realidad, se llama Máster Universitario en Planificación y Gestión del Desarrollo Territorial, y tiene un módulo específico en Movilidad y Transporte Sostenible. Y después podría hacer el trabajo final sobre el tren de alta velocidad en Galicia. Pero no me han dado la beca y no tengo un céntimo, por eso trabajo en el Paraíso, a ver si ahorro, y con algo de ayuda de mis abuelos, a lo mejor el curso que viene puedo empezar. Si me siguen cogiendo de temporal en las bodas, podría ir tirando.
Mona recuerda que uno de los días anteriores les contó algo de sus padres, que habían perdido la empresa, que les habían embargado las casas, un piso en Compostela y otro en Porto do Son. Sonríe con intención de animarla.
—Tienes mucho mérito, Rosaura. ¿Y eso de la Movilidad de qué va?
Van bajando por la calle Castrón Douro, con el Audi deslizándose muy despacio por esa estela de losas históricamente sueltas y mal colocadas, dando suaves botes como si fueran dentro de un saltamontes cauteloso.
—Es la disciplina que estudia las infraestructuras de comunicación y los flujos del transporte, ya sabes, como las cuestiones relativas a las autopistas o al ferrocarril. En un futuro, a lo mejor incluso podría hacer la tesis sobre el tren en Galicia, con el asunto de la alta velocidad que te comentaba, y analizar si un territorio con nuestra orografía se presta o no a estandarizaciones.
Rosaura parece haberse despertado de golpe, va incluso gesticulando, totalmente entusiasmada con el tema. Mona solo oye la palabra tren. Su galerista le ha dicho que sí, que es el momento de probar con el tren. Han pasado cuatro largos años desde que vendió aquellas cuatro fotografías de gran formato, seguidas de tres series completas de reproducciones de tamaño medio, y mazos y más mazos de postales aptas para bolsillos menos afortunados. Sus Mares de miel ya no tenían más recorrido. Mares dorados bailando en cielos ambarinos. Se había presentado en el mercado internacional con una serie de fotos pintadas, una técnica que, al parecer, ya no daba más de sí. De hecho, todo estaba dado de sí en su obra. La técnica de la fotografía pintada, las cuatro típicas variaciones de un mismo paisaje en cuatro estaciones, el propio mar como objeto artístico. Pero en aquel entonces, a la galerista le había parecido bien.
En esta ocasión no llegaría a ARCO, los proyectos ya se habían enviado en junio, pero si le presentaba una propuesta «de caerse de culo», esa fue la expresión que usó, «de caerse de culo», prometía dedicarle toda la galería para el Apertura Madrid de septiembre del año siguiente.
Esta vez va de trenes, le dijo Mona. Pues procura que choquen y que se vea la onda expansiva desde África. Y se rieron.
La camarera frena en el puente del Sar y espera con paciencia a que lo cruce el coche que viene de frente, aunque no sea el que tiene la preferencia. Si condujese Mona le pitaría, seguro.
—Y el tren tradicional, el papel que tuvo cuando llegó a Galicia y lo que supuso para nuestra sociedad, para las comunidades rurales, ¿eso no te interesa?
Mona ya no puede dejar de ver en Rosaura una fuente de documentación.
—Supongo que tendré que investigar algo para hacer una introducción histórica y tal, pero, la verdad, no veo qué interés pueda tener en relación al futuro. Tenemos que asumirlo, hay estructuras ferroviarias en nuestro país que han perdido su función.
Mona sabe que eso es cierto, pero es ahí donde está el interés para ella.
—A ver, yo nací en una parroquia de Silleda. Teníamos una estación de tren en la parroquia de al lado que apenas pude usar porque había muy pocos trayectos al día. Y ahora, si mi abuela, por poner un ejemplo, quisiera ir a Madrid en el futuro AVE, tendría que desplazarse a Compostela para cogerlo.
No le convence su propio ejemplo. Antes de oírlo en voz alta, le parecía que tenía más coherencia. La camarera tuerce desde la calle Ponte do Sar a la izquierda y sube la carretera que pasa por delante del Multiusos.
—Ya sé por dónde vas, eso implica más desplazamientos por carretera. Pero seamos razonables, hay determinados servicios que no se le pueden dar a toda la población, eso sería insostenible, es necesario centralizar, priorizar los núcleos con más habitantes o mejor situados geográficamente, no queda otro remedio.
Pasan por delante de las piscinas. Atrás queda la silueta iluminada del Museo del Gaiás, emergiendo de la falda del monte como la concha deforme de un caracol gigante. Mona mira por la ventanilla hacia el camino asfaltado que lleva a O Viso. Observa la hilera de falsos plátanos a medio desplumar en el frío de la noche. Le parecen hermosos de un modo poco convencional, dignos en su soledad, estoicos. Siguen rodando hacia Área Central.
—La verdad, hablo un poco por hablar, a saber con qué me encuentro cuando me ponga a investigar. En el fondo, tengo la sensación de que el tema de las infraestructuras en Galicia es una batalla perdida, que siempre seremos periferia para todo, que iremos siempre con retraso.
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