Una cita contigo misma. Maritere Lee
¡Cómo duele!
Nunca hay un buen momento para terminar una relación. Pensar que es mejor esperar hasta tal fecha porque es preferible terminar la relación para evitarle mayor trauma es absurdo. Terminar siempre es triste, duele y no es agradable. No importa si fue una relación significativa o no. No hay forma que uno le evite esa incomodidad a la otra persona solo porque escogió una fecha específica. Por más que quieras entender qué está ocurriendo, por qué te está ocurriendo esto, no lo vas a saber. Lo siento, es que ni el mejor psicólogo, ni un brujo o un adivino te lo podrán decir en el momento. Y es que… es el tiempo el que dicta cuándo. Porque este tipo de cosas hacen sentido solo cuando se miran en retrospectiva.
Dicen que el tiempo cura las heridas. Bueno, esa es la frase que muchos utilizan a la hora de atravesar una ruptura. Sí, es cierto, el tiempo ayuda a muchos, pero hay un buen porcentaje de personas cuyos relojes pareciera que se quedaron parados. Ese es el grupo que sigue viviendo sus rupturas como si hubiesen ocurrido ayer. Entonces, si el tiempo cura a medias los corazones rotos, ¿qué se necesita para recuperarse lo mejor posible?
Querer aliviarse de manera consciente. Esto es algo que yo suelo repetir una y otra vez a mis pacientes: “Los cambios se hacen a conciencia, de lo contrario no habrá un verdadero aprendizaje e integración de lo nuevo”. Un cambio a conciencia implica que uno tiene que hacer esfuerzos para cambiar sus esquemas mentales y sus estados emocionales. Esto es totalmente distinto de no hacer nada y dejar que el tiempo corra. Y el hecho no es que duele más si te dejaron, no importa si fuiste tú quien rompió o no, el sentimiento de culpa puede perseguirte por meses o años, llevándote al sufrimiento compulsivo si no lo resuelves a conciencia y con esfuerzo.
Muchas personas tienen la idea en sus cabezas que pasar por una ruptura implica sufrir o guardar un luto, y lo que ocurre en muchas ocasiones es que no saben cuándo ponerle límite al duelo. En estos casos, lo aconsejable es resistir la compulsión de buscar regalos, fotos, canciones o lugares que te recuerden a tu ex pareja. Otros, en medio de una ruptura donde saben que no hay vuelta atrás, que no es lo que les conviene, se ciegan y se fuerzan a hacer todo lo posible para que el otro regrese. ¿Por qué lo hacen si son conscientes de que no habrá un final feliz? Principalmente por temor o por ego. Les garantizo que va a ser cuestión de tiempo para que vuelvan a separarse. Muchas parejas que terminan entran en un período de pánico y descontrol, justo en el momento en que se plantean regresar. El síndrome de abstinencia se manifiesta y les dice: “Tus sábados rutinarios de cena y película con la única persona en este planeta que te va a amar se acabaron para siempre ¡buajajajaja!”. Por otro lado, es común que al terminar algún miembro de la pareja piense: “Quiero que me busque, que me diga que me ama, que no puede vivir sin mí…” y comienza la fantasía de regresar estilo telenovela mexicana. Es tanto el drama que el ego en pánico nos monta, que muchos regresan tal cual telenovela pero sin un final feliz. El hecho es que todo fue falso, regresaron por pánico y orgullo, y sus egos lastimados jamás les permitieron verse el uno al otro (ni siquiera se han visto a sí mismos). Aspectos esenciales como aquello que hay que solucionar, y cómo solucionarlo, quedan en el olvido por la reciente nueva luna de miel hasta que reaparecen los problemas en cuestión de semanas y ¡adiós, no te soporto de nuevo!
Otros quieren volver a estar juntos por lo menos para estar cerca aun siendo amigos. Pretender ser amigos justo después de terminar es el deseo de autoengañarse. No digo que no se pueda ser amiga de un ex, pero terminar una relación y usar la frase “mantengamos contacto, seamos amigos” es una excusa para quedar en un limbo emocional ambiguo, extraño, que no permite hacer un luto saludable. Mucha gente lo utiliza para tener sexo ocasional sin compromiso, claro, “porque ahora somos amigos”.
Y como dice la escritora Camila Salgad, cuando la relación pasa de ser el campo de Afrodita al campo de Marte, y no es posible sostener la conversación más sencilla sin entrar en conflicto, puede que estés entrando en la fase final del deterioro. Muchas veces las personas se dicen a sí mismas que todavía tienen con el otro un acuerdo magnífico o una vida sexual satisfactoria, pero pueden ser racionalizaciones que evitan asumir el hecho de que ya no se puede revitalizar la relación. Es importante considerar que el sexo en sí mismo, no importa lo extraordinario ni arrollador que sea, no es suficiente para mantener una relación.14 Por eso, frente a una ruptura, hay cosas que no debemos hacer bajo ninguna circunstancia. Veamos algunas:
• Aislarte: apartarte de tu familia, de tus amigos y de nuevas posibilidades lo único que te dará será mucho tiempo de meditación. En estos momentos no necesitas eso para ti. Lo que necesitas es crear nuevos recuerdos en el presente, en lo que tienes de frente, que tus sentidos se vean expuestos a lo nuevo.
Tu frase clave será: Quiero nuevos recuerdos.
• Desatender las necesidades de tu cuerpo: ¿has escuchado sobre la dieta de la ruptura? Las personas que se separan suelen bajar mucho de peso porque se deprimen y dejan de comer; también dejan de realizar actividad física. Algunos descuidan sus hábitos higiénicos y hay un buen porcentaje que se entrega al desenfreno.
Tu frase clave será: Mi problema es emocional, no me voy a desquitar con mi cuerpo.
• Racionalizar constantemente los hechos: es normal que después de cualquier ruptura, uno caiga en la necesidad de analizar lo ocurrido una y otra vez. El problema es cuando se nos vuelve una compulsión, un ciclo vicioso de autoexigencia e hipervigilancia del pasado, que lo único que hace es llevarnos al punto número uno: la culpa.
Tu frase clave será: No me voy a sobreanalizar, ni a sentenciar.
La persona que no puede poner en práctica junto con el tiempo estos puntos desarrolla un alto apego o dependencia a su ex pareja. Este vínculo imaginario puede llevar a la persona a no avanzar. El sanar conscientemente implica decirte: “¡Basta, sé que cometí un error, sé que cometió un error, pero no pasa nada, no fue el fin de nuestras vidas, ¡todo fue para mejor!”. Sé que muchas pero muchas veces duele (¡y duele mucho!), pero si te animas a poner en práctica estos puntos, si tomas coraje y eliges resolver esa ruptura a tu favor y no en tu contra, la vida te va a sorprender positivamente.
Es importante recordar que cada uno es un individuo, una identidad separada y completamente distinta de la relación. Tú no eres la relación. La relación es un proyecto, una construcción, que lastimosamente a veces puede tumbarse, abandonarse o deshacerse. Tienes el derecho de sentirte bien, de ser libre de toda sentencia.
Madurar es saber en cuáles situaciones se gana cuando se tira la toalla.
MARITERE
¡Pasa ya de página!
Cerrar con broche de oro aquellos momentos de la vida que dejaron una huella en el alma de manera sana tiene sus secretos. Dejar ir no significa la derrota. Dejar ir es tener confianza en uno mismo y fe en el futuro. Por lo general el cierre no se logra hasta que le encontramos un sentido al porqué de las cosas. Todo pareciera tener más sentido cuando el tiempo pasa y miramos las situaciones vividas, y al otro, en retrospectiva. Solo cuando pasa un tiempo justo y prudente, cuando podemos recolectar suficiente material para atar cabos y comprender un poco mejor lo que hemos vivido, es cuando estamos listos para decir: “Ahora lo entiendo todo. Cierro mi pasado y voy por lo nuevo”. Y cuando yo puedo cerrar mi pasado, puedo comprender que mi pareja también tiene una historia propia, un pasado que compartió con otra persona, y que le pasó lo mismo que a mí. Por eso, no vale la pena hostigar, insistir, revivir