La seducción del poder. Darío López
se manifiestan de varias formas y se expresan por diversos canales. Uno de estos canales son los movimientos sociales que emergen y se articulan en torno a una agenda de interés común. Estos han sido los vehículos colectivos a través de los cuales los sectores organizados de la sociedad civil, entre ellos los evangélicos, han canalizado en los últimos años sus expectativas sociales y sus aspiraciones políticas. El otro canal, más tradicional, son los procesos electorales periódicos que han sido —históricamente— las vías formales utilizadas por los ciudadanos, evangélicos y no evangélicos, para manifestar mediante el voto su opinión política.
En el presente estudio, para examinar la conducta social y la práctica política de los evangélicos durante la década pasada, caracterizada por un paulatino desmantelamiento de la legalidad democrática, se parte de un marco interpretativo en el que se considera que la política tiene un horizonte más amplio que el de la gestión pública. Esto es así porque tanto la participación ciudadana en los asuntos públicos como el fortalecimiento de la sociedad civil son también elementos centrales para la construcción y la consolidación de la democracia. Más particularmente, para explicar la irrupción de los evangélicos en la política pública y en la sociedad civil durante la década del noventa, así como en las distintas expresiones que tuvo esa irrupción, se ubica en el marco temporal 1990–2000 en el que Alberto Fujimori fungió como Presidente de la República en períodos sucesivos.
Teniendo en cuenta ese marco temporal específico, se analiza críticamente la presencia de ciudadanos de confesión evangélica en la gestión pública, especialmente en el ámbito parlamentario. Y se analiza críticamente también la presencia de ciudadanos de confesión evangélica en los movimientos sociales y en los movimientos de acción ciudadana que se articularon o emergieron en esos años.
El análisis de la incursión de los evangélicos en la política formal y en la sociedad civil no está estructurado cronológicamente ni en orden de importancia, sino en forma temática. La información sobre estos hechos se ha obtenido mediante el análisis bibliográfico y documental, las entrevistas a personas claves, la observación directa y la participación en los eventos que se describen y examinan. Metodológicamente, se ubican los casos de estudio según los canales o los medios de presencia ciudadana utilizados por los evangélicos, ilustrando cada caso con modelos o con ejemplos paradigmáticos concretos. Esto explica por qué se hace un análisis panorámico de la gestión pública de los evangélicos y se ilustra la misma con el examen particular de la conducta política de uno de los congresistas evangélicos conocidos por haber sido uno de los más conspicuos defensores del régimen fujimorista. De las múltiples experiencias individuales y colectivas de presencia evangélica en la sociedad civil, por su relevancia para nuestro estudio, se ha escogido los casos de participación en la lucha por el retorno a la institucionalidad democrática durante los años 2000–2001, de una entidad ampliamente representativa como el Concilio Nacional Evangélico del Perú (conep) y de un colectivo que se formó en una coyuntura política específica con una agenda ciudadana concreta como el Movimiento Civil Evangélicos por la Democracia (med). Y se ha escogido también los casos de participación de mujeres evangélicas en las organizaciones populares y el de la presencia de ciudadanos evangélicos en las rondas campesinas.
Estas dos experiencias de gestión ciudadana se han escogido porque las organizaciones populares (comités de vaso de leche, comedores autogestionarios, clubes de madres) y las rondas campesinas, con sus acciones sociales y su práctica política concreta, hicieron frente a la violencia política y a la crisis económica; precisamente dos de los problemas centrales planteados en la década del noventa.
Este estudio pretende demostrar que la conducta política de los ciudadanos evangélicos que incursionaron en la vida pública, de manera improvisada y con desconocimiento de las reglas de juego político, sin programa propio y sin mayor experiencia en este campo, no fue tan distinta a la conducta individual y colectiva de los llamados políticos profesionales. De hecho, los parlamentarios evangélicos que apoyaron al gobierno de Fujimori actuaron como seres humanos de carne y hueso o como políticos «normales», cuya ética en la práctica política no fue mejor ni superior a la de la mayoría de los políticos no evangélicos. Igualmente pretende demostrar que en coyunturas de crisis social y política, iluminados por la fe bíblica, ciudadanos de confesión evangélica insertados en los sectores organizados de la sociedad civil, actúan proféticamente coadyuvando así a la reconstrucción, el fortalecimiento y la consolidación de la democracia. Ésa es la razón por la cual se examinan las motivaciones de los evangélicos que estuvieron inmersos en diferentes instancias de acción política y compromiso social a la luz del marco temporal en el que emergieron en el escenario público.
Un examen crítico de estas experiencias permitirá conocer hasta qué punto los miembros de las comunidades evangélicas que incursionaron en los distintos espacios de gestión política o de participación ciudadana, coadyuvaron al fortalecimiento y a la consolidación de la institucionalidad democrática, o si más bien, cooperaron con el desmantelamiento de la misma.
Villa María del Triunfo, junio de 2004
Darío López Rodríguez
Capítulo 1
Antecedentes históricos
Existen varios puntos de vista con respecto a los antecedentes de participación política de los evangélicos. Unos ven ciertos indicios casi desde el comienzo de la República, tomando como antecedente histórico la experiencia del evangélico de origen escocés Diego Thomson, promotor del sistema lancasteriano, mediante el cual se intentó implementar una red de escuelas populares durante el gobierno del general José de San Martín en 1822 (Arroyo y Paredes 1992:15). Pero este punto de vista tiene como inconveniente el hecho de que la primera iglesia evangélica se fundó apenas en 1889. Por ello, antes de esa fecha, no se puede afirmar categóricamente que hubo presencia orgánica de los evangélicos en la arena política. Otros han señalado que la participación de los evangélicos en las jornadas de lucha para conseguir la Ley de Libertad de Cultos en 1915 debe considerarse como un antecedente histórico (Gutiérrez 2000:41–47). Y estudios recientes señalan que en las primeras décadas del siglo xx hubo evangélicos que participaron en los movimientos sociales reivindicativos (Inocencio 1998:175–178; Fonseca 2002:185–274). Sin embargo, teniendo en cuenta que la comunidad evangélica comenzó a consolidarse sólo a mediados de la década del cincuenta, parece más acertada la opinión de otros autores que ven en esa década, cuando ya existía una comunidad evangélica suficientemente establecida y había niveles de organicidad desarrollados, un período en el que se comenzó a notar un creciente interés de evangélicos vinculados a partidos de masas como La Alianza Popular Revolucionaria Americana (apra) por incursionar en la vida política1.
En ese sentido, la gestión pública de José Ferreira en las décadas del cincuenta y del sesenta, como integrante de la célula parlamentaria del apra, sí puede considerarse como un antecedente y como una experiencia pionera en este campo por parte de un ciudadano de confesión evangélica. José Ferreira García fue miembro del Congreso de la República en tres oportunidades. Primero como diputado (1958–1962) y, posteriormente, como senador (1963–1968 y 1985–1990). Lo mismo se puede decir, respecto a la presencia del pastor presbiteriano Pedro Arana Quiroz en la Asamblea Constituyente de 1978–1979, como uno de los representantes del apra.
A fines de 1979, cuando el gobierno militar de Morales Bermúdez (1975–1980) convocó a elecciones generales para 1980, un grupo de pastores y líderes formó el Frente Evangélico (fe) con el objetivo de participar en ese proceso electoral. Sin embargo, debido a las tensiones teológicas y políticas que se generaron en el liderazgo de las iglesias evangélicas, el Frente Evangélico no pudo presentar candidatos. En su Comité Nacional de Coordinación había pastores y líderes bastante conocidos en el mundo evangélico como Samuel Escobar y Carlos García (Convención Bautista), Víctor Arroyo y Nicanor Arévalo (Iglesia Evangélica Peruana), Abner Pinedo (Asambleas de Dios) y Bolívar Perales (Iglesia del Nazareno). Una década después, dos de ellos, Arroyo (elegido senador) y García (elegido segundo vicepresidente), tendrían una presencia política visible en el único período democrático que tuvo el gobierno de Fujimori