La seducción del poder. Darío López

La seducción del poder - Darío López


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de ese año4.

      Más específicamente, si se analizan con cuidado los datos teniendo en cuenta el porcentaje estimado de evangélicos que formaban parte de la población electoral en 1990 (500,000 de una población electoral de 10´012,325) y la cantidad de votos obtenidos por los candidatos evangélicos en la lista de Cambio 90 (casi 100,000 votos preferenciales para los senadores y los diputados electos), se puede advertir que no existen suficientes evidencias razonables para argumentar que el voto de los evangélicos fue «masivo», «decisivo» o «determinante», para la elección de Fujimori como Presidente5. Mucho más probable parece ser la siguiente opinión según la cual:

      La presencia de evangélicos en el movimiento Cambio 90 del desconocido candidato Alberto Fujimori provocó una reacción cuando Fujimori terminó en un sorpresivo segundo lugar en las elecciones. Tanto el Frente Democrático, de Mario Vargas Llosa, como la Iglesia Católica, impulsaron una campaña antievangélica antes de la segunda vuelta electoral, generando la creencia de que los evangélicos fueron claves en la elección de Fujimori (Noticias Aliadas 2000:10. Resaltado nuestro).

      Más allá de esta diversidad de opiniones y del análisis de los datos estadísticos, según los resultados de las elecciones de 1990, cuatro evangélicos fueron elegidos senadores y catorce diputados6. Entre éstos se encontraban Gilberto Siura y Gamaliel Barreto, que en posteriores procesos electorales (1992 y 1995) serían reelegidos como parte de la bancada oficialista que apoyó a Fujimori a lo largo de la década del noventa. Los cuatro senadores y los catorce diputados elegidos en 1990 formaron parte de la bancada parlamentaria de Cambio 90, el movimiento independiente que llevó a Fujimori a la Presidencia de la República7. En ese proceso electoral, fue elegido también segundo vicepresidente el pastor bautista Carlos García, compañero de fórmula de Fujimori en la lista de Cambio 90. Además, el economista Milton Guerrero, miembro de la Iglesia Presbiteriana, fue elegido diputado en la bancada del apra. Y el pastor presbiteriano Pedro Arana —miembro de la Asamblea Constituyente 1978–1979— que postuló en la lista del apra, como candidato a senador, no logró los votos necesarios para ser elegido. Pero el hecho de que dieciocho evangélicos sin experiencia política previa fueran elegidos miembros del Congreso de la República en la lista de cambio 90, unido al hecho de que un pastor evangélico fuera elegido segundo vicepresidente, ya eran señales claras de una desintegración de la vida pública y de la crisis del sistema de partidos. Dentro de ese contexto, pastores y líderes conocidos por su oposición a la participación de los creyentes evangélicos en la gestión pública, siguiendo los vicios del clientelismo tradicional, buscaron sacar ventaja política haciéndose «asesores honorarios» de los parlamentarios evangélicos de Cambio 90.

      Este cargo honorario les otorgaba a ellos cierto prestigio al interior del mundo evangélico, convirtiéndolos en una suerte de mediadores entre los parlamentarios y las iglesias evangélicas para la obtención de ciertos beneficios en las dependencias públicas (tramitación de documentos, exoneraciones de impuestos, permisos para reuniones masivas, entre otros); una práctica que fue recurrente a lo largo del fujimorismo (1992–2000).

      Dos años después de su emergencia en el escenario público, cuando comenzó una nueva gestión luego del autogolpe de 1992, durante las elecciones de noviembre de ese año que fujimori convocó debido a la presión pública internacional, cinco evangélicos fueron elegidos entre los miembros del Congreso Constituyente Democrático (ccd). Todos ellos formaron parte del grupo parlamentario fujimorista8. Los congresistas evangélicos fueron Gilberto Siura y Gamaliel Barreto, ambos miembros del Congreso 1990–1992, clausurado por Fujimori; el pastor Pedro Vílchez, el abogado Guillermo Ysisola (Bíblica Bautista) y el administrador Tito Chávez (Bautista Independiente). Posteriormente, ya en otra coyuntura política durante las elecciones de 1995, cinco evangélicos vinculados al fujimorismo fueron elegidos congresistas. De ellos, tres lograron su reelección (Siura, Vílchez y Barreto) y los otros dos fueron elegidos por primera vez (el ingeniero Alejandro Abanto miembro de las Asambleas de Dios y el ingeniero Miguel Quicaña miembro de la Iglesia Presbiteriana). Finalmente, durante el irregular y fraudulento proceso electoral de abril del 2000, únicamente Pedro Vílchez fue reelegido como parte del efímero Congreso de la República que duró de julio del 2000 a julio de 20019.

      Indudablemente, los datos respecto a su filiación denominacional y a su ocupación o profesión, son herramientas que ayudan a conocer ciertos aspectos de la historia de vida de los congresistas evangélicos que apoyaron a Fujimori. Sin embargo, para una evaluación más apropiada del papel ciudadano de estos congresistas, no sólo como candidatos en las contiendas electorales de 1990, 1992, 1995 y 2000, sino también como actores dentro de la cosa pública, se necesita conocer cuál fue su aporte específico a la vida política en los años de predominio del fujimorismo. Y aquí caben preguntas como: ¿Qué características tuvo la gestión pública de los congresistas evangélicos vinculados al fujimorismo? ¿Fue una gestión radicalmente distinta a la de otras personas o reprodujeron los vicios propios de la clase política tradicional? Una visión panorámica de la experiencia de los evangélicos vinculados al fujimorismo, especialmente luego del autogolpe de 1992, da cuenta de que su inserción en la vida pública fue coyuntural y que fueron unos políticos novatos, improvisados y decorativos. Esto explica por qué los congresistas evangélicos fujimoristas fueron mayormente —excepto personajes como Gilberto Siura que rápidamente aprendió los vicios propios de la vieja clase política— una suerte de «tontos útiles» para un régimen que torpedeó todos los espacios democráticos y que ha sido calificado como el más corrupto de la historia política peruana.

      El análisis de su paso por el Congreso de la República deja constancia de que en la gestión de estos congresistas fujimoristas no hubo una coherencia entre la fe bíblica y evangélica que confesaban y la ética que practicaron en la vida pública. Pero ellos tuvieron una visión distinta de su «llamado» y una percepción peculiar de su gestión pública. Gilberto Siura, uno de los más conspicuos defensores del régimen fujimorista, estaba convencido de que su presencia en el Congreso de la República no era casual y sostenía que sus actos públicos no se contradecían para nada con su filiación religiosa (Chávez 1997:10). Más aún, este controvertido personaje estaba convencido de que todas las cosas las hacía por la voluntad de Dios (Chávez 1997:10).

      ¿Cómo fue entonces la gestión pública de los evangélicos fujimoristas? ¿Cómo fueron vistos por la opinión pública y por los propios evangélicos? Dentro de las iglesias evangélicas, antes que una percepción política homogénea o uniforme, existe una pluralidad en ese terreno. En tal sentido, como ciudadanos inmersos en coyunturas históricas particulares, los evangélicos tienen diversas opiniones políticas y distintas opciones partidarias. En el «Perú de Fujimori», como ocurrió con buena parte de los electores no evangélicos, hubo un alto porcentaje de lideres evangélicos que hasta mediados de 1999 apoyaron al régimen y a los parlamentarios evangélicos fujimoristas. Y hubo también evangélicos —una minoría que se fue incrementando en la medida que el carácter autoritario del régimen se hizo más visible— que apoyaron a los partidos de oposición y manifestaron públicamente su rechazo a las acciones antidemocráticas del régimen y a las leyes inconstitucionales dadas por Fujimori.

      Los evangélicos no tuvieron, una misma opinión respecto a la ruptura del orden democrático el 5 de abril de 1992 (autogolpe de Estado). Lo mismo se puede decir con respecto a la Ley de Amnistía dada por el gobierno de Fujimori en 1995 para indultar a los militares culpables de violación de Derechos Humanos y con respecto a la inconstitucional tercera reelección de Fujimori en abril del 2000. Así que en los años de predominio del fujimorismo (1992–2000) no hubo dentro de las filas evangélicas un solo punto de vista sobre el régimen. Hubo evangélicos fujimoristas, como los parlamentarios evangélicos, que formaron parte del régimen y que lo apoyaron de una manera incondicional. Y hubo evangélicos que participaron activamente en los movimientos cívicos de oposición al régimen, como aquellos que lucharon por la recuperación de la institucionalidad democrática en el año 2000.

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