Tejiendo un nuevo rostro público. Darío López
Final la Comisión de la Verdad y Reconciliación (cvr), refiriéndose específicamente a la actuación pública de las iglesias evangélicas, durante el período de violencia política1, «La cvr ha concluido que las iglesias evangélicas cumplieron también un valioso papel de protección de los derechos humanos, principalmente a partir de sus instancias de coordinación nacional» (cvr 2003a:379).
Los distintos trabajos incubados en los últimos años y que se han reunido en este libro intitulado Tejiendo un nuevo rostro público: Evangélicos, sociedad y política en el Perú contemporáneo, intentan dar cuenta de la realidad descrita previamente. En otras palabras, aunque escritos en diferentes momentos para públicos específicos, tiene como hilo conductor un examen de la creciente participación de la comunidad evangélica en la llamada cosa pública. Un asunto impensable en las décadas anteriores debido al “apolicitismo” que predominaba en buena parte de los pastores y líderes de esta confesión religiosa.
Los primeros siete capítulos del libro tratan el tema de la participación social y política de las iglesias evangélicas, examinando su actuación pública durante los años de violencia política y en el período de recuperación de la democracia, así como su incursión en las elecciones presidenciales y municipales del 2006. En estos capítulos, se bosquejan también las tareas pendientes que tienen los evangélicos en este campo específico de la misión integral, se discute si es o no es pertinente la formación de un partido político confesional, y se comenta con sentido evaluativo el reciente acto religioso denominado Culto de Acción de Gracias o “Te Deum” evangélico, con participación del Presidente de la República, llevado a cabo por un sector de las iglesias evangélicas.
La segunda parte del libro contiene dos capítulos en los cuales se aborda el tema de los factores que han contribuido en la participación de ciudadanos evangélicos en el quehacer político y el siguiente capítulo está dedicado al tema de la libertad e igualdad religiosa, especialmente, en su implicancia política. De este modo, se trata de colocar algunos elementos de juicio para la discusión y para el trabajo de construcción de un régimen de igualdad de oportunidades para todos.
Cabe aclarar que en ninguno de los capítulos se pretende “pontificar” sobre el tema en cuestión, es decir, sobre la actuación social y política de las iglesias evangélicas en determinada realidad histórica. En tal sentido, se debe advertir al lector que, aunque se desarrollan temas críticos vinculados a la misión integral de las iglesias evangélicas, no se trata de un libro imparcial, ya que ha sido escrito desde una perspectiva teológica y política particular que no refleja necesariamente la opinión que tienen sobre estos asuntos otros sectores que conforman la heterogénea comunidad evangélica.
Como escribió José Carlos Mariátegui, muchos años atrás, en la introducción a su libro La escena contemporánea: «No soy un espectador indiferente del drama humano. Soy, por el contrario, un hombre con una filiación y una fe» (Mariátegui 1976:xxii). Como el ilustre pensador peruano, debemos aceptar que no es posible ser espectadores indiferentes de lo que ocurre en el contexto de misión en el cual estamos situados como seres humanos de carne y hueso y, por eso mismo, lo que queda plasmado en las páginas de este libro, es un intento de dar cuenta de nuestra comprensión de la fe evangélica dentro de un marco temporal concreto. Ello puede explicar por qué, como José Carlos Mariátegui, se trata de «[...] meter toda mi sangre en mis ideas»; y por qué «[...] mis juicios se nutren de mis ideales, de mis sentimientos, de mis pasiones» (Mariátegui 1968:11–12).
Queda en el lector la tarea de valorar críticamente los distintos ensayos reunidos en este libro como insumo para la discusión de un asunto que en los últimos años ha generado tensiones internas en el liderazgo de la comunidad evangélica. Pero que ha abierto también nuevos surcos para el testimonio cristiano en un campo poco explorado todavía por la inmensa mayoría de los miembros de las iglesias evangélicas: la vida pública.
Villa María del Triunfo, octubre de 2008
Darío López Rodríguez
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1 La Comisión de la Verdad y Reconciliación (cvr) fue creada el 4 de junio del 2001, con «[...] la finalidad de esclarecer la naturaleza del proceso y de los hechos del conflicto armado interno que se vivió en el Perú, así como determinar las responsabilidades derivadas de las múltiples violaciones de los derechos fundamentales ocurridas en el período 1980–2000» (cvr 2003b:37).
Parte 1. Evangélicos, sociedad, política y democracia
Darío López2
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2 Obtuvo su PhD en el Oxford Centre for Mission Studies, Oxford (Reino Unido).Fue presidente del Concilio Nacional Evangélico del Perú (conep). Actualmente es presidente de la Liga Bíblica del Perú, profesor visitante del Church of God Theological Seminary, del Centro de Capacitación Misionera (La Paz, Bolivia), del Seminario Bíblico Gamaliel de la Iglesia de Dios, del Colegio Pentecostal (San Juan, Puerto Rico), del Seminario Sudamericano (Quito, Ecuador); es profesor de la Universidad Bíblica Latinoamericana, Recinto Lima. Pastor de la Iglesia de Dios del Perú y autor de varios libros.
Introducción
La comunidad evangélica peruana, como ocurre en otros países de América Latina, no es uniforme ni en su liturgia y organización interna, ni en su conducta social y política, sino heterogénea y bastante atomizada. Aunque tiene una plataforma de principios de fe común a todas las denominaciones o iglesias independientes que la conforman, lo que le da identidad y la diferencia de otras confesiones religiosas, no tiene un centro de peregrinación común ni un lugar central desde el cual se controle la vida y misión de todos sus ministros y miembros.
Una característica que la identifica, cualquiera sea el contexto histórico en la que se encuentre, es su pasión misionera, la cual se expresa en el acto de compartir su fe con todos los públicos humanos. Sin embargo, hasta hace poco tiempo, buena parte de sus pastores y líderes todavía tenía reparos para insertarse en los asuntos públicos por considerar que estos no formaban parte de su agenda misionera. Sólo en los últimos años, paulatinamente, un número creciente de pastores y líderes evangélicos han ido pasando de un abstencionismo político a un creciente proceso de inserción en los asuntos públicos, comprendiendo que la incidencia ciudadana no se contradice con sus postulados de fe3.
Este cambio de mentalidad se puede explicar por los cambios significativos que se han dado en la última década en el mapa social, político y religioso latinoamericano, una región en la que emergieron nuevos actores colectivos y se fueron articulando nuevas formas de participación en el escenario público, desde la experiencia particular de los sectores organizados de la sociedad civil. Este nuevo panorama explica por qué actualmente los diversos componentes de la comunidad política están reconociendo que la sociedad civil, y dentro de ella las iglesias evangélicas, tiene un papel clave en los procesos de consolidación de la democracia4; particularmente si se tiene en cuenta que en determinadas coyunturas políticas, como ocurrió en el Perú durante los años de violencia política y reconstrucción de la legalidad democrática, sectores significativos de las iglesias evangélicas tuvieron un papel destacado en la defensa de la democracia5, aunque hubo también pastores y líderes de las iglesias evangélicas que con su silencio, pasividad, indiferencia y conformismo, coadyuvaron en el desmantelamiento del régimen democrático6.
La nueva situación en la que se encuentran las iglesias evangélicas, como un sector organizado de la sociedad civil con un peso político específico y con voz propia en el escenario público, plantea serios desafíos