Tejiendo un nuevo rostro público. Darío López
autoridad del Estado y recurriendo a múltiples estrategias y mecanismos paralelos, están alterando las reglas de juego establecidas y cambiando el rostro del Perú. El desborde en marcha altera la sociedad, la cultura y la política del país creando incesante y sutilmente nuevas pautas de conducta, valores, actitudes, normas, creencias y estilos de vida, que se traducen en múltiples y varias formas de organización —social, económica y educativa— lo cual significa uno de los mayores cambios de toda nuestra historia» (Matos Mar 1988:17).
4 Aunque llama la atención que en un informe publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud), titulado La democracia en América Latina: Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos, la referencia al papel de las iglesias sea bastante pobre. En este documento en el que se considera a las iglesias como uno de los poderes fácticos, teniendo como única fuente de información la opinión de un líder de la sociedad civil no identificado, se afirma lo siguiente sobre el papel de las iglesias evangélicas: «[...] los que más avanzaron son algunos grupos pentecostales, evangélicos que hoy tienen gran influencia, porque controlan medios de comunicación [...] tienen un discurso que atrae a las personas como solución a sus problemas y que es extremadamente alienante desde el punto de vista de la conciencia democrática [...]. La gente no necesita participar para construir la democracia, tiene que ir allá a rezar y Dios sabe lo que hace. Además, esas iglesias se están transformando en un poder económico extraordinario» (pnud 2004:166). Quizás, para ciertos casos, tenga cierta dosis de verdad esta afirmación. Sin embargo, no refleja necesariamente todo lo que está pasando en América Latina con respecto al despertar de la conciencia social y política de un considerable porcentaje de las iglesias pentecostales, iglesias que en situaciones políticas límites ha puesto en tela de juicio todos los estereotipos que sobre ellas se tejieron en las últimas décadas (Ver, para más información sobre este tema, López 2000:16–29; López 2004:77–100). En tal sentido, ya no se puede afirmar, como se hizo en años anteriores, que todos los miembros de estas iglesias son partidarios de una “huelga social”, o que en estas iglesias se secuestra ideológicamente a los fieles quitándoles toda conciencia colectiva.
5 Para el contexto peruano, el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (cvr) explica claramente cuál fue el aporte específico de sectores representativos de las iglesias evangélicas y católica romana en la lucha por la defensa del régimen democrático en los años de violencia política 1980–2000 (cvr 2003c:379–477; cvr 2003a:379). Más específicamente, la tesis doctoral de Darío López, A Critical Evaluation of the Theology of Misión of the Nacional Evangelical Council of Peru (conep) from 1980 to 1992, with Special Reference to its Understanding and Practice of Human Rights, examina críticamente la contribución de las iglesias evangélicas vinculadas al Concilio Nacional Evangélico del Perú (conep), para el fortalecimiento de la legalidad democrática en un contexto de violencia subversiva y represión indiscriminada (López 1997).
6 Así, por ejemplo, durante los años de predominio del fujimorismo (1992–2000), hubo un sector de líderes y pastores de las iglesias evangélicas que apoyaron notoriamente las acciones antidemocráticas del régimen (López 2004).
7 La afirmación de que los evangélicos han sido llamados para ser “cabeza y no cola” en la gestión pública, basada en una extraña exégesis de Deuteronomio 28.13, está conectada con la teología política norteamericana conocida como reconstruccionismo, una corriente que emergió en los Estados Unidos en la década del ochenta. De acuerdo con Paul Freston el reconstruccionismo: «[...] reemplaza el pesimismo premilenialista respecto al mundo con un postmilenialismo optimista. El destino de los cristianos es gobernar las naciones mediante la mixtura de una economía neoliberal extrema y las leyes teocráticas del Antiguo Testamento» (Freston 2001:270).
8 Así, se presenta en el contexto peruano, por ejemplo, un grupo de líderes de las iglesias evangélicas y las iglesias carismáticas que en la coyuntura electoral del 2001 formaron el Movimiento de Restauración Nacional (mrn) y que actualmente se denomina Restauración Nacional (rn). Una agrupación política que se presenta a sí misma como el primer partido de “inspiración” evangélica que solicitó formalmente su inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones y que tiene como sus principales voceros a destacados personajes del ambiente carismático como el pastor Humberto Lay Sun (Mendoza 2004:11; Sánchez 2004:8). Aunque su presidente Humberto Lay Sun, aseguraba que Restauración Nacional no representaba a la iglesia evangélica, sino a un grupo de ciudadanos cristianos, en sus declaraciones públicas, hablaba en nombre de toda la comunidad evangélica (Sánchez 2004:8).
Capítulo 1
Evangélicos y violencia política 1980–1995
A diferencia de años anteriores en los que vivían casi de espaldas a lo que ocurría en el marco temporal en el que estaban situadas, actualmente, dentro del contexto peruano, las iglesias evangélicas tienen un nuevo rostro público. Pero la construcción de este no se ha debido, principalmente, al incremento del número de adherentes a estas iglesias o a las candidaturas de pastores y líderes evangélicos en los procesos electorales de las dos últimas décadas. Más bien, la construcción de ese nuevo rostro público que ha ubicado a la comunidad evangélica como un actor social y político clave de la sociedad civil organizada, está bastante ligada a la actuación pública de un sector de estas iglesias durante el período de violencia política que enlutó al país en las décadas del ochenta y noventa del siglo veinte.
¿Qué pasó en esos años trágicos para la democracia peruana y los ciudadanos “de a pie” que se encontraban entre “dos fuegos”: el de la violencia terrorista y el de la represión indiscriminada de las fuerzas del orden? ¿Cómo fue la actuación pública de los evangélicos en ese período de violencia política sin precedentes en la historia del Perú?
Entre 1980 y 1995, la violencia terrorista de Sendero Luminoso (sl), unida a la no menos violenta represión indiscriminada de las fuerzas del orden, tuvo como trágico resultado la muerte de miles de ciudadanos, especialmente campesinos (cvr 2003b:31–32)9. Durante ese período, alrededor de 600 pastores, líderes y miembros de las iglesias evangélicas, fueron asesinados en las llamadas “zonas de emergencia” (Paz y Esperanza 1993:1). De ellos, casi el 80% fue victimado por sl (Paz y Esperanza 1993:1), una organización terrorista que vio a los evangélicos como un poder rival que se oponía a sus planes hegemónicos en las zonas rurales de departamentos como Ayacucho (Klaiber 1997:247–248).
También en esos años de terror y muerte, mientras los fieles de estas iglesias estaban celebrando cultos de ayuno y oración, varios templos evangélicos fueron cerrados por la fuerza o invadidos violentamente. Mayormente fueron las llamadas “columnas” senderistas las que ocasionaron estos actos de violencia, como ocurrió en la comunidad campesina de Ccano, La Mar, Ayacucho (Landeo 1993:16); y en la comunidad campesina de Canayre, Huanta, Ayacucho (Hinojosa 1995:46). En otros casos, como en la comunidad campesina de Callqui, Huanta, Ayacucho, fueron las patrullas militares las que violentaron los lugares de culto de los evangélicos (Caretas 1984:14–16).
Frente a esa crítica realidad, ¿qué hizo la entidad representativa de la mayoría de los evangélicos para acompañar a los fieles de sus iglesias que sufrían los embates de la violencia terrorista y la represión indiscriminada de las fuerzas del orden? ¿Qué hicieron los miembros de las iglesias evangélicas en regiones como el Valle del Río Apurímac o en ciudades como Lima, cuando la violencia política comenzó a afectarlos directamente? Para responder estas preguntas, es necesario precisar que la participación activa de los evangélicos en el campo de la defensa de los derechos humanos se dio en tres niveles de acción concretos:
➢ Nacionalmente, de manera oficial y orgánica, a través de la entidad representativa de la mayoría de las iglesias evangélicas, el Concilio Nacional