Orígenes y desarrollo del fútbol en el Uruguay. Juan Carlos Luzuriaga
GRAN BRETAÑA,
LA CUNA DEL FÚTBOL MODERNO
Origen del deporte
Desde las primeras décadas del siglo XIX Gran Bretaña era la potencia hegemónica del mundo, y como tal señalaba rumbos en lo ideológico, en lo económico, en lo social. También lo hacía en la gastronomía, las costumbres y las modas, entre ellas las deportivas.
Gran Bretaña fue el paradigma de las elites del mundo en el siglo XIX. En su territorio las formas de producción del capitalismo se afirmaron y se extendieron por todo el planeta. La ciencia se transformó en tecnología y dejó de ser un pasatiempo de los ilustrados del siglo XVIII para convertirse en una herramienta de desarrollo económico. Al mismo tiempo se procesaron grandes cambios sociales. Miles y miles de campesinos se alejaban del medio rural, donde no encontraban ocupación, y atiborraban las ciudades. Necesitados de trabajo, constituían mano de obra abundante y barata. Ese proceso llevó a que algunos acumularan grandes fortunas con sus industrias, mientras muchos otros vivían en condiciones muy precarias. La clase alta británica se destacaba por su pragmatismo y utilitarismo. En sus ratos de ocio se interesó por el deporte y lo promovió entre su juventud.
Uno de los primeros antecedentes del deporte tal como lo conocemos hoy fue la caza del zorro, que se reglamentó en el siglo XVIII e inicios del XIX. Es un ejemplo de cómo la actividad se fue alejando de su origen, la cacería en sí misma, para convertirse en una competencia. Pero, además, la práctica del deporte de la caza por la burguesía ha sido una forma de autoafirmación como clase, signo de pertenencia a un sector social. La burguesía trocó la sangre azul de los nobles en un cuerpo con buena salud y una sexualidad sana; asimiló las pautas de comportamiento de la aristocracia y debió reproducir esa visión de sí misma. La educación fue uno de los medios elegidos.
Fueron los juegos de equipo los que más fácilmente se implantaron en toda la sociedad a partir del ejemplo de las clases altas. El remo se difundía gracias al prestigio de las competencias entre Oxford y Cambridge. El críquet, que alternaba el protagonismo individual con el colectivo, se propagó desde la metrópoli a todas las colonias con numerosa población británica —Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica—, así como a la India y el Caribe, aunque tenía como inconveniente que un partido podía llevar mucho tiempo en determinados trámites. El rugby tuvo éxito similar en los primeros países mencionados. Deporte rudo y exigente en cuanto a condiciones físicas, se lo ha definido como un juego de patanes jugado por caballeros.
No obstante, el que acaparó la atención de buena parte de las sociedades del mundo fue el fútbol. Apareció como un deporte que demandaba menos fortaleza física que el rugby, por lo cual resultaba menos selectivo. Además, no necesitaba corrientes de agua como el remo y se resolvía en un par de horas. A principios del siglo XIX se mantenían en Gran Bretaña los rudimentos de una actividad heredada de la Edad Media que tenía cierta similitud con el fútbol actual.
El fútbol era un juego popular y había sido adoptado por las public schools, que de hecho, pese a su nombre (‘escuelas públicas’), eran instituciones privadas, desde que los sectores medios y altos reconocieron a la educación como un medio de acompañar la Revolución industrial. El fútbol se jugaba en los colegios secundarios y en las universidades. El marco educativo disminuía un poco su brutalidad y planteaba la necesidad de reglamentar la práctica.
Más allá de lo lúdico, el fútbol fue racionalizado como algo utilitario, funcional al ser humano en lo que hace a su capacidad de competir, y más tarde se lo consideró el mejor medio para encauzar en el deporte el fervor de las clases populares.
Fue en los colegios de Eton, Harrow, Charterhouse, Winchester y Rugby, así como en las tradicionales universidades de Oxford y Cambridge, donde el juego empezó a reglamentarse. En estas instituciones, más allá de la educación formal, se procuraba promover el espíritu de camaradería, la caballerosidad y la capacidad de conducción. Inicialmente extendidos entre la clase alta, estos valores se propagaron a otros sectores sociales, primero los medios y después los más humildes.
La expansión del ferrocarril como medio de transporte de pasajeros facilitó que los estudiantes y sus teams se visitaran unos a otros. Ello permitió ver las variedades de fútbol que se jugaban e hizo evidente la necesidad de unificar las reglas. Competencias y campeonatos convirtieron en formativa una actividad que había sido solo lúdica, y posteriormente, ya en la etapa de su difusión masiva, en un espectáculo lucrativo.
Vale la pena señalar que algunos autores interpretan el deporte en general y el fútbol en particular como una expresión más de las relaciones de clase, y por ello funcional a los intereses de los sectores dominantes.
Evolución de las reglas y de los equipos
Uno de los primeros temas que hubo de dilucidar en el fútbol fue el uso de las manos. Existe la leyenda, hoy muy discutida, de que en un encuentro en 1823 un estudiante de la ciudad de Rugby, William Webb-Ellis, tomó el balón entre sus manos y corrió hacia la meta contraria. Esa propuesta de juego encontró eco en algunos colegios y fue el embrión del deporte que con el tiempo tomaría el nombre de la ciudad de origen. Al mismo tiempo, en otras universidades y colegios, como el prestigioso Trinity College de Cambridge, se entendía que el fútbol debía jugarse con los pies, opinión compartida por Eton y Harrow. Curiosamente, el empleo de vallas y su denominación como arcos son reminiscencias del tiempo en que el fútbol se jugaba sobre todo en los patios de los colegios, habitualmente rodeados de galerías con arcadas.
En Cambridge se hizo costumbre efectuar el saque lateral del campo de juego como lo conocemos hoy, mientras que en Eton se impuso el fuera de juego y el cambio de arco en el entretiempo. Por todo esto, en 1846 se reunieron en el Trinity College representantes de diversos institutos de enseñanza que confeccionaron el primer reglamento de fútbol, en el que se especificaba el uso de los pies y también el tiro libre luego de una falta. En 1851, gracias a Williams Gilbert y los curtidores de Workshire, se confeccionaron las primeras pelotas similares a las que predominarían durante la mayor parte del siglo XX. Muchos se sintieron tan atraídos por el fútbol que habían jugado en los colegios que continuaron practicándolo después, incluso de adultos. El ámbito más apropiado para ello eran los grupos de amigos o vecinos atraídos por las mismas aficiones, que en Gran Bretaña se conocían como clubes. En 1857 se fundó la primera entidad no universitaria para practicar el fútbol, el Sheffield Club, que respetaba el marco reglamentario propiciado por los centros de estudio.
En 1859 se formó el Forest en Leytonstone, y en 1862, el Notts County en Nottingham. La práctica de fútbol se extendía como reguero de pólvora. A instancias de Ebenezer Cobb Morley, un puñado de clubes se reunió en la taberna del Freemason’s de Londres el 26 de octubre de 1863, con el objetivo de unificar las reglas y constituir una autoridad para el cada vez más popular sport. Así se formó la Football Association. Se sucedieron seis reuniones hasta el 8 de diciembre, cuando se concretó un código común de juego.
En 1864, luego de deambular en Londres, el Forest cambió su nombre por el de Wanderers (‘vagabundos’). Estaba formado por exalumnos de varios colegios y su capitán era un antiguo estudiante de Harrow: Charles William Alcock.
Desde la creación de la Football Association la práctica de este deporte se fue perfeccionando año tras año, y a fines del siglo XIX sus reglas se habían consolidado. En aquellas reuniones de 1863 los postes de los arcos se habían ubicado en su posición actual y se había prohibido definitivamente tomar la pelota con las manos. Como única excepción a esta restricción, en 1870 se creó la figura del cuidavallas, al mismo tiempo que quitar el balón por la línea de arco se penalizó con un tiro de esquina o corner. Mientras tanto, en los partidos se afirmaba el papel del árbitro, que desde 1872 acostumbraba a utilizar un silbato para indicar sus decisiones. Por lo general se ubicaba fuera del field.
Al principio, quien transportaba el balón no podía enviarlo a un compañero ubicado más adelante, como sucede en el rugby, pero en 1866 se decidió habilitar esta jugada mientras frente al jugador atacante propio hubiera un