Orígenes y desarrollo del fútbol en el Uruguay. Juan Carlos Luzuriaga

Orígenes y desarrollo del fútbol en el Uruguay - Juan Carlos Luzuriaga


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contra faltas en las cercanías de la meta, y al año siguiente se decidió el uso de red de mallas en el arco. Las competiciones se hacían cada vez más frecuentes en Gran Bretaña, al compás de la proliferación de clubes de fútbol en todo el país y en todo el espectro social.

      Los primeros equipos fueron conformados en su mayoría por antiguos alumnos de colegios secundarios, reductos de la clase alta, pero la instauración del descanso del sábado favoreció la participación de la clase media. Algunos clubes nacieron en torno a las actividades parroquiales, como muchos de las midlands y el noroeste; es el caso del Aston Villa, el Blackpool y el Bolton Wanderers. Otros surgieron en los clubes de críquet o en el seno de una empresa, como el West Ham, fundado por el propietario de la siderúrgica Thames Ironworks. Algunos fueron creados por propia iniciativa de los obreros y con la tolerancia de las empresas ferroviarias; es el caso de los trabajadores del Lancashire and Yorkshire Railway, quienes comenzaron a practicar fútbol en los patios de los talleres y en 1878 formaron el Newton Heath LYR. Los partidos se jugaban entre los diferentes departamentos de la compañía y con otros equipos ferroviarios. En 1892 el Newton Heath LYR se afilió a la League.

      La Football Association y la Challenge Cup

      Rápidamente se unieron nuevos clubes a la Football Association: para 1870 eran ya 39. A instancias de su secretario, Charles Alcock, que además era player de Wanderers, en 1871 se propuso celebrar la primera competición entre varios teams. Estos se eliminarían sucesivamente en la Challenge Cup y el trofeo para el vencedor sería una copa adquirida en veinte libras. Aceptaron participar catorce equipos ingleses y uno escocés, el Queen’s Park Football Club, invitado directamente a las semifinales con el Wanderers Football Club, que terminaron 0 a 0 el 4 de mayo de 1872. Por razones económicas, los escoceses no pudieron viajar para jugar el partido de desempate; el Wanderers accedió a las finales y venció 1 a 0 al Royal Engineers, un equipo vinculado a los militares, con un marco sugestivo de público: dos mil espectadores.

      Ese mismo año se jugó el primer partido que puede considerarse internacional: Inglaterra frente a Escocia, que terminó con un empate a cero. Los escoceses vistieron las blusas azules usadas en ese momento por el team base de su combinado: el Queen’s Park; los ingleses, las ubicuas casacas blancas. Las asociaciones de fútbol se extendieron por Gran Bretaña: en 1873 se creó la de Escocia, en 1876 la de Gales y en 1879 la de Irlanda. Paralelamente, las clases populares se introducían en el deporte. En 1882 había un millar de clubes afiliados a la Football Association.

      En 1887 se estableció la divisional de ascenso o segunda división. Al año siguiente se jugó la primera competición entre clubes: la Football League, con doce de ellos, muchos de los cuales subsisten en la actualidad. El triunfo correspondió al Preston, que contaba en sus filas con seis jugadores escoceses.

      Clases sociales y profesionalización del deporte

      Al comienzo el fútbol era practicado por estudiantes que lo tomaban como un reto, como un elevador moral —cuerpo sano, mente sana— y que, por supuesto, no pretendían cobrar por divertirse. No obstante, muchos de aquellos antiguos estudiantes, convertidos en acaudalados comerciantes e industriales, formaron equipos a los que quisieron reforzar con jugadores hábiles, incluso pagando por su concurso.

      La participación de nuevos y más amplios sectores sociales en la práctica del fútbol empezó por Lancashire, en la década de 1870, y trajo consigo también los primeros intentos de profesionalización. No obstante, los finalistas de la copa hasta 1880 eran equipos de exalumnos de public schools. El primer símbolo de los cambios, en la final de 1883, fue la derrota de los exalumnos de la aristocrática escuela de Eton —los Old Etonians— a manos del Blackburn Olympic, un equipo en el que jugaban trabajadores textiles, metalúrgicos y un plomero. El capitán de los Etonians era un aristócrata: Arthur Fitzgerald Kinnaird, alumno de Cambridge, un player que destacaba por su versatilidad y vehemencia. Corpulento y con una larga barba pelirroja, resultaba inconfundible. Posteriormente Lord Kinnaird sería presidente de la Football Association.

      Los crecientes niveles de competencia hicieron necesarias las prácticas y el concurso de los mejores jugadores. Estos surgían también de los sectores populares, a los que no les sobraba el dinero para cambiar una tarde de trabajo por una de fútbol ni contaban con los medios para ir a competir de un lado a otro. La profesionalización llegaba de la mano de quienes debían trabajar para vivir.

      Al principio fue un viático, después un monto que equivalía a los jornales perdidos, finalmente un sueldo. Así, en la década del ochenta los equipos británicos estaban plagados de los hábiles escoceses, la mayoría provenientes de teams obreros o mineros de Escocia. Para 1885 la Football Association, ante la realidad que se imponía, aceptó a los profesionales. Para ser considerado profesional de un club el jugador debía haberse iniciado en este o residir en un radio de seis millas desde dos años atrás. Si más tarde quisiera prestar su servicio a un nuevo club, este debería comprar su transferencia al club original.

      Antes de 1880 los valores del sport —esto es, el deporte por sí mismo— eran comunes a todos los clubes, la mayoría formados en los sectores de clase alta, pero esa percepción fue variando. La aparición de jugadores de clase media y obrera en el fútbol y en el rugby, junto con los signos crecientes de profesionalización desde el norte y las midlands de Inglaterra, fueron advertidos por las elites de las public schools, que además de jugar por divertirse lo hacían por el triunfo y la fama. Para ellos no era lo mismo ser derrotados por equipos similares de aficionados que por equipos de profesionales surgidos de las clases populares, que hacían valer la diferencia de entrenamiento, disciplina y condiciones. Muchos se recluyeron en sus clubes de elite.

      El pago a los players llevó naturalmente al cobro de entradas a los espectadores y promovió la necesidad de organizar un calendario de matches que asegurara la financiación de las remuneraciones. En ese escenario surgió en 1888 la Football League, en cuya primera competición se enfrentaron doce equipos. Se jugaría una vez como local y otra como visitante. Se definiría al club campeón adjudicando dos puntos por un triunfo y uno por un empate.

      En la década del noventa del siglo XIX el fútbol se había convertido en un espectáculo de masas, con hasta diez mil espectadores que pagaban por ver los encuentros. Por lo tanto, era un negocio que en muchos sentidos podía manejarse como una empresa. Consecuentemente, los asalariados comenzaron a organizarse. La primera agremiación, la Unión de Jugadores Británicos, se formó en Londres en 1898.

      Muchos clubes afrontaron la disyuntiva de la profesionalización. Uno de ellos fue el Newton Heath, cuyos graves problemas económicos en los últimos años del siglo prácticamente anunciaban su desaparición como equipo competitivo en la Liga, hasta que encontró la salvación en un mecenas. Se cuenta que John Henry Davies, propietario de una cervecería local, se enteró de las dificultades económicas del club cuando se encontró en la calle con el capitán del Newton Heath, Harry Stafford. En 1902, a instancias del propio Davies, el club cambió su nombre por el de Manchester United.

      Los últimos caballeros

      Una excepción emblemática a la tendencia a la profesionalización fue el Corinthians Football Club. Lo había creado en 1882 Nicholas Lane Jackson, secretario de la Football Association, con la intención de desafiar la superioridad de los equipos escoceses. En sus estatutos originales establecía que no competiría por copas ni premios de ningún tipo, sino que jugaría partidos amistosos con otros conjuntos amateurs. En algún sentido continuó la propuesta que destacaba a Wanderers, el cual desaparecería en 1883.

      El Corinthians se conformó como una especie de equipo por invitación. Muchos de sus miembros provenían de colegios privados y de las universidades de Oxford y Cambridge. En los ochenta y parte de los noventa, con un nombre que evoca los valores clásicos de la cultura griega, los corintios fueron la espina dorsal de la selección inglesa que enfrentó a escoceses y galeses. Se habían constituido para celebrar y conservar el ideal de los aficionados frente a los equipos profesionales comportándose como caballeros,


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