El oficio del sociólogo en Uruguay en tiempos de cambio. Miguel Serna
de generar información social, bancos de datos e incluso investigar sobre temáticas sociales que son novedosas, y que son demandadas por las instituciones públicas. La consistente formación metodológica de las carreras de Sociología en el país, incluso a nivel de grado, permite reforzar esta imagen de los sociólogos, para reclamar un espacio específico en la división del trabajo de los técnicos en las instituciones públicas y privadas.
En la misma dirección, es necesario construir un ethos propio de los sociólogos, fundamentalmente en la administración pública, algo así como la tienen las profesiones tradicionales en este ámbito. Para ello es necesario que los sociólogos que ya estén insertos en ese medio logren establecer redes de información y de comunicación donde se puedan intercambiar las soluciones a los problemas a que se ven enfrentados de forma recurrente e incluso en la vida de trabajo cotidiano. Por ejemplo, que en sus ámbitos de trabajo se sepa qué es lo que hace o puede hacer un sociólogo. Y, por lo tanto, que sea reconocida su valía en temas y/o procedimientos específicos. Sabemos que en muchos lugares se han hecho avances notables en este sentido. Por ejemplo, en administraciones públicas se sabe en qué tipo de áreas administrativas puede ser eficiente tener un sociólogo trabajando, poniendo en práctica sus conocimientos profesionales adquiridos; daría la impresión de que en áreas como las de producción de información social, evaluación de proyectos, evaluación de desempeño (o, más en general, de recursos humanos), negociación y diálogo social entre actores. Pero ¿hay otras? ¿Sería conveniente hacer un estudio al respecto? ¿Es posible pensar, en el marco de la formación permanente, en fortalecer los conocimientos de los sociólogos que están ocupando estos espacios? Todo ello implica que el Colegio realice un balance de la inserción de los sociólogos en la administración pública y eventualmente defina una estrategia para afianzar la profesión en este sector.
En una segunda orientación más general, es necesario buscar la superación del espacio de ser solamente “productores de información social” que para algunos es la imagen dominante de lo que hacen los sociólogos. Es necesario que se nos reconozca una capacidad en la interpretación de la información e incluso de contextualizarla en sistemas de conocimientos más amplios con el fin de generar insumos para la elaboración o la evaluación de políticas que tengan una dimensión social o de colaboraciones con los actores sociales colectivos. Consideramos que los sociólogos estamos capacitados para ofrecer un punto de vista específico que, junto con otros puntos de vista provenientes de otras ciencias sociales incluyendo la economía, amplíe las perspectivas para la consecución de las políticas públicas o las privadas, mejorando así su calidad. Tenemos, por lo tanto, la necesidad de dejar de estar, a la larga, encasillados en una actividad sociográfica, para realmente ser respetados por la capacidad de poner en valor un punto de vista sociológico. Este proceso que involucra a todos los sociólogos profesionales, sea cual sea su inserción laboral, debe ser un objetivo de mediano plazo para toda la actividad sociológica profesional.
Pero, finalmente, para orientarse a mejorar persiguiendo los objetivos antedichos, es necesario darle a la sociología un anclaje en una pregunta que le dé unidad a la enorme dispersión temática que tiene hoy en día la sociología, y que es bueno que la tenga, porque la sociedad debe ser enfocada desde múltiples puntos de vista distintos. Aun así, es necesario volver a tener una pregunta común que sea la que nos da una identidad también común. Pero, sobre todo, una identidad propia en el concierto de las ciencias sociales.
Si no, este ensanchamiento de la inserción de la sociología en la sociedad uruguaya, que ha demostrado ser notable en el correr de pocos años, quizá haya perdido en este camino un poco su alma.
La sociología no insiste en entender su sentido original. La pregunta que se realizaba Georg Simmel en 1908 como la gran pregunta que le da razón de ser a la sociología es la siguiente: “¿Cómo es posible el orden social?”. Consideramos que sigue siendo válida, aunque cambiemos la palabra “orden” por “cohesión”, “integración”, etc. O también que la miremos desde el sentido opuesto, por su fragmentación, por la existencia de sectores excluidos, desafiliados o marginales, u otras descripciones que se nos ocurran.
Y en función de ello, nos podemos preguntar aquí en Uruguay cómo es posible mejorar este orden social que tenemos. La pregunta podemos hacérnosla porque, en alguna medida, consideramos que este orden social está constituido con mucha injusticia, desigualdades, faltas de libertad, discriminaciones, etc., o, por el contrario, podemos pensar que el orden social es relativamente justo en términos relativos. Podemos abordar esta pregunta desde múltiples teorías que incluso pueden confrontarse entre sí. Podemos situarnos en una amplia gama de posiciones, desde simples observadores neutros de la realidad del orden social u orientados a su cambio desde posiciones reformistas e incluso revolucionarias. Podemos pensar el orden social en términos nacionales o en términos regionales e incluso globalizados. Podemos pensarlo a nivel micro, meso o macrosocial.
Sin embargo, nunca debe abandonarse esta pregunta fundante. Debemos tenerla siempre como telón de fondo de las preguntas específicas que nos hacemos en el área que estamos estudiando y a la que buscamos resolver en nuestra actividad de sociólogos en nuestra actuación profesional.
Es solamente así que guardaremos, de alguna forma, un punto de vista que nos es propio, que nos da identidad como sociólogos. O sea, la pregunta fundante que mencionábamos, que nos hacemos, es la que expresa este punto de vista específico de los sociólogos, que para poder existir en cuanto tales debe transformarse en una pregunta de la propia sociedad. Si esta se pregunta “¿cómo es posible el orden social?”, nosotros los sociólogos tenemos un lugar en ella.
* Profesor emérito. Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Udelar. [email protected]
Agradecimientos. 2019 es el año de mi jubilación después de cuarenta y nueve años de docencia universitaria. Estoy profundamente agradecido porque se me haya invitado para dar una comunicación sobre la profesión de sociólogo. Intentaré presentar ciertos aspectos que hacen a cómo, a mi entender, un sociólogo debe encarar su actividad profesional mostrando así su aporte específico, es decir, diferenciándose de otros profesionales de las ciencias sociales y de profesionales de otro tipo, periodistas entre otros, que compiten con los sociólogos en la escena pública.
1. Arturo Ardao, Espiritualismo y positivismo en el Uruguay, Montevideo, UR, 1950.
2. Reseñado en un estudio por Alfredo Errandonea (h.).
3. Cf. Miguel Serna, Eduardo Bottinelli y Mariana Porta, “La sociología y el oficio del sociólogo en Uruguay: prácticas y ámbitos”, en este volumen.
Sociología de género y militancia feminista
Rosario Aguirre*
Los inicios
A partir de mediados de la década de 1980, con el proceso de democratización después de doce años de dictadura, mujeres procedentes de distintas disciplinas vinculadas a las ciencias sociales y humanas comienzan a desarrollar investigaciones y estudios que irán configurando un cuerpo de conocimientos con identidad propia. Debe recordarse que una parte significativa del personal docente que fue expulsado del ámbito universitario público se agrupó en centros académicos privados, la llamada “Universidad de extramuros”.1
Los debates político-ideológicos acerca de la situación de las mujeres en la sociedad y la “cuestión femenina”, como se la llamó a comienzos de siglo, fueron el objeto de investigación de los primeros estudios en los años